Se confrontaron en Davos y ganó Milei por goleada. El argentino fue veraz, alabó la libetad y a las empresas, mientras Sánchez siguió mintiendo y fustigó tanto a las empresas como a la libertad individual
Hay un libro de Federico Sturzenegger titulado Yo no me quiero ir: claves y razones para apostar por la Argentina (Planeta Argentina 2013). Este imponente economista liberal, educado en Argentina y Estados Unidos, ha salido de la sombra mediática por ser el inspirador de un proyecto de reforma de la economía, la sociedad, la política y la cultura argentina que quiere poner en práctica el nuevo presidente Javier Milei y que, de hecho ya lo está haciendo desde el llamado Decreto Ómnibus.
Ocupó importantes cargos públicos desde sus comienzos como secretario de Política Económica de la República Argentina en 2001 en el gobierno de Fernando de la Rúa a presidente del Banco Ciudad de Buenos Aires con Mauricio Macri. También fue diputado nacional y finalmente Presidente del Banco Central de la República Argentina hasta 2018 bajo el mandato del propio Macri.
En el método Milei, lo que aparece inicialmente es el estudio detenido de los problemas de la nación argentina para hacer efectivas tres aspiraciones populares que conforman los cimientos de la República y la democracia: la defensa de la nación compartida, la prosperidad material de sus ciudadanos y la efectiva igualdad ante la ley haciendo inexpugnables los derechos a la vida, a la propiedad y a la máxima libertad compatible con la convivencia.
Es decir, es absolutamente necesario saber lo que funciona mal en un país, no en general, sino en detalle, minuciosamente, y determinar sus causas. Para ello hay que estudiar profundamente lo que va desviando a la Nación de su tradición democrática y próspera, de su aspiración al progreso real, material y moral y comenzar a hilvanar las soluciones escalonadamente sucesivas que habría que aplicar para que una degeneración como la argentina, (o como la española, pongamos por caso), sigan destruyendo su futuro.
Javier Milei cuenta que en su juventud dedicaba demasiadas horas al “arco”, a la portería de su amado fútbol y que, en una visita al supermercado con su madre, vio la barbarie de la inflación y decidió mutar los palos de arquero por el estudio esforzado de la economía. La inflación, es sabido, es el mayor crimen que se puede cometer contra los más pobres porque los saquea de forma inmisericorde y los hunde en la miseria más absoluta haciéndolos indiferentes, e incluso enemigos, del amor a la libertad y a la igualdad.
Federico Sturzenegger, a pesar de los problemas, no quería irse de Argentina, sino resolver sus dificultades y volver a situar a su República en la senda de la libertad maltratada obscenamente por los Kirchner, especialmente desde el mandato de la nefasta Cristina Fernández. Resumía así cuál era la situación:
“Efectivamente, en los años siguientes, el gobierno de Cristina nos fue adentrando en un laberinto cada vez más complejo e inentendible. Un laberinto que no sólo era económico, sino que también incluía un avance significativo sobre las libertades políticas e individuales. Para comienzos del año 2013, con ya 16 meses de recesión a cuestas, con inflación creciente, con un gobierno que removía jueces con la impunidad de un dictador, que cuando no podía removerlos cambiaba las instituciones para licuarles su poder o poder presionarlas, con la prensa maniatada o comprada, con la corrupción en niveles inéditos…y con un relato poderoso que parecía justificar todas las acciones del gobierno sobre la base de la construcción de una nueva sociedad, me pareció que había llegado el momento de plantar otra bandera. De explicar que otro camino es posible. Que hay otra Argentina que podemos construir”. (El parecido con el gobierno de Pedro Sánchez es inquietante).
Aunque nadie lo ha recordado, el partero del método original y civil para la reforma decisiva de la nación fue Mario Vargas Llosa cuando en 1987 optó por la reforma liberal de Perú para frenar su deriva totalitaria. Lo recuerda Sturzenegger subrayando el análisis del escritor en su artículo Hacia un Perú totalitario:
“El progreso de un país consiste en la extensión de la propiedad y de la libertad al mayor número de ciudadanos y en el fortalecimiento de unas reglas de juego -una legalidad y unas costumbres- que premien el esfuerzo y el talento, estimulen la responsabilidad, la iniciativa y la honestidad, y sancionen el parasitismo, el rentismo, la abulia y la inmoralidad. Todo ello es incompatible con un Estado macrocefálico donde el protagonista de la actividad económica será el funcionario en vez del empresario y el trabajador; y donde, en la mayoría de sus campos, la competencia habrá sido sustituida por un monopolio. Un Estado de esta índole desmoraliza y anula el espíritu empresarial y hace del tráfico de influencias y favores la profesión más codiciable y rentable.”
