Los hermanos Karamazov. Si Dios no existe, todo está permitido y el mundo, sin Dios, es un infierno.
El mundo sin Dios es un asco. En el mundo sin Dios las calles arden víctimas de locos llenos de violencia salvaje, los pobres se arrastran y los ricos y los políticos deslumbran con sus privilegios ostentosos. El mundo sin Dios está ocupado por la bajeza. Nadie ha conseguido sustituir la enorme fuerza y el orden que emanaban de la divinidad. El Estado solo inspira miedo y no demasiado, además de provocar rechazo y desprecio porque, en manos de los políticos y de los poderes en las sombras, que se lo han apropiado, se comporta de manera inmoral, arbitraria, injusta y opresora.
José Luis Aranguren, en su sólida Ética, afirma que “si Dios no existe ya, entonces la moral carece de fundamento y “todo está permitido”. Porque ningún contenido puede tener validez si no está sustentado en Dios y por Dios. El fundamento de la moralidad concreta es Dios”
Como consecuencia de la ausencia de Dios, la moral se resquebraja, el delito se enseñorea, las élites se divorcian del pueblo y la clase política es cada día más rechazada y odiada. El mundo que nos están creando esta pandilla de fracasados sin valores, preso de contradicciones y bajezas, está en crisis y resulta evidente que necesita de nuevo a Dios.
Sustituir a Dios por un Estado decente y ejemplar, en manos de hombres y mujeres de valores y principios, tal vez medio podría funcionar, pero sustituir a Dios por mafiosos sin ética y partidos políticos que funcionan como escuelas de corruptos y privilegiados, es algo demencial y sucio.
¿Es cierto que si Dios no existe todo está permitido? De la respuesta, que es crucial, depende toda la filosofía teórica y práctica, incluyendo los principios de la política, del derecho, de la ética, de la educación y quizás hasta el destino del mundo.
Hay un libro maravilloso, de Julio Esteban Lalanne, titulado "Si Dios no existe, ¿todo está permitido?" (Santiago de Chile, Centro de Estudios Tomistas,
RIL Editores, 2016), 582 p. ISBN 9789560103093 que aporta análisis brillantes y toneladas de hipótesis e ideas sobre el mundo con Dios y sin Dios. Todo eso no cabe en un artículo de opinión como éste, que, necesariamente, tiene que ser breve, pero si sirve para sostener con solvencia que si Dios no existe, nadie ha logrado sustituirlo y que el intento de sustituirlo por el Estado es un fracaso, una patraña y un atentado contra la libertad y la dignidad humana porque el Estado solo emplea la fuerza bruta, sin tener la autoridad moral que tenía Dios como Creador y rector de un mundo que le pertenece.
Sólo pensar que el Estado de los imbéciles y corruptos que se lo han apropiado pueda sustituir a Dios es para morirse de risa y de ridículo. Solo imaginar que tipos como Pedro Sánchez, Pablo Iglesias, Zapatero o Rajoy sean los sustitutos de Dios es para echar a correr y no parar hasta llegar al Polo Norte. El Estado, que sólo es una maquinaria opresora, en manos de mediocres sin amor, ética ni grandeza, no puede sustituir nada que sea grandioso, noble o decente.
La gran idea que aportaba Dios era que los transgresores y aprovechados en esta vida serían castigados en la otra con el fuego eterno. Pero si Dios no existe, no habrá castigo para los canallas, los corruptos y los delincuentes, lo que equivale a afirmar que el que no se aproveche en esta vida es tonto y un infeliz.
Esa idea de aprovecharse es el gran motor del mundo sin Dios, todo una vorágine de egoísmo y delito que se pretende frenar con la leyes, la policía y el castigo, del que siempre se escapan los privilegiados porque el Estado es de ellos, la ley no es igual para todos y la policía es impotente ante los poderosos.
Sólo el pueblo, que sin Dios queda reducido a la esclavitud, es controlado a medias por este Estado que intenta sustituir a Dios.
Nuestro mundo, en el que los ricos son cada día mas ricos y los pobres más pobres, en el que los débiles no tienen ni siquiera trabajo, mientras los políticos y sus amos amasan dinero y exhiben poder, en el que los impuestos son abusivos y se cobran a punta del fusil, en el que la bondad, el sacrificio, el esfuerzo y la generosidad carecen de sentido porque lo que prima en ese mundo sin Dios es el poder, el abuso, la acumulación de riqueza, el avasallamiento y los privilegios.
