El Rocío ha empezado a morir, quizás de éxito o tal vez víctima de dos de los peores demonios familiares de los españoles: la soberbia y el abuso de poder.
Es la romería más popular e importante de Europa, capaz de congregar cada año, en una aldea situada en los bellísimos parajes de Doñana, a más de un millón de peregrinos, pero los excesos, los errores, la arrogancia y la codicia la están minando y pronto, si no se toman urgentes medidas correctoras, sera víctima de la decadencia y empezará a morir,
Algunos se preguntarán por qué el Rocio empieza a morir ahora cuando los almonteños y la Junta de Andalucía despliegan la misma política y similar arrogancia desde hace muchos años. La clave está en que los españoles están cambiando y ahora soportan menos las actitudes tiránicas y los abusos de poder. Ese incremento del espíritu rebelde y de la intolerancia con la estupidez y el abuso es ya evidente en la vida política y pronto será obvio en todos los ámbitos de la vida.
El Rocío tiene belleza a raudales, magia, y un trasfondo religioso y lúdico de enorme atractivo, pero esta "tocado". Algo tan bello y tan trascendente puede morir por culpa de los ridículos excesos. La belleza y la devoción de la romería y de los cultos individuales de las hermandades se vienen abajo con los excesos de todo tipo que se viven en la aldea. Se siente vergüenza al ver como tratan a la virgen los mozos almonteños, todo envuelto en un 'espectáculo comercial, previa licencia municipal del ayuntamiento de Almonte, que contamina el recinto. No es de extrañar que pronto la ermita quede rodeada de un centro comercial, un enorme parking subterráneo y un barrio de tiendas.
Lo del Rocío es, por desgracia, muy parecido a la política. La mal llamada "hermandad Matriz" es como la Junta de Andalucía, acaparadora de poder, y los demás a chupar rueda, sin otras opciones que rebelarse o someterse.
En la madrugada de Pentecostes, delante de la reja de la ermita, se coloca una barrera humana de almonteños, que se consideran dueños de la imagen y que no permiten que nadie se acerque a la Virgen. En un momento, saltan la verja, se apoderan de la imagen y la llevan en procesión por todo el recinto, sin demasiado cuidado y con una devoción difícil de entender. A veces, la virgen parece que va a rodar por los suelos, pero casi siempre se endereza antes de que se consume el ridiculo.
¿Por qué las hermandades no se rebelan contra esto? ¿Cómo es posible que desprecien a todas las demás hermandades y sean ellos los dueños exclusivos de la Virgen? La única forma de salvar la situación es que las hermandades les planten cara a los almonteños, pero eso significaría una guerra y el final precipitado de la gran romería.
Lo de Almonte y su arrogancia es grave y conlleva un virus decadente y letal, a la larga. La jerarquía de la Iglesia debería mojarse en el asunto del Rocío, aunque solo sea para preservar el espíritu religioso que subsiste, pero le temen al riesgo más que los políticos. Prefieren la parálisis al error, quizás porque los errores demostrarian que el Espíritu Santo no está con ellos.
La dictadura de Almonte es el principal problema del Rocío, aunque no el único. Almonte impone su ley, politiza la romería y somete a las demás hermandades, a las que llama "filiales", mientras Almonte se reserva el título de "matriz", una distinción tan ajena al derecho canónico como al espíritu del evangelio. Esa arrogancia almonteña está minando la mejor romería de Europa y, probablemente, del mundo.
Almonte no acepta compartir el poder, ni adoptar decisiones colegiadas, ni realizar otra política que él ordenó y mando, como si un fenómeno tan universal como el Rocío, que recibe peregrinos de los cinco continentes, pudiera ser monopolizado por un ayuntamiento de pueblo.
La Junta de Andalucía apoya el monopolio de Almonte, la jerarquía católica carece de valentía y criterio para ordenar el caso y mientras tanto crecen los recelos y rechazos de las hermandades y de los romeros.
Y mientras tanto, la romería, como tantas otras cosas víctimas de tiranía y sin democracia, empieza adeteriorarse seriamente y a caer en las rencillas, el mal gusto y la más intensa frivolidad, Con la religiosidad en retroceso y con la elegancia y el buen gusto ausentes, el hermoso Rocío, el milagro de las marismas, ha iniciado su decadencia y caída.