Vargas Llosa no lo consiguió en Perú, pero sí lo ha hecho, para muchos milagrosamente dado el poder inmenso de sus adversarios, Milei en Argentina. Tal vez la diferencia más llamativa ha sido la existencia de Internet y sus redes sociales, redes que los totalitarios de todo signo no logran controlar y que permite la expansión y circulación libre de las ideas al margen de los medios de comunicación tradicionales que pueden ser ocupados o comprados o vigilados por los gobiernos.
Añadía Sturzenegger que “Vargas Llosa contó cómo se había sumado a la vida política del Perú en 1987, organizando un movimiento de protesta que luego, casi sin quererlo, lo lanzaría a competir por la presidencia, durante las elecciones que terminaron depositando en el poder a Alberto Fujimori.”
Curioso es que tanto Milei como Vargas Llosa abrazaron causas imposibles a primera vista. El segundo, defendía a los banqueros libres de la obsesión nacionalizadora. El primero, ha defendido a pecho descubierto el capitalismo occidental, la “gran cosa mala” del izquierdismo multicolor y acéfalo de nuestros días. ¿Por qué? Porque habían estudiado a fondo al enemigo ideológico, marxismo, nacionalismo y en economía, el keynesianismo.
Ninguno de los dos hizo lo que hizo desde las estructuras de un partido. Segundo punto relevante del método. Al contrario, ambos optaron por la fragua de un movimiento civil anclado en la conciencia por un análisis concienzudo de la realidad de la vida del pueblo, por unas convicciones ideológicas y morales claras y sencillas de comprender y por la predicación continua de las mismas desde todos los foros posibles. Esta marea, iniciada originalmente en grupos reducidos pero muy activos y pedagógicos, logró crecer hasta el punto de casi ganar la presidencia de Perú y obtener brillante y desahogadamente la máxima autoridad política en Argentina.
No es que se desprecie la importancia de los partidos políticos, que son necesarios para muchas cosas, como se ha demostrado esta semana en el Parlamento Europeo con motivo de la vergonzosa amnistía a golpistas y a terroristas “buenos”. Se trata de que el movimiento primigenio de análisis, ideas, convicciones y voluntad de los que “no quieren irse ni rendirse” condense un mensaje claro que penetre en esos partidos y los alivie de sus artrosis burocráticas que les impide ver lo esencial para perderse en laberintos formales, jerárquicos y accidentales.
Pero para que se adentre en los partidos, siempre atentos a los votos y a los porcentajes, a lo inmediato y a lo cercano, el movimiento debe empapar antes a los ciudadanos que sienten su necesidad y los cambios que propone de forma que sea imposible que las cúpulas de los partidos ignoren o torpedeen el proyecto, sus ideas y sus metas. En Argentina, el realismo y la generosidad de todos han hecho posible que los partidos políticos asumieran reformas que ya se habían encarnado en el cuerpo nacional gracias al movimiento civil previo animado por Milei y sus allegados.
El tercer punto del método es la lluvia cultural constante lanzada a la conciencia de los ciudadanos libres de las propias alternativas generales y concretas. El poder filototalitario argentino pudo controlar muchas palancas, decisivas instituciones, varios instrumentos de poder, desde instancias judiciales a plataformas educativas, universitarias y de comunicación. Pero el surgimiento de las redes sociales y las nuevas tecnologías de transmisión de mensajes, ideas, actos y proyectos son, por ahora, incontrolables en su totalidad.
Se cree que el nazi Goebbels dedujo que el rumor de una falsedad (interesada y/o distribuida políticamente) podía viajar a más velocidad que el sonido y ser utilizada en provecho propio si se dominaba el arte de la propaganda. Pero en el siglo XX, las mentiras, las medias verdades, las intoxicaciones, las deformaciones y demás usos perversos de la propaganda eran poco detectables. Los comunistas españoles extendieron el falso rumor de que su asesinado por trotskista, Andrés Nin, se había pasado al bando nacional o al fascismo. Sólo mucho después se supo que fueron los propios comunistas, vía sus jefes del servicio secreto soviético, los que lo habían despellejado vivo en las afueras de Madrid.
