Comunistas y socialistas del sanchismo quieren destruir la familia española, piedra angular de la sociedad y la nación
El PSOE pervertido de Sánchez y Podemos coinciden en el deseo de destruir todo lo que la gente cree que es más importante que el Estado, como la religión, la familia y la democracia, entre otros muchos valores medulares. Si se parte de ese principio, se comprenden las medidas del sanchismo, sus leyes, sus mentiras, su hostilidad hacia la democracia verdadera y los valores y su obsesión por controlarlo todo.
Diluir la familia es el camino más directo para generar ese caos social que los poderes ocultos que dominan el mundo necesitan para resetear las sociedades e imponer nuevas costumbres, leyes y un concepto de Estado que lo asemeja a la figura de Dios.
En Alemania, otro país gobernado por socialistas y sometido al Nuevo Orden Mundial, quieren dar un paso adelante atrevido para destruir por completo la familia. Se trata de regular la familia "electiva", es decir considerar como familia a los amigos. Si todo es familia, nada es familia. Es, sin duda, la mejor manera de diluirla.
Los sociólogos y filósofos saben que la destrucción de la familia termina siendo la destrucción de la sociedad. Hay fuerzas que están intentando dinamitar la familia desde hace décadas, pero nunca como ahora esas fuerzas han perdido toda prudencia y están empujando fuerte para cambiar el mundo, empezando por esa columna sólida que es la familia tradicional, depositaria, como afirma el sociólogo estadounidense Carle C. Zimmerman,
de una fe y de unos valores que reciben de sus mayores y que pasan a sus niños y jóvenes.
Los partidarios del Nuevo Orden saben que si destruyen la familia dejan a la Humanidad indefensa y ciega. Ya están destruyendo otros soportes, mintiendo y masacrando la verdad, controlando a periodistas y medios de comunicación. generando en los seres humanos desinformación y confusión que les impida conocer la verdad y saber como respira el mundo. Pero la pieza clave para cambiar el mundo, como quieren los canallas, es la familia.
Están intentando destruir la milenaria estructura familiar de muchas maneras, sobre todo enfrentando a hombres y mujeres y a jóvenes y viejos. Poco a poco están logrando que los ancianos no tengan sito en los hogares y sean recluidos en residencias, donde sus conocimientos y valores no pueden ser transmitidos.
Otro recurso para destruir la familia es enfrentar a la escuela con el hogar y crear en los niños y jóvenes la confusión y el vacío suficientes para que la tradición familiar sea rechazada o minusvalorada.
Las escuelas, institutos y universidades, empujados por el marxismo cultural, son focos de rechazo a lo viejo y difusoras de doctrinas que tienen apariencia de innovadoras, pero que son viejas ideas de dependencia y falsos derechos diseñadas para que el Estado ocupe el lugar que antes ocupaba el hogar familiar.
El Estado, travestido de bondad y ocultando su naturaleza de bestia insaciable, se presenta ante los jóvenes como el garante de la libertad individual, tratando de ser el sustituto de las familias para proteger a las personas.
La falacia tramposa, por desgracia, resulta atractiva y cautiva a muchos, que una vez corrompidos por la dependencia de las subvenciones y ayudas estatales, no tienen remedio y se transforman en borregos atolondrados, fáciles de controlar por los políticos pastores totalitarios.
Francisco Rubiales
Diluir la familia es el camino más directo para generar ese caos social que los poderes ocultos que dominan el mundo necesitan para resetear las sociedades e imponer nuevas costumbres, leyes y un concepto de Estado que lo asemeja a la figura de Dios.
En Alemania, otro país gobernado por socialistas y sometido al Nuevo Orden Mundial, quieren dar un paso adelante atrevido para destruir por completo la familia. Se trata de regular la familia "electiva", es decir considerar como familia a los amigos. Si todo es familia, nada es familia. Es, sin duda, la mejor manera de diluirla.
Los sociólogos y filósofos saben que la destrucción de la familia termina siendo la destrucción de la sociedad. Hay fuerzas que están intentando dinamitar la familia desde hace décadas, pero nunca como ahora esas fuerzas han perdido toda prudencia y están empujando fuerte para cambiar el mundo, empezando por esa columna sólida que es la familia tradicional, depositaria, como afirma el sociólogo estadounidense Carle C. Zimmerman,
de una fe y de unos valores que reciben de sus mayores y que pasan a sus niños y jóvenes.
Los partidarios del Nuevo Orden saben que si destruyen la familia dejan a la Humanidad indefensa y ciega. Ya están destruyendo otros soportes, mintiendo y masacrando la verdad, controlando a periodistas y medios de comunicación. generando en los seres humanos desinformación y confusión que les impida conocer la verdad y saber como respira el mundo. Pero la pieza clave para cambiar el mundo, como quieren los canallas, es la familia.
Están intentando destruir la milenaria estructura familiar de muchas maneras, sobre todo enfrentando a hombres y mujeres y a jóvenes y viejos. Poco a poco están logrando que los ancianos no tengan sito en los hogares y sean recluidos en residencias, donde sus conocimientos y valores no pueden ser transmitidos.
Otro recurso para destruir la familia es enfrentar a la escuela con el hogar y crear en los niños y jóvenes la confusión y el vacío suficientes para que la tradición familiar sea rechazada o minusvalorada.
Las escuelas, institutos y universidades, empujados por el marxismo cultural, son focos de rechazo a lo viejo y difusoras de doctrinas que tienen apariencia de innovadoras, pero que son viejas ideas de dependencia y falsos derechos diseñadas para que el Estado ocupe el lugar que antes ocupaba el hogar familiar.
El Estado, travestido de bondad y ocultando su naturaleza de bestia insaciable, se presenta ante los jóvenes como el garante de la libertad individual, tratando de ser el sustituto de las familias para proteger a las personas.
La falacia tramposa, por desgracia, resulta atractiva y cautiva a muchos, que una vez corrompidos por la dependencia de las subvenciones y ayudas estatales, no tienen remedio y se transforman en borregos atolondrados, fáciles de controlar por los políticos pastores totalitarios.
Francisco Rubiales
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