Dijo Sánchez que "se acabaron los indultos por temas de corrupción y los aforamientos por problemas personales", pero en lugar de acabarse han proliferado, demostrando que existen dos Españas, la de los sometidos y la de los sátrapas impunes, la de los que controlan el poder y la de los que bastante tienen con sobrevivir. Soportar un liderazgo tan corrupto, injusto e indecente como el que representa el sanchismo es de esclavos.
Toda la estrategia del sanchismo, basada en dividir y enfrentar, además de ser indecente, colisiona con la verdad de que no hay dos Españas, sino sólo una, y que la otra es la anti-España.
Si un español se asoma a la televisión con frecuencia, como hace la mayoría, recibirá una lluvia de manipulaciones, consignas y mentiras orientadas a dividir, odiar al adversario y convencer a los incautos de que la izquierda es buena y la derecha mala. Ese es el sanchismo, pervertido y corrupto hasta la médula, que cuando se acercan las elecciones agita la sociedad y estimula el odio para, de ese modo, cosechar más votos, todos ellos votos del odio y el enfrentamiento.
El sanchismo es un fenómeno enfermizo que sólo puede germinar en sociedades degradas y podridas. Es un estado de putrefacción que se alimenta del rencor.
Todos los populismos tiránicos han recurrido a la misma receta: enfrentar a los ciudadanos e inventar enemigos que atraigan el odio. Los enemigos del sanchismo son las grandes empresas, la derecha, la verdad y la libertad.
Para alimentar el rencor han resucitado el peor pasado de España, sobre todo el de la Guerra Civil, y ocultado los momentos de grandeza, que siempre ocurrieron cuando la nación estaba unida. Reescriben la Historia solo para ganar votos y alimentar el odio.
Las leyes de Memoria Histórica y de Memoria Democrática son un estúpido intento de resucitar un pasado vergonzoso que a todos nos conviene olvidar. También es un cobarde y acomplejado intento de borrar la memoria del régimen franquista, quizás por miedo a que la gente empiece a compararlo con la actual democracia degenerada. Sea cual sea la razón, los que quieren enterrar el franquismo y desenterrar la versión de los perdedores en la guerra civil juegan con fuego y están destruyendo el que probablemente fue el mejor gesto de España en el siglo XX: aquella decisión colectiva, tras la muerte de Franco, de perdonar y olvidar el pasado violento para poder vivir el futuro en armonía y democracia.
El sanchismo se ha dedicado a alcanzar dos objetivos principales: perpetuarse en el poder y reescribir la historia para generar división y odio. Son pequeños dictadores adaptados a la democracia, que han sucumbido al vicio totalitario de borrar el pasado porque no les gusta e inventar uno que les conviene.
La experiencia demuestra que los que borran la historia y la reescriben siempre han sido gente débil y acomplejada. La gente fuerte, segura de si misma y dotada de razones y argumentos, acepta la historia y, si no la comparte, compite con ella para darle otra orientación, pero lo hacen con ideas y con las armas del intelecto, no con el Boletin Oficial del Estado. Luchar contra la historia con la inteligencia es osadía intelectual, pero hacerlo amparándose en el poder político es totalitarismo acomplejado.
Los muy torpes ni siquiera han aprendido que, al querer eliminar la memoria de personajes históricos controvertidos, lo que que consiguen es convertirlos en mitos.
No me resisto a enlazar un artículo sobre la memoria histórica tan cruel y despiadado como bien escrito. Se llama "El caudillo Franco prohibido por el caudillo Z" y está en el blog Humanidad y Tiempo. Leanlo y estremézcanse.
Francisco Rubiales
Toda la estrategia del sanchismo, basada en dividir y enfrentar, además de ser indecente, colisiona con la verdad de que no hay dos Españas, sino sólo una, y que la otra es la anti-España.
Si un español se asoma a la televisión con frecuencia, como hace la mayoría, recibirá una lluvia de manipulaciones, consignas y mentiras orientadas a dividir, odiar al adversario y convencer a los incautos de que la izquierda es buena y la derecha mala. Ese es el sanchismo, pervertido y corrupto hasta la médula, que cuando se acercan las elecciones agita la sociedad y estimula el odio para, de ese modo, cosechar más votos, todos ellos votos del odio y el enfrentamiento.
El sanchismo es un fenómeno enfermizo que sólo puede germinar en sociedades degradas y podridas. Es un estado de putrefacción que se alimenta del rencor.
Todos los populismos tiránicos han recurrido a la misma receta: enfrentar a los ciudadanos e inventar enemigos que atraigan el odio. Los enemigos del sanchismo son las grandes empresas, la derecha, la verdad y la libertad.
Para alimentar el rencor han resucitado el peor pasado de España, sobre todo el de la Guerra Civil, y ocultado los momentos de grandeza, que siempre ocurrieron cuando la nación estaba unida. Reescriben la Historia solo para ganar votos y alimentar el odio.
Las leyes de Memoria Histórica y de Memoria Democrática son un estúpido intento de resucitar un pasado vergonzoso que a todos nos conviene olvidar. También es un cobarde y acomplejado intento de borrar la memoria del régimen franquista, quizás por miedo a que la gente empiece a compararlo con la actual democracia degenerada. Sea cual sea la razón, los que quieren enterrar el franquismo y desenterrar la versión de los perdedores en la guerra civil juegan con fuego y están destruyendo el que probablemente fue el mejor gesto de España en el siglo XX: aquella decisión colectiva, tras la muerte de Franco, de perdonar y olvidar el pasado violento para poder vivir el futuro en armonía y democracia.
El sanchismo se ha dedicado a alcanzar dos objetivos principales: perpetuarse en el poder y reescribir la historia para generar división y odio. Son pequeños dictadores adaptados a la democracia, que han sucumbido al vicio totalitario de borrar el pasado porque no les gusta e inventar uno que les conviene.
La experiencia demuestra que los que borran la historia y la reescriben siempre han sido gente débil y acomplejada. La gente fuerte, segura de si misma y dotada de razones y argumentos, acepta la historia y, si no la comparte, compite con ella para darle otra orientación, pero lo hacen con ideas y con las armas del intelecto, no con el Boletin Oficial del Estado. Luchar contra la historia con la inteligencia es osadía intelectual, pero hacerlo amparándose en el poder político es totalitarismo acomplejado.
Los muy torpes ni siquiera han aprendido que, al querer eliminar la memoria de personajes históricos controvertidos, lo que que consiguen es convertirlos en mitos.
No me resisto a enlazar un artículo sobre la memoria histórica tan cruel y despiadado como bien escrito. Se llama "El caudillo Franco prohibido por el caudillo Z" y está en el blog Humanidad y Tiempo. Leanlo y estremézcanse.
Francisco Rubiales
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