Hoy, con la revolución técnica que va desde Internet a la IA, de la reproducción fiel de lo que ocurre casi al instante a la proliferación de redes y plataformas de coordinación de ideas y mensajes, vídeos, podcasts, memes y demás elementos aportadores de hechos innegables y conformadores de juicios de valor, aunque pueden manipularse y se intenta, no es tan fácil como lo era antes. Por ejemplo, en España, las mentiras de un presidente del Gobierno pueden comprobarse fácilmente en las redes sociales, facilitando así la información y las valoraciones políticas.
Lo mismo ha ocurrido en Argentina donde Milei, que optó inicialmente por el rechazo de la política de los partidos, ha vertido sus mensajes en la redes sociales mediante conferencias, encuentros, actos con simpatizantes, manifestaciones y manifiestos, escritura y publicitación de libros afines, documentales[i], clases on line…Su éxito fue tal que cuenta el propio Milei en El camino del libertario que rompieron las barreras de plataformas de transmisión en directo como Zoom, que permitían 10.000 conectados simultáneos con peticiones superiores a las 45.000. Poco a poco fue relacionándose con grupos y asociaciones simpatizantes en todo el territorio argentino, hartos de la miseria económica y el sentimiento de humillación nacional.
Su presencia en Whatsapp, Instagran, Youtube y demás tribunas electrónicas le permitió vincularse a una inmensa cantidad de jóvenes[ii] y vacunarlos contra el “tercerismo”, esa manía acomplejada y servil de buscar la aprobación o la censura en un tercero, apostando por la formación libre del carácter y las decisiones propias. Tras un intenso trabajo de más de diez años denominado hoy entre nosotros “batalla cultural”, despreciada por los partidos en cierto modo afines si no logra ser domesticada por sus jerarcas, Milei logró ser conocido, reconocido y distinguido con el afecto popular, simpatía por sus formas atípicas y alianza con su fondo rebelde. En 2021, ya fue señalado como la cuarta personalidad más conocida en Argentina.
Aunque en una primera fase consideraba que la batalla cultural era suficiente, decidió formalizar su ingreso en una estrategia política desde la formación La Libertad avanza con Victoria Villarruel. Tras dos años como diputado, en los que sorteó su sueldo afirmando que iba a vivir de sus conferencias e intervenciones públicas, su popularidad llegó a máximos inesperados.
Pero no era suficiente con popularizar el mensaje, con explicarlo y hacerlo entender. Además, hacía falta el estudio necesario de los cambios precisos para revertir una situación como la Argentina, atrapada en la miseria de la mitad de la población, con una hiperinflación empobrecedora, unas instituciones corrompidas o inoperantes y una extensión casi total de la ideología del Estado Interventor o Benefactor frente a las ideas de libertad, esfuerzo, mérito y propiedad. Es la cuarta dimensión del método.
¿Cómo se revierten tantos mecanismos jurídicos, políticos, morales, de costumbres, de inercias perversas para la regeneración de la democracia argentina y su prosperidad? Pues analizando con finura, con maestría y con conocimiento de causa por expertos prestigiosos qué medidas habría que tomar para lograr la reforma liberal de la sociedad y evitar que en un tiempo futuro pueda volver a prosperar el amor a la violencia, el estatismo y la dictadura que el amor a la libertad, a la propia responsabilidad y a la democracia.
En ese punto, fue decisiva la colaboración de Federico Sturzenegger, que a lo largo de años había diseñado un catálogo de las acciones jurídicas, políticas, sociales y culturales cuya aplicación podría lograr que Argentina dejara de estar entre los países más pobres y desprestigiados del planeta a pesar de sus recursos naturales y su potencia para prosperar.
La quinta y última parte del método Milei es la naturalidad y flexibilidad con la que ha pasado de protagonizar un combate cultural e ideológico sin precedentes contra los defensores del kirchne-peron-social-comunismo, a asumir la necesidad del acceso al poder político para realizar las reformas sin las cuales los objetivos de su liberalismo libertario quedarían en meras nebulosas metafísicas al margen de las instituciones y las leyes que repercuten en los hechos reales.
