Imagen de la Habana, ciudad que fue hermosa y hoy es un despojo creado por el socialismo.
Se acerca el primero de mayo, y en numerosos países del mundo se celebra el Día del Trabajo. Vayamos directamente al fondo del problema. En Cuba el trabajo ha perdido su sentido, su vocación, su misión y sus resultados. Y aún más profundo, cuando se pierde todo eso se lesiona seriamente la dignidad de los trabajadores. En las actuales circunstancias del trabajo en Cuba, no solo se violan los derechos humanos de los trabajadores, sino que, por eso, se menoscaba la dignidad de la persona del que intenta vivir honestamente de su trabajo.
En efecto, en Cuba: el salario es del todo insuficiente para vivir dignamente; las condiciones del centro de trabajo son inhumanas por la falta de recursos, de electricidad, de agua, de un ambiente sano y seguro para el trabajador que, la mayoría del tiempo, debe trabajar sin el clima ni la ventilación adecuados a la temperatura de Cuba; el transportarse para ir a trabajar se ha convertido en una agonía adicional a la que se vive en el puesto de trabajo; el ambiente de chisme, de intriga, de delación, de desgano, de queja, de injusticia en el trato de los trabajadores es asfixiante; las exigencias para obtener resultados sin tener los recursos es inmoral; las supuestas organizaciones sindicales no son tales sino correas de transmisión de la administración, y así sería interminable la enumeración de las violaciones, injusticias y zozobras del que va a trabajar con la angustia adicional de que lo que cobra no le alcanza ni para empezar a sostener dignamente a su familia y, para más injusticia, la moneda en que se paga no es la misma en que se compra en las únicas tiendas que tienen un mínimo de abastecimiento.
Quiero referirme, además, a otras dos situaciones graves acerca del mundo del trabajo en Cuba que hieren profundamente la dignidad de la persona del trabajador:
La primera, como el salario no alcanza, los cubanos se han acostumbrado a robar. Para disfrazar la vergüenza y la inmoralidad del robo, se le llama “resolver”, “luchar”, “gestionar”. Pero la dura realidad es que, muchos asumen que para vivir hay que robar, o comprar de contrabando, o caer en la ilegalidad. Es tremendamente injusto y criminal inducir, por necesidad, a los seres humanos a robar para vivir y para dar de comer a sus hijos o a los ancianos de la familia.
Es verdad que el robo siempre ha existido y existe hasta en aquellos países en que el salario es justo. Pero eso se atribuye a una aberración personal de los vagos, de los delincuentes, de los que no recibieron una adecuada educación y a la miseria humana que inclina al error aún cuando no hay necesidad de ello. Pero cuando robar, “resolver”, se convierte en una necesidad, en la casi única forma de subsistir, la responsabilidad primera es del que comete el robo, pero hay una responsabilidad aún mayor, por el alcance y profundidad, de aquellos que, por tener el poder de decisión, crean o permiten, fomentan o toleran, estas estructuras de injusticia que crean la pobreza, producen la inflación, bloquean o limitan el emprendimiento privado, violan las leyes del mercado, y destrozan la economía.
Provocar este estado de hambre, miseria, pérdida de valores, ambiente generalizado de corrupción a todos los niveles de la sociedad cubana, no solo es éticamente inaceptable, sino que constituye un grave crimen contra los seres humanos, especialmente los niños, los ancianos y los más vulnerables, pero también contra aquellos que han recibido de su familia o de la Iglesia una formación ética suficiente como para resistirse a la tentación de caer en el robo.
La segunda situación es que el trabajo en Cuba pierde cada vez más, casi hasta el límite, su sentido y su razón, porque nos han acostumbrado y nos hemos dejado, inmoralmente, a vivir principalmente de las remesas de nuestros familiares porque el trabajo personal en Cuba no recibe la remuneración justa y es totalmente insuficiente. La solidaridad de la familia para paliar las necesidades de sus parientes que quedan en Cuba es admirable y ejemplar. Si no fuera por ello, hace tiempo que en Cuba se hubiera arribado a una crisis humanitaria de dimensiones inimaginables. Aún más que la que ya estamos viviendo.
Sin embargo, que las remesas de la familia, que vive de su duro y meritorio trabajo fuera de nuestra Patria, estén ayudando a paliar en algo las penurias de todo tipo en que vivimos, no puede provocar que olvidemos que esa ayuda provoca, sin quererlo, sin ni siquiera sospecharlo, un daño antropológico del que se acostumbra a no trabajar y, a la vez, produce el arraigo de una cultura de la dependencia del trabajo ajeno y fomenta un proceso de desvalorización y el desprestigio del trabajo propio. Que la forma de centralizar y dirigir nuestra economía cree dependencia del trabajo ajeno es, no solo lamentable sino condenable. Hay, sin duda una responsabilidad individual en cada uno de los que caen y se acomodan en esa dependencia y, desde ese comodín, se asientan en la vagancia, pero hay que ir a la causa profunda y sistémica que provoca que el trabajo en Cuba haya perdido su sentido y que el salario sea una especie de limosna que no alcanza ni para lo más esencial: es su modelo económico y político.
