El gobierno de Zapatero prescinde de Fungairiño, un gran hombre

Una vez extinguidas y acalladas las tímidas voces en pro de la justicia y contra la delincuencia de Estado, en bocas de propios y extraños, el rodillo “democrático” sigue su labor de aplastamiento sobre pequeños obstáculos y sigue imparable hacia el objetivo de implantar definitivamente en España, como orden y ley, el odio, el rencor y la explotación ilimitada, para cumplir, al fin, con el ajuste de cuentas, pendiente durante más de quinientos años, por las "víctimas" del atropello de Torquemada.

El juramento de venganza contempla la destrucción de España como Nación, pero por lo que se ve primero recogerán su botín, haciéndola calderilla.

Nadie quiere impedirlo. No hay nadie de entre los que juraron su lealtad a la Nación y a sus ciudadanos, que cumpla con su deber, solo porque los "golpistas" se lo prohíben.

Sin embargo no se activan los resortes que deberían saltar, de forma automática, ante una agresión contra el 'Estado de Derecho'. No se activan porque nunca se instalaron. Nunca se instalaron porque nunca se hicieron necesarios. Sería absurdo instalar un mecanismo para activar la protección de algo que no existe y que todo el interés de los ocupas consistió en evitar su existencia, obstruyendo su posible implantación, solo para acaparar todo el poder de la Nación por unas pocas manos, ignorando los graves riesgos y peligros de su avaricia.

Esa concentración de poder solo se blindó contra la ciudadanía pero no contra el clan político donde, desde sus ilimitados privilegios, compiten la ineptitud, el odio, la envidia, le traición y los locos iluminados con proyectos trasnochados como el del golpismo desde dentro. Convirtieron en tabú los recelos de Franco contra el "enemigo interior". Ahora sabemos que existe. Estuvo aletargado pero vivo. Ahora es su momento. La ilegitimidad de los necios que se hicieron pasar por políticos, les ha allanado el camino liberándoles del mayor obstáculo: Las garantías democráticas residentes y manadas de la soberanía popular.

Una nación es fuerte y poderosa cuando su poder, como mayor activo, esta diseminado en su población a partes iguales de forma que sea imposible usarlo contra ella por intereses ajenos a los establecidos por ella. Sería imposible robar un tesoro repartido entre cuarenta millones de personas que son el poder, autores y precursores de la ley y responsables de su custodia, por fracciones individuales.

La casta que conforman los ocupas del Estado despojaron a la ciudadanía de su poder monopolizándolo para ellos. No les ha sido difícil a ninguno de los nefastos presidentes y gobiernos que nos han amargado la vida, desde Suárez para acá, gestionar impunemente a espaldas y contra el pueblo al que se debían. Era de suponer que se dieran las condiciones actuales dadas las altas cotas de poder orientado exclusivamente a explotar y controlar o someter a la "plebe".

Inevitablemente una nación es más débil cuanto mas poder concentre. Cuanto menos poder identifique al ciudadano con ella, como valor que garantiza sus derechos y libertades. Un ciudadano libre dará su vida por defender su espacio de libertad en caso de peligrar. Un ciudadano sometido, ninguneado y explotado, le importa un bledo el espacio donde el amo monta su explotación a su costa.

Los "golpistas" han heredado el poder, se han apoderado de la ley separándola de la justicia y asociándola al delito. Golpean con ella a los derechos y libertades que debe garantizar, al proyecto de Estado que juraron defender, a los que deben representarla e impartirla, a los que deben defenderla e independizarla y a la ciudadanía que debería amparar. Nadie cumple con su parte de responsabilidades, salvo algunos espontáneos que pagaron cara su osadía los unos, y fueron silenciados hundiéndose en la indignidad de la traición y de la cobardía, los otros.

A la oposición les han “birlado”su "parte" de ese poder. Desorientada en una situación atípica descubre que sin ese poder no son nada. No hay herramientas con qué defender la ley, la democracia, la Nación. No pueden crearlas, sin poder, ahora que son uno más entre nosotros, compartiendo la indefensión que ellos mismos tejieron, generando la debilidad del Estado, según amasaban poder político. Invocan la movilización de una ciudadanía que ellos inmovilizaron, desarmaron, silenciaron mediante el hipotecar largos años de su vida, convirtiéndonos en una sociedad nihilista y hastiada, difícil de hacerla reaccionar.

Esto demuestra que nuestro supuesto "estado de derecho" solo era papel mojado envolviendo una gran mentira.

La realidad, para los que quieren ver y oír, es que a día de hoy la situación política de España es una piltrafa mucho más putrefacta y hedionda que la heredada del dictador.

La solución pasa, inevitablemente, por la implantación democrática. Por la ardua y titánica tarea de que la oposición convenza a la ciudadanía de sus convicciones democráticas demostrando su intención de instaurarla; O por la intervención del Jefe del Estado y empezar de nuevo, disolviendo las cortes y retirando, temporalmente, las competencias a las autonomías, nombrando un gobierno provisional que “limpie” el Estado de terroristas, traidores, vividores y sinvergüenzas e implante las bases democráticas. Y esta vez asegurarse de que lo son y quedan bien blindadas contra el pillaje de ocupas y golpistas.

Solo con democracia y justicia se puede combatir, legal y moralmente, el delito, incluido el de estado contra el Estado y contra la Nación.

¿O habrá que esperar otros quinientos años para que alguien haga justicia sobre los crímenes, de hoy, contra la Nación española? ¿Quedará alguien para jurarlo?