En esta parte de la metodología hay que destacar la facilidad y la cintura política de todo el centro derecha liberal argentino para asumir que el ganador de las elecciones fue Javier Milei pero que todos se necesitaban mutuamente. La realidad parlamentaria ha impuesto sus cesiones y concesiones, pero el proyecto sigue. Si piensan en lo que pasa en España entre PP y Vox verán lo lejos que estamos de tener la conciencia de la necesidad de la cooperación para decidir el futuro de España.
Sufrimos una degeneración diferente a la Argentina. Su vertiente política y cultural pesa, por ahora, más que su dimensión económica, que presenta también síntomas alarmantes. El peligro es la existencia misma de España, tal vez más grave que su retraso económico que también es real. Si en Argentina, se trata de recuperar la prosperidad que tuvo para rehabilitar la dignidad nacional desde la libertad, en España nos jugamos, además de lo mismo, la propia perduración histórica de la patria común.
El método expuesto en estas líneas exigiría disponer de una doctrina básica, clara y distinta de denominador común aceptable para toda la oposición civil, social, económica y política. Igualmente, exigiría una detección minuciosa de los boquetes jurídicos y políticos que han permitido o facilitado el naufragio actual y, cómo no, un paquete de reformas necesarias para impedir que los monstruos históricos vuelvan a vernos disfrazados de demócratas y a aterrarnos.
Del mismo modo, la batalla cultural por la libertad, que en Argentina se ha dado con pasión y aglutinación desde hace más de diez años, aquí, donde también se da, adquiere la forma de guerra de guerrillas sin coordinación y sin conexión alguna entre las diferentes personas y asociaciones que podrían estructurarla al margen de toda jerarquía política. Ni siquiera hay confeccionada una relación de colectivos, blogs, webs, asociaciones o grupos de afinidad que pudieran confluir en un acuerdo básico para influir en la generalización del frente cultural y moral.
Tampoco parece haber una personalidad destacada, parecida al notable Milei, capaz de catalizar toda las energías que produce la reacción contra las políticas antinacionales y anticonstitucionales de Pedro Sánchez y sus espantajos cleptoparásitos, de los que ha elegido ser portavoz y verdugo. Pero tampoco surge un grupo personalidades de trayectoria inmaculada y honorable que se atrevan a proponer y liderar un movimiento así, capaz de superar las rigideces de los partidos políticos sin olvidar sus ventajas, compensar sus desencantos y aglutinar a tanto desanimado y desconcertado como hay suelto.
Se me viene a la cabeza una relación precisa de personas intachables y capaces de hacer lo que debe hacerse prudentemente, esto es, de la mejor manera. Y me pondré a la tarea de relacionar cuántos y quiénes son los están dando la batalla cultural y desean la forja de un gobierno que revierta la destrucción nacional.
Finalmente, habida cuenta de la realidad socio-política de España se trata de que los objetivos de este movimiento civil influyan para forzar una agrupación de electores única – sea cual sea su forma -, que unifique y entusiasme el voto nacional fiel a la Constitución y al espíritu convivencial que la infunde. Su victoria será el primer paso para emprender una nueva etapa desde un gobierno sin complejos que evite el descuartizamiento de la nación, el asesinato del espíritu conciliador de la Transición y la pérdida de las libertades constitucionales.
El gran maestro Ortega, recuperado y revigorizado para las nuevas generaciones españolas por Agapito Maestre, era un demócrata cabal que conocía el valor de la verdad para la formación de los juicios y los votos. De hecho, contó en un artículo destinado a “la nueva generación argentina”, mucho antes de nacer Javier Milei, que existió en París una Union pour la verité en la que “los hombres de ciencia y de letras discutían entre sí, de espaldas al público, sin tolerarse vanos aspavientos, felonías ni otras ruindades inspiradas por el afán de quedar encima. Un rigoroso imperativo de veracidad presidía a la polémica. Yo pienso fundar en Madrid una sociedad parecida que se llamará “Diálogo”. Nunca lo hizo lamentablemente.
Nosotros podremos fundarla o desarrollarla a partir de instituciones ya existentes. Dios lo quiera por lo necesaria que sería. Y muchas otras cosas. Pero antes hemos de hacer lo que debemos. El método Milei puede inspirarnos algunas iniciativas, pero se trata de España y de la gravedad de su tragedia. Aunque el fin sea parecido, ideas y formas pueden ser diferentes. Lo que no puede permitirse es el irse o el rendirse.
