Sánchez y sus barones socialistas, llenos de inquietud porque la imagen de Sánchez está podrida y puede hacerles perder las elecciones
Javier Lambán, presidente de Aragón y único barón socialista con valor y decencia, ha dicho una gran verdad que hiere en Moncloa: Mejor le hubiera ido a este país sin Sánchez. Es lo que piensan cientos de miles de socialistas asqueados de Sánchez, pero incapaces de criticarlo.
Los socialistas descontentos con Sánchez y sus abusos crecen como la espuma e integran ya un bloque desencantado, aunque cobarde y temeroso de apartarse del botín y de los privilegios del poder.
Muchos demócratas luchan, cada uno a su manera, por expulsar cuanto antes del poder a un tipo tan pernicioso como Sánchez, pero quién debería haberlo echado hace tiempo es el PSOE, aunque sólo fuera por supervivencia. Cada segundo que pasa es un segundo tarde y luego que no se quejen si se convierten en un partido irrelevante.
Algunos barones, ante la proximidad de las elecciones autonómicas, se despegan del sanchismo como pueden. Lambán y García Page son los dos ejemplos más evidentes, pero hay cientos de miles en la misma situación, convencidos de que Sánchez, si abre las urnas, llevará al partido al desastre y será peor todavía si decidiera no abrirlas o realizar un pucherazo delictivo.
El cambio del delito de sedición ha acentuado la necesidad de despegarse de un Sánchez contaminado, antidemocrático y dañino para España, que genera rechazo más allá de las ideologías, entre los demócratas y los españoles dignos y decentes.
Los políticos socialistas saben que Sánchez y su mala imagen de depredador arbitrario, con su política de amistad con los enemigos de España, su alianza con los comunistas y su política de expansión de la división y el odio, contaminará a todo candidato que se presente a las elecciones bajo las siglas PSOE.
Las encuestas, según numerosos expertos, reflejan sólo parcialmente el descrédito y el rechazo a Sánchez, que es mucho mayor del reflejado porque muchos ocultan su intención de castigarlo, temiendo las represalias del poder.
Objetivamente, el balance del sanchismo es terrible y sobrecogedor, lo bastante miserable para que los políticos rojos escapen y se despeguen de las siglos oficiales del partido: corrupción, abuso de poder, mentiras, estafa a los electores por hacer lo contrario de lo que prometió en campaña electoral, asalto a la Justicia, injusto reparto de los recursos públicos, descarado sometimiento a los catalanes y vascos que apoyan su gobierno, indulto de delincuentes catalanes, que ni siquiera se han arrepentido de su golpe de Estado, despenalización del delito de sedición, retirada de la guardia civil de Navarra y decenas de suciedades corruptas y arbitrariedades, entre las que destacan la compra, con dinero público, de medios de comunicación, voluntades y votos para seguir en el poder.
Francisco Rubiales
Los socialistas descontentos con Sánchez y sus abusos crecen como la espuma e integran ya un bloque desencantado, aunque cobarde y temeroso de apartarse del botín y de los privilegios del poder.
Muchos demócratas luchan, cada uno a su manera, por expulsar cuanto antes del poder a un tipo tan pernicioso como Sánchez, pero quién debería haberlo echado hace tiempo es el PSOE, aunque sólo fuera por supervivencia. Cada segundo que pasa es un segundo tarde y luego que no se quejen si se convierten en un partido irrelevante.
Algunos barones, ante la proximidad de las elecciones autonómicas, se despegan del sanchismo como pueden. Lambán y García Page son los dos ejemplos más evidentes, pero hay cientos de miles en la misma situación, convencidos de que Sánchez, si abre las urnas, llevará al partido al desastre y será peor todavía si decidiera no abrirlas o realizar un pucherazo delictivo.
El cambio del delito de sedición ha acentuado la necesidad de despegarse de un Sánchez contaminado, antidemocrático y dañino para España, que genera rechazo más allá de las ideologías, entre los demócratas y los españoles dignos y decentes.
Los políticos socialistas saben que Sánchez y su mala imagen de depredador arbitrario, con su política de amistad con los enemigos de España, su alianza con los comunistas y su política de expansión de la división y el odio, contaminará a todo candidato que se presente a las elecciones bajo las siglas PSOE.
Las encuestas, según numerosos expertos, reflejan sólo parcialmente el descrédito y el rechazo a Sánchez, que es mucho mayor del reflejado porque muchos ocultan su intención de castigarlo, temiendo las represalias del poder.
Objetivamente, el balance del sanchismo es terrible y sobrecogedor, lo bastante miserable para que los políticos rojos escapen y se despeguen de las siglos oficiales del partido: corrupción, abuso de poder, mentiras, estafa a los electores por hacer lo contrario de lo que prometió en campaña electoral, asalto a la Justicia, injusto reparto de los recursos públicos, descarado sometimiento a los catalanes y vascos que apoyan su gobierno, indulto de delincuentes catalanes, que ni siquiera se han arrepentido de su golpe de Estado, despenalización del delito de sedición, retirada de la guardia civil de Navarra y decenas de suciedades corruptas y arbitrariedades, entre las que destacan la compra, con dinero público, de medios de comunicación, voluntades y votos para seguir en el poder.
Francisco Rubiales
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