La gente se está dando cuenta de que ser político significa entrar en el mundo elitista y privilegiado que controla el Estado y se reparte el botín.
El mundo sin Dios, profundamente injusto y desequilibrado, acumula presión en sus calderas y es un nido insoportable de injusticias que hacer hervir la sangre y produce indignados y desesperados a chorros.
Sin Dios, no cabe duda de que el mundo es un asco.
Francisco Rubiales
José Luis Aranguren, en su sólida Ética, afirma que “si Dios no existe ya, entonces la moral carece de fundamento y “todo está permitido”. Porque ningún contenido puede tener validez si no está sustentado en Dios y por Dios. El fundamento de la moralidad concreta es Dios”
Como consecuencia de la ausencia de Dios, la moral se resquebraja, el delito se enseñorea, las élites se divorcian del pueblo y la clase política es cada día más rechazada y odiada. El mundo que nos están creando esta pandilla de fracasados sin valores, preso de contradicciones y bajezas, está en crisis y resulta evidente que necesita de nuevo a Dios.
Sustituir a Dios por un Estado decente y ejemplar, en manos de hombres y mujeres de valores y principios, tal vez medio podría funcionar, pero sustituir a Dios por mafiosos sin ética y partidos políticos que funcionan como escuelas de corruptos y privilegiados, es algo demencial y sucio.
¿Es cierto que si Dios no existe todo está permitido? De la respuesta, que es crucial, depende toda la filosofía teórica y práctica, incluyendo los principios de la política, del derecho, de la ética, de la educación y quizás hasta el destino del mundo.
Hay un libro maravilloso, de Julio Esteban Lalanne, titulado "Si Dios no existe, ¿todo está permitido?" (Santiago de Chile, Centro de Estudios Tomistas,
RIL Editores, 2016), 582 p. ISBN 9789560103093 que aporta análisis brillantes y toneladas de hipótesis e ideas sobre el mundo con Dios y sin Dios. Todo eso no cabe en un artículo de opinión como éste, que, necesariamente, tiene que ser breve, pero si sirve para sostener con solvencia que si Dios no existe, nadie ha logrado sustituirlo y que el intento de sustituirlo por el Estado es un fracaso, una patraña y un atentado contra la libertad y la dignidad humana porque el Estado solo emplea la fuerza bruta, sin tener la autoridad moral que tenía Dios como Creador y rector de un mundo que le pertenece.
Sólo pensar que el Estado de los imbéciles y corruptos que se lo han apropiado pueda sustituir a Dios es para morirse de risa y de ridículo. Solo imaginar que tipos como Pedro Sánchez, Pablo Iglesias, Zapatero o Rajoy sean los sustitutos de Dios es para echar a correr y no parar hasta llegar al Polo Norte. El Estado, que sólo es una maquinaria opresora, en manos de mediocres sin amor, ética ni grandeza, no puede sustituir nada que sea grandioso, noble o decente.
La gran idea que aportaba Dios era que los transgresores y aprovechados en esta vida serían castigados en la otra con el fuego eterno. Pero si Dios no existe, no habrá castigo para los canallas, los corruptos y los delincuentes, lo que equivale a afirmar que el que no se aproveche en esta vida es tonto y un infeliz.
Esa idea de aprovecharse es el gran motor del mundo sin Dios, todo una vorágine de egoísmo y delito que se pretende frenar con la leyes, la policía y el castigo, del que siempre se escapan los privilegiados porque el Estado es de ellos, la ley no es igual para todos y la policía es impotente ante los poderosos.
Sólo el pueblo, que sin Dios queda reducido a la esclavitud, es controlado a medias por este Estado que intenta sustituir a Dios.
Nuestro mundo, en el que los ricos son cada día mas ricos y los pobres más pobres, en el que los débiles no tienen ni siquiera trabajo, mientras los políticos y sus amos amasan dinero y exhiben poder, en el que los impuestos son abusivos y se cobran a punta del fusil, en el que la bondad, el sacrificio, el esfuerzo y la generosidad carecen de sentido porque lo que prima en ese mundo sin Dios es el poder, el abuso, la acumulación de riqueza, el avasallamiento y los privilegios.
La gente se está dando cuenta de que ser político significa entrar en el mundo elitista y privilegiado que controla el Estado y se reparte el botín.
El mundo sin Dios, profundamente injusto y desequilibrado, acumula presión en sus calderas y es un nido insoportable de injusticias que hacer hervir la sangre y produce indignados y desesperados a chorros.
Sin Dios, no cabe duda de que el mundo es un asco.
Francisco Rubiales
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