Pedro de Tena
[i] Uno de ellos fue su épico y propio programa de TV en directo y abierto a todos en los canales sociales, “Demoliendo mitos”. Otro, su “Cátedra libre”.
[ii] Es una diferencia esencial con la oposición española y sus deseos de regeneración que reúnen a muchos menos jóvenes. Cómo vibrar al unísono con buena parte de la juventud española es un reto para el cambio.
Ocupó importantes cargos públicos desde sus comienzos como secretario de Política Económica de la República Argentina en 2001 en el gobierno de Fernando de la Rúa a presidente del Banco Ciudad de Buenos Aires con Mauricio Macri. También fue diputado nacional y finalmente Presidente del Banco Central de la República Argentina hasta 2018 bajo el mandato del propio Macri.
En el método Milei, lo que aparece inicialmente es el estudio detenido de los problemas de la nación argentina para hacer efectivas tres aspiraciones populares que conforman los cimientos de la República y la democracia: la defensa de la nación compartida, la prosperidad material de sus ciudadanos y la efectiva igualdad ante la ley haciendo inexpugnables los derechos a la vida, a la propiedad y a la máxima libertad compatible con la convivencia.
Es decir, es absolutamente necesario saber lo que funciona mal en un país, no en general, sino en detalle, minuciosamente, y determinar sus causas. Para ello hay que estudiar profundamente lo que va desviando a la Nación de su tradición democrática y próspera, de su aspiración al progreso real, material y moral y comenzar a hilvanar las soluciones escalonadamente sucesivas que habría que aplicar para que una degeneración como la argentina, (o como la española, pongamos por caso), sigan destruyendo su futuro.
Javier Milei cuenta que en su juventud dedicaba demasiadas horas al “arco”, a la portería de su amado fútbol y que, en una visita al supermercado con su madre, vio la barbarie de la inflación y decidió mutar los palos de arquero por el estudio esforzado de la economía. La inflación, es sabido, es el mayor crimen que se puede cometer contra los más pobres porque los saquea de forma inmisericorde y los hunde en la miseria más absoluta haciéndolos indiferentes, e incluso enemigos, del amor a la libertad y a la igualdad.
Federico Sturzenegger, a pesar de los problemas, no quería irse de Argentina, sino resolver sus dificultades y volver a situar a su República en la senda de la libertad maltratada obscenamente por los Kirchner, especialmente desde el mandato de la nefasta Cristina Fernández. Resumía así cuál era la situación:
“Efectivamente, en los años siguientes, el gobierno de Cristina nos fue adentrando en un laberinto cada vez más complejo e inentendible. Un laberinto que no sólo era económico, sino que también incluía un avance significativo sobre las libertades políticas e individuales. Para comienzos del año 2013, con ya 16 meses de recesión a cuestas, con inflación creciente, con un gobierno que removía jueces con la impunidad de un dictador, que cuando no podía removerlos cambiaba las instituciones para licuarles su poder o poder presionarlas, con la prensa maniatada o comprada, con la corrupción en niveles inéditos…y con un relato poderoso que parecía justificar todas las acciones del gobierno sobre la base de la construcción de una nueva sociedad, me pareció que había llegado el momento de plantar otra bandera. De explicar que otro camino es posible. Que hay otra Argentina que podemos construir”. (El parecido con el gobierno de Pedro Sánchez es inquietante).
Aunque nadie lo ha recordado, el partero del método original y civil para la reforma decisiva de la nación fue Mario Vargas Llosa cuando en 1987 optó por la reforma liberal de Perú para frenar su deriva totalitaria. Lo recuerda Sturzenegger subrayando el análisis del escritor en su artículo Hacia un Perú totalitario:
“El progreso de un país consiste en la extensión de la propiedad y de la libertad al mayor número de ciudadanos y en el fortalecimiento de unas reglas de juego -una legalidad y unas costumbres- que premien el esfuerzo y el talento, estimulen la responsabilidad, la iniciativa y la honestidad, y sancionen el parasitismo, el rentismo, la abulia y la inmoralidad. Todo ello es incompatible con un Estado macrocefálico donde el protagonista de la actividad económica será el funcionario en vez del empresario y el trabajador; y donde, en la mayoría de sus campos, la competencia habrá sido sustituida por un monopolio. Un Estado de esta índole desmoraliza y anula el espíritu empresarial y hace del tráfico de influencias y favores la profesión más codiciable y rentable.”
