Con Juan Manuel Moreno al frente, el partido, con encefalograma plano, ni despega en las encuestas ni parece capaz de acceder al poder y tomar el relevo en Andalucía.
Eternamente dividido en Andalucía, donde la sombra de Javier Arenas sigue actuando en el partido, el PP, ante la evidencia de que no despega ni consigue que los andaluces le apoyen, en lugar de reflexionar y corregir sus fallos, que son enormes, emplea sus escasas fuerzas en afilar los cuchillos, en pequeñas conspiraciones y agudizar la vieja lucha intestina entre los bandos, que ahora son los de Arenas y del ministro Zoido.
El socialismo andaluz es hoy una tartana renqueante y carcomida por la vejez y la corrupción. Tiene a dos ex presidentes y a decenas de altos cargos del gobierno sentados ante el juez, implicados en turbios asuntos de corrupción, pero sigue imponiendo por el poder que ha tejido durante décadas porque el clientelismo, en el que ha empleado sus mejores esfuerzos y mucho dinero, todavía funciona. Si enfrente tiene solamente a un partido dividido, mermado por la influencia negativa de Rajoy y sin capacidad de comunicar ilusión y esperanza a sus electores, muchos de los cuales huyen hacia las urnas o hacia la emergente opción de Ciudadanos, el PP parece encaminarse hacia una nueva derrota, quizás la última como partido hegemónico en Andalucía, junto con el PSOE.
El desastre de Zapatero y el rechazo general desatado en España contra aquel torpe e inepto gobierno que nos arrojó de lleno en brazos de la crisis, casi garantizaban la victoria de Javier Arenas y el fin del gobierno socialista, pero los andaluces, ante las urnas, reaccionaron de manera inesperada y prefirieron seguir soportando el yugo socialista a entregar el poder a los que todavía, en muchas zonas rurales y entre las clases más humildes, son "los señoritos".
La torpeza del PP andaluz se reveló como enorme y casi eterna porque uno tras otro, sus líderes regionales caen víctimas del fracaso. El actual, Juan Manuel Moreno, no despega y su bagaje para derrotar a la maltrecha Susana parece insuficiente, a juzgar por lo que dicen las encuestas y se respira en el partido, donde abundan cada día más los desencantados y al que le están afectando los reflejos del deterioro de Rajoy y del auge de Ciudadanos, un partido que en Andalucía también está mermado de fuerzas porque muchos demócratas y andaluces decentes no entienden su apoyo a los socialistas en el gobierno.
Participé recientemente en un debate político en el que un profesor de derecho dijo que si el PSOE gana las próximas elecciones, habrá demostrado que "es invencible y que gobernará cien años". Fue una exageración consciente, pero la metáfora utilizada refleja la desesperación de los andaluces que soñamos con la regeneración ante la falta de partidos y de políticos capaces de ilusionar y sembrar esperanza.
Pensar que Andalucía, la tierra con más opciones de toda Europa para protagonizar un despegue económico espectacular, si estuviera bien gobernada y supiera aprovechar sus valores y ventajas, siga estando gobernada por el partido que la ha suscrito al atraso, a la mediocridad y a un socialismo silencioso pero implacable, que espanta a las empresas y al dinero, convierte el desempleo en endémico, cobra impuestos injustos y crueles, como el de sucesiones y donaciones, impone la baja calidad en la enseñanza, la sanidad y otros servicios básicos y ha construido el gobierno más intervencionista de toda Europa, significa resignarse a seguir condenando a los ciudadanos a vivir en un pasado que nunca se hace presente y en un presente que huele a podrido.
Francisco Rubiales
Eternamente dividido en Andalucía, donde la sombra de Javier Arenas sigue actuando en el partido, el PP, ante la evidencia de que no despega ni consigue que los andaluces le apoyen, en lugar de reflexionar y corregir sus fallos, que son enormes, emplea sus escasas fuerzas en afilar los cuchillos, en pequeñas conspiraciones y agudizar la vieja lucha intestina entre los bandos, que ahora son los de Arenas y del ministro Zoido.
El socialismo andaluz es hoy una tartana renqueante y carcomida por la vejez y la corrupción. Tiene a dos ex presidentes y a decenas de altos cargos del gobierno sentados ante el juez, implicados en turbios asuntos de corrupción, pero sigue imponiendo por el poder que ha tejido durante décadas porque el clientelismo, en el que ha empleado sus mejores esfuerzos y mucho dinero, todavía funciona. Si enfrente tiene solamente a un partido dividido, mermado por la influencia negativa de Rajoy y sin capacidad de comunicar ilusión y esperanza a sus electores, muchos de los cuales huyen hacia las urnas o hacia la emergente opción de Ciudadanos, el PP parece encaminarse hacia una nueva derrota, quizás la última como partido hegemónico en Andalucía, junto con el PSOE.
El desastre de Zapatero y el rechazo general desatado en España contra aquel torpe e inepto gobierno que nos arrojó de lleno en brazos de la crisis, casi garantizaban la victoria de Javier Arenas y el fin del gobierno socialista, pero los andaluces, ante las urnas, reaccionaron de manera inesperada y prefirieron seguir soportando el yugo socialista a entregar el poder a los que todavía, en muchas zonas rurales y entre las clases más humildes, son "los señoritos".
La torpeza del PP andaluz se reveló como enorme y casi eterna porque uno tras otro, sus líderes regionales caen víctimas del fracaso. El actual, Juan Manuel Moreno, no despega y su bagaje para derrotar a la maltrecha Susana parece insuficiente, a juzgar por lo que dicen las encuestas y se respira en el partido, donde abundan cada día más los desencantados y al que le están afectando los reflejos del deterioro de Rajoy y del auge de Ciudadanos, un partido que en Andalucía también está mermado de fuerzas porque muchos demócratas y andaluces decentes no entienden su apoyo a los socialistas en el gobierno.
Participé recientemente en un debate político en el que un profesor de derecho dijo que si el PSOE gana las próximas elecciones, habrá demostrado que "es invencible y que gobernará cien años". Fue una exageración consciente, pero la metáfora utilizada refleja la desesperación de los andaluces que soñamos con la regeneración ante la falta de partidos y de políticos capaces de ilusionar y sembrar esperanza.
Pensar que Andalucía, la tierra con más opciones de toda Europa para protagonizar un despegue económico espectacular, si estuviera bien gobernada y supiera aprovechar sus valores y ventajas, siga estando gobernada por el partido que la ha suscrito al atraso, a la mediocridad y a un socialismo silencioso pero implacable, que espanta a las empresas y al dinero, convierte el desempleo en endémico, cobra impuestos injustos y crueles, como el de sucesiones y donaciones, impone la baja calidad en la enseñanza, la sanidad y otros servicios básicos y ha construido el gobierno más intervencionista de toda Europa, significa resignarse a seguir condenando a los ciudadanos a vivir en un pasado que nunca se hace presente y en un presente que huele a podrido.
Francisco Rubiales
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