Trump desprecia profundamente a Pedro Sánchez, a quien considera un peligroso enemigo de la libertad
Vaya por delante que este análisis se hace considerando sólo lo que se puede leer y escuchar aquí en España, sin haber estado nunca en el país ni conocer gente de allí que puedan dar opiniones. Será necesariamente incompleto, esperando que los comentarios rellenen algunos, de los muchos, huecos que tendrá. También se intenta hacerlo de la forma más neutral posible, dentro, como es natural, de las preferencias personales, porque la asepsia absoluta no existe.
Lo primero es considerar qué tipo de país nos encontramos en este final de octubre y principio de noviembre.
Tradicionalmente, las ideas políticas de cada cual no importaban a la hora de las amistades, lo mismo que la religión de cada uno y otras consideraciones personales, era el mantra que nos contaban a la hora de decirnos cómo teníamos que ser nosotros en un país democrático. Las amistades se tenían en función de las afinidades al margen de la política y no de lo que pensaba cada uno. Sin embargo, eso ha cambiado, si eres simpatizante del partido rival, no puedes ser amigo mío. El partido es rival, no adversario, ni nada, rival a muerte. Eso no se ha conseguido todavía en España, donde tenemos amigos de todos los colores, aunque ciertamente, la afinidad política incide en lo profundo de esa amistad. Contaba una sobrina de Bin Laden, que vive en los USA, que ha perdido más amigos por ser simpatizante de Trump, que por ser sobrina de quién es.
Esta polarización es más acusada en las ciudades, mientras que en la “América profunda” lo es menos y las cosas se parecen a como eran hace veinte o treinta años.
La sociedad, al menos la urbana, está tan polarizada y hay tanta violencia política, que muchos hablan del principio de una guerra civil, que se declarará si Trump gana. El movimiento BLM, no se puede tomar a broma, están organizados y tienen armas, aparte otra serie de grupos más o menos insignificantes, que existen, pero que a la hora de lanzarse a la calle pueden arrastrar a mucha gente, especialmente de unas minorías totalmente fanatizadas por una propaganda fruto del marxismo cultural.
La sociedad useña está impregnada por el marxismo cultural, ha tardado muchos años, pero al final han conseguido sus fines. Una sociedad desmoralizada y con una mentalidad distinta a la tradicional, más parecida a la europea, donde la gente espera que los poderes públicos resuelvan sus problemas justo lo contrario que han pensado siempre, en donde es el individuo el que se busca la vida. Por eso hay que considerar que la violencia puede estallar en cualquier momento.
Desde aquí se insiste mucho en la cantidad de armas que tiene la gente y en el disparate de la Segunda Enmienda, sin embargo hay que considerar dos cosas: la primera es que la Segunda Enmienda se hizo para que los ciudadanos se defendieran de los gobiernos tiránicos, para que un gobernante no pueda obligar al pueblo a someterse y esto es lo más democrático que se puede encontrar y la segunda es considerar que casi el 80 % de las armas que intervienen en la violencia callejera son ilegales.
El Estado está ocupado por políticos profesionales, cosa que ha ocurrido siempre, pero ahora ya es exagerado. De modo que la separación de poderes cada vez se va difuminado más y en estos momentos no parece que se distingan demasiado de nosotros. En cuanto al cuarto poder, tan activo en otros tiempos, ahora esta dirigido a marcar la política del país y no a controlar los excesos de los gobernantes. Creo que es al contrario que aquí, donde es el gobierno el que impone a los medios lo que han de decir, mientras que allí son los medios los que le dicen al gobierno cómo ha de actuar.
Existen multitud de partidos, más que aquí, pero salvo dos, los demás son testimoniales. No sé y tal vez ni siquiera la mayoría de los useños sepa, no los nombres de los candidatos, sino siquiera cuantos se presentan. Al final todo se reduce a elegir entre dos. Eso tiene una ventaja democrática y es que uno gana teniendo más de la mitad de los votos y otro pierde, con menos de la mitad. Cierto que son votos electorales, pero es la forma que tienen y se han apañado durante más de doscientos años. Mientras que aquí, el ganador nunca llega a la mitad y normalmente tiene que recurrir a pactos, muchas veces contrarios a los intereses de sus votantes.
Tampoco debemos olvidar que en estas votaciones (ya casi no son elecciones), se elige a parte del senado y de la Cámara de Representantes, como cosa más espectacular, pero tal vez para los ciudadanos, menos importante, pues también se eligen gobernadores, parlamentarios estatales, concejales, jueces, jefes de policía y otra serie de cargos, con lo que el proceso de la votación en sí es muy complejo y se presta a la manipulación y mucho más si tenemos en cuenta que no hay papeletas, sino que se vota en máquinas y tradicionalmente se ha acusado al sistema mecánico de ser susceptible de manipulación. Y ya en estas elecciones, la sospecha de diversos tipos de manipulación está muy presente. Se menciona mucho el voto por correo, pero hay otras formas, como bien sabemos por aquí.