Vargas Llosa no lo consiguió en Perú, pero sí lo ha hecho, para muchos milagrosamente dado el poder inmenso de sus adversarios, Milei en Argentina. Tal vez la diferencia más llamativa ha sido la existencia de Internet y sus redes sociales, redes que los totalitarios de todo signo no logran controlar y que permite la expansión y circulación libre de las ideas al margen de los medios de comunicación tradicionales que pueden ser ocupados o comprados o vigilados por los gobiernos.
Añadía Sturzenegger que “Vargas Llosa contó cómo se había sumado a la vida política del Perú en 1987, organizando un movimiento de protesta que luego, casi sin quererlo, lo lanzaría a competir por la presidencia, durante las elecciones que terminaron depositando en el poder a Alberto Fujimori.”
Curioso es que tanto Milei como Vargas Llosa abrazaron causas imposibles a primera vista. El segundo, defendía a los banqueros libres de la obsesión nacionalizadora. El primero, ha defendido a pecho descubierto el capitalismo occidental, la “gran cosa mala” del izquierdismo multicolor y acéfalo de nuestros días. ¿Por qué? Porque habían estudiado a fondo al enemigo ideológico, marxismo, nacionalismo y en economía, el keynesianismo.
Ninguno de los dos hizo lo que hizo desde las estructuras de un partido. Segundo punto relevante del método. Al contrario, ambos optaron por la fragua de un movimiento civil anclado en la conciencia por un análisis concienzudo de la realidad de la vida del pueblo, por unas convicciones ideológicas y morales claras y sencillas de comprender y por la predicación continua de las mismas desde todos los foros posibles. Esta marea, iniciada originalmente en grupos reducidos pero muy activos y pedagógicos, logró crecer hasta el punto de casi ganar la presidencia de Perú y obtener brillante y desahogadamente la máxima autoridad política en Argentina.
No es que se desprecie la importancia de los partidos políticos, que son necesarios para muchas cosas, como se ha demostrado esta semana en el Parlamento Europeo con motivo de la vergonzosa amnistía a golpistas y a terroristas “buenos”. Se trata de que el movimiento primigenio de análisis, ideas, convicciones y voluntad de los que “no quieren irse ni rendirse” condense un mensaje claro que penetre en esos partidos y los alivie de sus artrosis burocráticas que les impide ver lo esencial para perderse en laberintos formales, jerárquicos y accidentales.
Pero para que se adentre en los partidos, siempre atentos a los votos y a los porcentajes, a lo inmediato y a lo cercano, el movimiento debe empapar antes a los ciudadanos que sienten su necesidad y los cambios que propone de forma que sea imposible que las cúpulas de los partidos ignoren o torpedeen el proyecto, sus ideas y sus metas. En Argentina, el realismo y la generosidad de todos han hecho posible que los partidos políticos asumieran reformas que ya se habían encarnado en el cuerpo nacional gracias al movimiento civil previo animado por Milei y sus allegados.
El tercer punto del método es la lluvia cultural constante lanzada a la conciencia de los ciudadanos libres de las propias alternativas generales y concretas. El poder filototalitario argentino pudo controlar muchas palancas, decisivas instituciones, varios instrumentos de poder, desde instancias judiciales a plataformas educativas, universitarias y de comunicación. Pero el surgimiento de las redes sociales y las nuevas tecnologías de transmisión de mensajes, ideas, actos y proyectos son, por ahora, incontrolables en su totalidad.
Se cree que el nazi Goebbels dedujo que el rumor de una falsedad (interesada y/o distribuida políticamente) podía viajar a más velocidad que el sonido y ser utilizada en provecho propio si se dominaba el arte de la propaganda. Pero en el siglo XX, las mentiras, las medias verdades, las intoxicaciones, las deformaciones y demás usos perversos de la propaganda eran poco detectables. Los comunistas españoles extendieron el falso rumor de que su asesinado por trotskista, Andrés Nin, se había pasado al bando nacional o al fascismo. Sólo mucho después se supo que fueron los propios comunistas, vía sus jefes del servicio secreto soviético, los que lo habían despellejado vivo en las afueras de Madrid.