Francisco Rubiales
Es la romería más popular e importante de Europa, capaz de congregar cada año, en una aldea situada en los bellísimos parajes de Doñana, a más de un millón de peregrinos, pero los excesos, los errores, la arrogancia y la codicia la están minando y pronto, si no se toman urgentes medidas correctoras, sera víctima de la decadencia y empezará a morir,
Algunos se preguntarán por qué el Rocio empieza a morir ahora cuando los almonteños y la Junta de Andalucía despliegan la misma política y similar arrogancia desde hace muchos años. La clave está en que los españoles están cambiando y ahora soportan menos las actitudes tiránicas y los abusos de poder. Ese incremento del espíritu rebelde y de la intolerancia con la estupidez y el abuso es ya evidente en la vida política y pronto será obvio en todos los ámbitos de la vida.
El Rocío tiene belleza a raudales, magia, y un trasfondo religioso y lúdico de enorme atractivo, pero esta "tocado". Algo tan bello y tan trascendente puede morir por culpa de los ridículos excesos. La belleza y la devoción de la romería y de los cultos individuales de las hermandades se vienen abajo con los excesos de todo tipo que se viven en la aldea. Se siente vergüenza al ver como tratan a la virgen los mozos almonteños, todo envuelto en un 'espectáculo comercial, previa licencia municipal del ayuntamiento de Almonte, que contamina el recinto. No es de extrañar que pronto la ermita quede rodeada de un centro comercial, un enorme parking subterráneo y un barrio de tiendas.
Lo del Rocío es, por desgracia, muy parecido a la política. La mal llamada "hermandad Matriz" es como la Junta de Andalucía, acaparadora de poder, y los demás a chupar rueda, sin otras opciones que rebelarse o someterse.
En la madrugada de Pentecostes, delante de la reja de la ermita, se coloca una barrera humana de almonteños, que se consideran dueños de la imagen y que no permiten que nadie se acerque a la Virgen. En un momento, saltan la verja, se apoderan de la imagen y la llevan en procesión por todo el recinto, sin demasiado cuidado y con una devoción difícil de entender. A veces, la virgen parece que va a rodar por los suelos, pero casi siempre se endereza antes de que se consume el ridiculo.
¿Por qué las hermandades no se rebelan contra esto? ¿Cómo es posible que desprecien a todas las demás hermandades y sean ellos los dueños exclusivos de la Virgen? La única forma de salvar la situación es que las hermandades les planten cara a los almonteños, pero eso significaría una guerra y el final precipitado de la gran romería.
Lo de Almonte y su arrogancia es grave y conlleva un virus decadente y letal, a la larga. La jerarquía de la Iglesia debería mojarse en el asunto del Rocío, aunque solo sea para preservar el espíritu religioso que subsiste, pero le temen al riesgo más que los políticos. Prefieren la parálisis al error, quizás porque los errores demostrarian que el Espíritu Santo no está con ellos.
La dictadura de Almonte es el principal problema del Rocío, aunque no el único. Almonte impone su ley, politiza la romería y somete a las demás hermandades, a las que llama "filiales", mientras Almonte se reserva el título de "matriz", una distinción tan ajena al derecho canónico como al espíritu del evangelio. Esa arrogancia almonteña está minando la mejor romería de Europa y, probablemente, del mundo.
Almonte no acepta compartir el poder, ni adoptar decisiones colegiadas, ni realizar otra política que él ordenó y mando, como si un fenómeno tan universal como el Rocío, que recibe peregrinos de los cinco continentes, pudiera ser monopolizado por un ayuntamiento de pueblo.
La Junta de Andalucía apoya el monopolio de Almonte, la jerarquía católica carece de valentía y criterio para ordenar el caso y mientras tanto crecen los recelos y rechazos de las hermandades y de los romeros.
Y mientras tanto, la romería, como tantas otras cosas víctimas de tiranía y sin democracia, empieza adeteriorarse seriamente y a caer en las rencillas, el mal gusto y la más intensa frivolidad, Con la religiosidad en retroceso y con la elegancia y el buen gusto ausentes, el hermoso Rocío, el milagro de las marismas, ha iniciado su decadencia y caída.
Francisco Rubiales
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