Teniendo en cuenta el análisis que hemos realizado hasta aquí, y muchas injusticias más, me pregunto: ¿qué hay que celebrar en Cuba, el primero de mayo, día de los trabajadores?
Dagoberto Valdes
En efecto, en Cuba: el salario es del todo insuficiente para vivir dignamente; las condiciones del centro de trabajo son inhumanas por la falta de recursos, de electricidad, de agua, de un ambiente sano y seguro para el trabajador que, la mayoría del tiempo, debe trabajar sin el clima ni la ventilación adecuados a la temperatura de Cuba; el transportarse para ir a trabajar se ha convertido en una agonía adicional a la que se vive en el puesto de trabajo; el ambiente de chisme, de intriga, de delación, de desgano, de queja, de injusticia en el trato de los trabajadores es asfixiante; las exigencias para obtener resultados sin tener los recursos es inmoral; las supuestas organizaciones sindicales no son tales sino correas de transmisión de la administración, y así sería interminable la enumeración de las violaciones, injusticias y zozobras del que va a trabajar con la angustia adicional de que lo que cobra no le alcanza ni para empezar a sostener dignamente a su familia y, para más injusticia, la moneda en que se paga no es la misma en que se compra en las únicas tiendas que tienen un mínimo de abastecimiento.
Quiero referirme, además, a otras dos situaciones graves acerca del mundo del trabajo en Cuba que hieren profundamente la dignidad de la persona del trabajador:
La primera, como el salario no alcanza, los cubanos se han acostumbrado a robar. Para disfrazar la vergüenza y la inmoralidad del robo, se le llama “resolver”, “luchar”, “gestionar”. Pero la dura realidad es que, muchos asumen que para vivir hay que robar, o comprar de contrabando, o caer en la ilegalidad. Es tremendamente injusto y criminal inducir, por necesidad, a los seres humanos a robar para vivir y para dar de comer a sus hijos o a los ancianos de la familia.
Es verdad que el robo siempre ha existido y existe hasta en aquellos países en que el salario es justo. Pero eso se atribuye a una aberración personal de los vagos, de los delincuentes, de los que no recibieron una adecuada educación y a la miseria humana que inclina al error aún cuando no hay necesidad de ello. Pero cuando robar, “resolver”, se convierte en una necesidad, en la casi única forma de subsistir, la responsabilidad primera es del que comete el robo, pero hay una responsabilidad aún mayor, por el alcance y profundidad, de aquellos que, por tener el poder de decisión, crean o permiten, fomentan o toleran, estas estructuras de injusticia que crean la pobreza, producen la inflación, bloquean o limitan el emprendimiento privado, violan las leyes del mercado, y destrozan la economía.
Provocar este estado de hambre, miseria, pérdida de valores, ambiente generalizado de corrupción a todos los niveles de la sociedad cubana, no solo es éticamente inaceptable, sino que constituye un grave crimen contra los seres humanos, especialmente los niños, los ancianos y los más vulnerables, pero también contra aquellos que han recibido de su familia o de la Iglesia una formación ética suficiente como para resistirse a la tentación de caer en el robo.
La segunda situación es que el trabajo en Cuba pierde cada vez más, casi hasta el límite, su sentido y su razón, porque nos han acostumbrado y nos hemos dejado, inmoralmente, a vivir principalmente de las remesas de nuestros familiares porque el trabajo personal en Cuba no recibe la remuneración justa y es totalmente insuficiente. La solidaridad de la familia para paliar las necesidades de sus parientes que quedan en Cuba es admirable y ejemplar. Si no fuera por ello, hace tiempo que en Cuba se hubiera arribado a una crisis humanitaria de dimensiones inimaginables. Aún más que la que ya estamos viviendo.
Sin embargo, que las remesas de la familia, que vive de su duro y meritorio trabajo fuera de nuestra Patria, estén ayudando a paliar en algo las penurias de todo tipo en que vivimos, no puede provocar que olvidemos que esa ayuda provoca, sin quererlo, sin ni siquiera sospecharlo, un daño antropológico del que se acostumbra a no trabajar y, a la vez, produce el arraigo de una cultura de la dependencia del trabajo ajeno y fomenta un proceso de desvalorización y el desprestigio del trabajo propio. Que la forma de centralizar y dirigir nuestra economía cree dependencia del trabajo ajeno es, no solo lamentable sino condenable. Hay, sin duda una responsabilidad individual en cada uno de los que caen y se acomodan en esa dependencia y, desde ese comodín, se asientan en la vagancia, pero hay que ir a la causa profunda y sistémica que provoca que el trabajo en Cuba haya perdido su sentido y que el salario sea una especie de limosna que no alcanza ni para lo más esencial: es su modelo económico y político.
Teniendo en cuenta el análisis que hemos realizado hasta aquí, y muchas injusticias más, me pregunto: ¿qué hay que celebrar en Cuba, el primero de mayo, día de los trabajadores?
Dagoberto Valdes
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