Hoy, con la revolución técnica que va desde Internet a la IA, de la reproducción fiel de lo que ocurre casi al instante a la proliferación de redes y plataformas de coordinación de ideas y mensajes, vídeos, podcasts, memes y demás elementos aportadores de hechos innegables y conformadores de juicios de valor, aunque pueden manipularse y se intenta, no es tan fácil como lo era antes. Por ejemplo, en España, las mentiras de un presidente del Gobierno pueden comprobarse fácilmente en las redes sociales, facilitando así la información y las valoraciones políticas.
Lo mismo ha ocurrido en Argentina donde Milei, que optó inicialmente por el rechazo de la política de los partidos, ha vertido sus mensajes en la redes sociales mediante conferencias, encuentros, actos con simpatizantes, manifestaciones y manifiestos, escritura y publicitación de libros afines, documentales[i], clases on line…Su éxito fue tal que cuenta el propio Milei en El camino del libertario que rompieron las barreras de plataformas de transmisión en directo como Zoom, que permitían 10.000 conectados simultáneos con peticiones superiores a las 45.000. Poco a poco fue relacionándose con grupos y asociaciones simpatizantes en todo el territorio argentino, hartos de la miseria económica y el sentimiento de humillación nacional.
Su presencia en Whatsapp, Instagran, Youtube y demás tribunas electrónicas le permitió vincularse a una inmensa cantidad de jóvenes[ii] y vacunarlos contra el “tercerismo”, esa manía acomplejada y servil de buscar la aprobación o la censura en un tercero, apostando por la formación libre del carácter y las decisiones propias. Tras un intenso trabajo de más de diez años denominado hoy entre nosotros “batalla cultural”, despreciada por los partidos en cierto modo afines si no logra ser domesticada por sus jerarcas, Milei logró ser conocido, reconocido y distinguido con el afecto popular, simpatía por sus formas atípicas y alianza con su fondo rebelde. En 2021, ya fue señalado como la cuarta personalidad más conocida en Argentina.
Aunque en una primera fase consideraba que la batalla cultural era suficiente, decidió formalizar su ingreso en una estrategia política desde la formación La Libertad avanza con Victoria Villarruel. Tras dos años como diputado, en los que sorteó su sueldo afirmando que iba a vivir de sus conferencias e intervenciones públicas, su popularidad llegó a máximos inesperados.
Pero no era suficiente con popularizar el mensaje, con explicarlo y hacerlo entender. Además, hacía falta el estudio necesario de los cambios precisos para revertir una situación como la Argentina, atrapada en la miseria de la mitad de la población, con una hiperinflación empobrecedora, unas instituciones corrompidas o inoperantes y una extensión casi total de la ideología del Estado Interventor o Benefactor frente a las ideas de libertad, esfuerzo, mérito y propiedad. Es la cuarta dimensión del método.
¿Cómo se revierten tantos mecanismos jurídicos, políticos, morales, de costumbres, de inercias perversas para la regeneración de la democracia argentina y su prosperidad? Pues analizando con finura, con maestría y con conocimiento de causa por expertos prestigiosos qué medidas habría que tomar para lograr la reforma liberal de la sociedad y evitar que en un tiempo futuro pueda volver a prosperar el amor a la violencia, el estatismo y la dictadura que el amor a la libertad, a la propia responsabilidad y a la democracia.
En ese punto, fue decisiva la colaboración de Federico Sturzenegger, que a lo largo de años había diseñado un catálogo de las acciones jurídicas, políticas, sociales y culturales cuya aplicación podría lograr que Argentina dejara de estar entre los países más pobres y desprestigiados del planeta a pesar de sus recursos naturales y su potencia para prosperar.
La quinta y última parte del método Milei es la naturalidad y flexibilidad con la que ha pasado de protagonizar un combate cultural e ideológico sin precedentes contra los defensores del kirchne-peron-social-comunismo, a asumir la necesidad del acceso al poder político para realizar las reformas sin las cuales los objetivos de su liberalismo libertario quedarían en meras nebulosas metafísicas al margen de las instituciones y las leyes que repercuten en los hechos reales.
En esta parte de la metodología hay que destacar la facilidad y la cintura política de todo el centro derecha liberal argentino para asumir que el ganador de las elecciones fue Javier Milei pero que todos se necesitaban mutuamente. La realidad parlamentaria ha impuesto sus cesiones y concesiones, pero el proyecto sigue. Si piensan en lo que pasa en España entre PP y Vox verán lo lejos que estamos de tener la conciencia de la necesidad de la cooperación para decidir el futuro de España.
