Si hasta ayer mismo la coyuntura le mostraba su faz o faceta más propicia, o sea, le era favorable (en grado elativo), quiero decir que era época de vacas gordas, rollizas, para la empresa farmacéutica suiza Roche, desde que los mass media japoneses airear(a-o)n ayer a los cuatro vientos o puntos cardinales que el Ministerio de Salud nipón (que yo ni entro ni salgo; ni quito ni pongo) investiga a conciencia las causas de las muertes de dos muchachos, que fallecieron tras padecer episodios de alucinaciones y comportamientos propios de dementes o desequilibrados después de tomar sendas cápsulas de “Tamiflu”, nombre del antiviral que más dinero está dando a Roche (y que apoya o refuerza la validez y vigencia de la frase hecha que toma por protagonista a tal) y que, llegado el caso de una pandemia de influenza aviar, tal vez (porque no es seguro, ciento por cien), podría atenuar los efectos patógenos y perniciosos o nocivos de la misma, las susomentadas vacas se han tornado magras, entecas.
Las razones o motivos de los dos susodichos óbitos es la comidilla o el tema estelar y/o más controvertido del simposio que está celebrando en Tokyo la Sociedad Japonesa de Enfermedades Infantiles Contagiosas.
En febrero de 2004, un joven de 17 años se tiró bajo un camión, siendo arrollado por sus ruedas, tras ingerir una pastilla del famoso antiviral, medicamento que sólo se expende en las farmacias del archipiélago nipón previa presentación de la preceptiva receta médica. Transcurridos 5 meses del luctuoso suceso, salió a la palestra un representante de la empresa distribuidora en Japón del mentado medicamento a reconocer que no cabía descartar una relación (estrecha o directa) entre la actitud suicida del joven y la ingesta del fármaco.
El segundo caso, acontecido este febrero, ergo, un año, poco más o menos, después del primero, lo protagonizó un chico de 14 primaveras que, después de tomar una pastilla de “Tamiflu” se arrojó al vacío desde una ventana del piso en el que vivía, un noveno.
Teniendo en cuenta y presentes dos consideraciones, que a ninguno de los dos muchachos nunca les fue diagnosticada antes ninguna perturbación mental, y que no había constancia de ningún antecedente familiar al respecto, el Ministerio de Salud nipón dirige su mirada acusatoria al medicamento de Roche, como posible desencadenante de la conducta suicida de los dos jóvenes.
Ángel Sáez García
Las razones o motivos de los dos susodichos óbitos es la comidilla o el tema estelar y/o más controvertido del simposio que está celebrando en Tokyo la Sociedad Japonesa de Enfermedades Infantiles Contagiosas.
En febrero de 2004, un joven de 17 años se tiró bajo un camión, siendo arrollado por sus ruedas, tras ingerir una pastilla del famoso antiviral, medicamento que sólo se expende en las farmacias del archipiélago nipón previa presentación de la preceptiva receta médica. Transcurridos 5 meses del luctuoso suceso, salió a la palestra un representante de la empresa distribuidora en Japón del mentado medicamento a reconocer que no cabía descartar una relación (estrecha o directa) entre la actitud suicida del joven y la ingesta del fármaco.
El segundo caso, acontecido este febrero, ergo, un año, poco más o menos, después del primero, lo protagonizó un chico de 14 primaveras que, después de tomar una pastilla de “Tamiflu” se arrojó al vacío desde una ventana del piso en el que vivía, un noveno.
Teniendo en cuenta y presentes dos consideraciones, que a ninguno de los dos muchachos nunca les fue diagnosticada antes ninguna perturbación mental, y que no había constancia de ningún antecedente familiar al respecto, el Ministerio de Salud nipón dirige su mirada acusatoria al medicamento de Roche, como posible desencadenante de la conducta suicida de los dos jóvenes.
Ángel Sáez García