También debemos señalar que los gobernadores son los que eligen al colegio electoral de ese estado, es decir los que eligen al presidente y que normalmente lo hacen en función de los votos obtenidos por cada uno, pero no es obligatorio. Un gobernador puede dar los votos electorales a quién quiera. Sería un escándalo, pero sería legal.
Vanlop
Lo primero es considerar qué tipo de país nos encontramos en este final de octubre y principio de noviembre.
Tradicionalmente, las ideas políticas de cada cual no importaban a la hora de las amistades, lo mismo que la religión de cada uno y otras consideraciones personales, era el mantra que nos contaban a la hora de decirnos cómo teníamos que ser nosotros en un país democrático. Las amistades se tenían en función de las afinidades al margen de la política y no de lo que pensaba cada uno. Sin embargo, eso ha cambiado, si eres simpatizante del partido rival, no puedes ser amigo mío. El partido es rival, no adversario, ni nada, rival a muerte. Eso no se ha conseguido todavía en España, donde tenemos amigos de todos los colores, aunque ciertamente, la afinidad política incide en lo profundo de esa amistad. Contaba una sobrina de Bin Laden, que vive en los USA, que ha perdido más amigos por ser simpatizante de Trump, que por ser sobrina de quién es.
Esta polarización es más acusada en las ciudades, mientras que en la “América profunda” lo es menos y las cosas se parecen a como eran hace veinte o treinta años.
La sociedad, al menos la urbana, está tan polarizada y hay tanta violencia política, que muchos hablan del principio de una guerra civil, que se declarará si Trump gana. El movimiento BLM, no se puede tomar a broma, están organizados y tienen armas, aparte otra serie de grupos más o menos insignificantes, que existen, pero que a la hora de lanzarse a la calle pueden arrastrar a mucha gente, especialmente de unas minorías totalmente fanatizadas por una propaganda fruto del marxismo cultural.
La sociedad useña está impregnada por el marxismo cultural, ha tardado muchos años, pero al final han conseguido sus fines. Una sociedad desmoralizada y con una mentalidad distinta a la tradicional, más parecida a la europea, donde la gente espera que los poderes públicos resuelvan sus problemas justo lo contrario que han pensado siempre, en donde es el individuo el que se busca la vida. Por eso hay que considerar que la violencia puede estallar en cualquier momento.
Desde aquí se insiste mucho en la cantidad de armas que tiene la gente y en el disparate de la Segunda Enmienda, sin embargo hay que considerar dos cosas: la primera es que la Segunda Enmienda se hizo para que los ciudadanos se defendieran de los gobiernos tiránicos, para que un gobernante no pueda obligar al pueblo a someterse y esto es lo más democrático que se puede encontrar y la segunda es considerar que casi el 80 % de las armas que intervienen en la violencia callejera son ilegales.
El Estado está ocupado por políticos profesionales, cosa que ha ocurrido siempre, pero ahora ya es exagerado. De modo que la separación de poderes cada vez se va difuminado más y en estos momentos no parece que se distingan demasiado de nosotros. En cuanto al cuarto poder, tan activo en otros tiempos, ahora esta dirigido a marcar la política del país y no a controlar los excesos de los gobernantes. Creo que es al contrario que aquí, donde es el gobierno el que impone a los medios lo que han de decir, mientras que allí son los medios los que le dicen al gobierno cómo ha de actuar.
Existen multitud de partidos, más que aquí, pero salvo dos, los demás son testimoniales. No sé y tal vez ni siquiera la mayoría de los useños sepa, no los nombres de los candidatos, sino siquiera cuantos se presentan. Al final todo se reduce a elegir entre dos. Eso tiene una ventaja democrática y es que uno gana teniendo más de la mitad de los votos y otro pierde, con menos de la mitad. Cierto que son votos electorales, pero es la forma que tienen y se han apañado durante más de doscientos años. Mientras que aquí, el ganador nunca llega a la mitad y normalmente tiene que recurrir a pactos, muchas veces contrarios a los intereses de sus votantes.
Tampoco debemos olvidar que en estas votaciones (ya casi no son elecciones), se elige a parte del senado y de la Cámara de Representantes, como cosa más espectacular, pero tal vez para los ciudadanos, menos importante, pues también se eligen gobernadores, parlamentarios estatales, concejales, jueces, jefes de policía y otra serie de cargos, con lo que el proceso de la votación en sí es muy complejo y se presta a la manipulación y mucho más si tenemos en cuenta que no hay papeletas, sino que se vota en máquinas y tradicionalmente se ha acusado al sistema mecánico de ser susceptible de manipulación. Y ya en estas elecciones, la sospecha de diversos tipos de manipulación está muy presente. Se menciona mucho el voto por correo, pero hay otras formas, como bien sabemos por aquí.
También debemos señalar que los gobernadores son los que eligen al colegio electoral de ese estado, es decir los que eligen al presidente y que normalmente lo hacen en función de los votos obtenidos por cada uno, pero no es obligatorio. Un gobernador puede dar los votos electorales a quién quiera. Sería un escándalo, pero sería legal.
Vanlop
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