Sufrimos una degeneración diferente a la Argentina. Su vertiente política y cultural pesa, por ahora, más que su dimensión económica, que presenta también síntomas alarmantes. El peligro es la existencia misma de España, tal vez más grave que su retraso económico que también es real. Si en Argentina, se trata de recuperar la prosperidad que tuvo para rehabilitar la dignidad nacional desde la libertad, en España nos jugamos, además de lo mismo, la propia perduración histórica de la patria común.
El método expuesto en estas líneas exigiría disponer de una doctrina básica, clara y distinta de denominador común aceptable para toda la oposición civil, social, económica y política. Igualmente, exigiría una detección minuciosa de los boquetes jurídicos y políticos que han permitido o facilitado el naufragio actual y, cómo no, un paquete de reformas necesarias para impedir que los monstruos históricos vuelvan a vernos disfrazados de demócratas y a aterrarnos.
Del mismo modo, la batalla cultural por la libertad, que en Argentina se ha dado con pasión y aglutinación desde hace más de diez años, aquí, donde también se da, adquiere la forma de guerra de guerrillas sin coordinación y sin conexión alguna entre las diferentes personas y asociaciones que podrían estructurarla al margen de toda jerarquía política. Ni siquiera hay confeccionada una relación de colectivos, blogs, webs, asociaciones o grupos de afinidad que pudieran confluir en un acuerdo básico para influir en la generalización del frente cultural y moral.
Tampoco parece haber una personalidad destacada, parecida al notable Milei, capaz de catalizar toda las energías que produce la reacción contra las políticas antinacionales y anticonstitucionales de Pedro Sánchez y sus espantajos cleptoparásitos, de los que ha elegido ser portavoz y verdugo. Pero tampoco surge un grupo personalidades de trayectoria inmaculada y honorable que se atrevan a proponer y liderar un movimiento así, capaz de superar las rigideces de los partidos políticos sin olvidar sus ventajas, compensar sus desencantos y aglutinar a tanto desanimado y desconcertado como hay suelto.
Se me viene a la cabeza una relación precisa de personas intachables y capaces de hacer lo que debe hacerse prudentemente, esto es, de la mejor manera. Y me pondré a la tarea de relacionar cuántos y quiénes son los están dando la batalla cultural y desean la forja de un gobierno que revierta la destrucción nacional.
Finalmente, habida cuenta de la realidad socio-política de España se trata de que los objetivos de este movimiento civil influyan para forzar una agrupación de electores única – sea cual sea su forma -, que unifique y entusiasme el voto nacional fiel a la Constitución y al espíritu convivencial que la infunde. Su victoria será el primer paso para emprender una nueva etapa desde un gobierno sin complejos que evite el descuartizamiento de la nación, el asesinato del espíritu conciliador de la Transición y la pérdida de las libertades constitucionales.
El gran maestro Ortega, recuperado y revigorizado para las nuevas generaciones españolas por Agapito Maestre, era un demócrata cabal que conocía el valor de la verdad para la formación de los juicios y los votos. De hecho, contó en un artículo destinado a “la nueva generación argentina”, mucho antes de nacer Javier Milei, que existió en París una Union pour la verité en la que “los hombres de ciencia y de letras discutían entre sí, de espaldas al público, sin tolerarse vanos aspavientos, felonías ni otras ruindades inspiradas por el afán de quedar encima. Un rigoroso imperativo de veracidad presidía a la polémica. Yo pienso fundar en Madrid una sociedad parecida que se llamará “Diálogo”. Nunca lo hizo lamentablemente.
Nosotros podremos fundarla o desarrollarla a partir de instituciones ya existentes. Dios lo quiera por lo necesaria que sería. Y muchas otras cosas. Pero antes hemos de hacer lo que debemos. El método Milei puede inspirarnos algunas iniciativas, pero se trata de España y de la gravedad de su tragedia. Aunque el fin sea parecido, ideas y formas pueden ser diferentes. Lo que no puede permitirse es el irse o el rendirse.
Pedro de Tena
[i] Uno de ellos fue su épico y propio programa de TV en directo y abierto a todos en los canales sociales, “Demoliendo mitos”. Otro, su “Cátedra libre”.
[ii] Es una diferencia esencial con la oposición española y sus deseos de regeneración que reúnen a muchos menos jóvenes. Cómo vibrar al unísono con buena parte de la juventud española es un reto para el cambio.
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