El Rey está enfadado con Pedro Sánchez. Ojalá se atreva a frenar su agresión a España y su asalto a la legalidad
*Felipe VI*.- ¿Me trae usted, señor Sánchez, el aval de más de 175 diputados?
*Sánchez*.- No, pero lo tendré si me firma la amnistía para Junts.
*Felipe VI*.- No; es ahora mismo cuando me tiene que presentar el aval.
*Sánchez*.- No lo tengo porque se me ha negado, por su parte y anteriormente, la firma de la ley que me piden para votarme: la amnistía para los soberanistas catalanes.
*Felipe VI*.- Esa ley es anticonstitucional. Lo dijo usted mismo, y muchos de sus ministros, en campaña electoral. No tiene derecho a cambiar de opinión a dos meses de haber recibido los votos, de quienes le creyeron que, en ningún caso, habría amnistía. No puedo firmar esa ley, ni otra que, por ejemplo, reinstaure la pena de muerte en la nación. No necesito consulta alguna, aunque las tengo –y dotadas de conclusiones muy serias y experimentadas– para creer que esa amnistía es inconstitucional, cuando no anticonstitucional. Con todo, me basta con mi formación personal para detectar la no pertinencia de esa ley en un marco democrático, como el que nos dio la Constitución del 78.
*Sánchez*.- Eso, el Tribunal Constitucional lo dirá, nadie más en el país. ¡Nadie más!
*Felipe VI*.- El Tribunal Constitucional actúa cuando la ley está promulgada. Sin mi firma, no lo está.
*Sánchez*.- También cuando alguien, como el presidente del gobierno, solicita amparo.
*Felipe VI*.- La Corona también lo puede pedir. Y llegar al Tribunal de La Haya o algún otro europeo. Pero, qué sorpresa, creí que no eran, ni usted, ni su mayoría, partidarios de judicializar la política. Si lo hace estará conculcando otra decisión anterior suya, aparte de las que ya ha dejado atrás. Le recuerdo que el Rey puede disolver las Cortes y convocar nuevas elecciones. Lo dice la Constitución, mírelo. O encargar el gobierno a una tercera persona. Eso hará la Corona, si usted no consigue esos votos que le faltan para tener mayoría, sin esa ley que me pide firmar. Y, además, tienen que venir a decirme su decisión, cada una de las partes del Congreso que, teóricamente, le apoyan. Necesito la fehaciencia de sus decisiones, escuchadas de su propia boca.
*Sánchez* (levantándose).- Muy bien, Señor, entendido. Aténgase a las consecuencias. La mayoría de españoles está esperando la república, ¿lo sabe?
*Felipe VI*.- Lo que yo sepa o no, carece de importancia. Entre esas cosas que sé, está la de que Puigdemont, una vez en España y amnistiado, pedirá ocupar plaza en el Senado, y usted le cederá uno de los escaños autonómicos correspondientes al PSOE, a cambio de votar sus presupuestos. Y, después ocupará sitio en el Congreso, como Feijoo cuando sustituyó a Casado. Desde su escaño lo teledirigirá a usted.
*Sánchez* (en pie).- Ese supuesto de aritmética parlamentaria sería normal en una república.
*Felipe VI*.- Perfecto. Ya veo que se van. Mi ayudante les acompañará a la salida.
Santiago Delgado
*Sánchez*.- No, pero lo tendré si me firma la amnistía para Junts.
*Felipe VI*.- No; es ahora mismo cuando me tiene que presentar el aval.
*Sánchez*.- No lo tengo porque se me ha negado, por su parte y anteriormente, la firma de la ley que me piden para votarme: la amnistía para los soberanistas catalanes.
*Felipe VI*.- Esa ley es anticonstitucional. Lo dijo usted mismo, y muchos de sus ministros, en campaña electoral. No tiene derecho a cambiar de opinión a dos meses de haber recibido los votos, de quienes le creyeron que, en ningún caso, habría amnistía. No puedo firmar esa ley, ni otra que, por ejemplo, reinstaure la pena de muerte en la nación. No necesito consulta alguna, aunque las tengo –y dotadas de conclusiones muy serias y experimentadas– para creer que esa amnistía es inconstitucional, cuando no anticonstitucional. Con todo, me basta con mi formación personal para detectar la no pertinencia de esa ley en un marco democrático, como el que nos dio la Constitución del 78.
*Sánchez*.- Eso, el Tribunal Constitucional lo dirá, nadie más en el país. ¡Nadie más!
*Felipe VI*.- El Tribunal Constitucional actúa cuando la ley está promulgada. Sin mi firma, no lo está.
*Sánchez*.- También cuando alguien, como el presidente del gobierno, solicita amparo.
*Felipe VI*.- La Corona también lo puede pedir. Y llegar al Tribunal de La Haya o algún otro europeo. Pero, qué sorpresa, creí que no eran, ni usted, ni su mayoría, partidarios de judicializar la política. Si lo hace estará conculcando otra decisión anterior suya, aparte de las que ya ha dejado atrás. Le recuerdo que el Rey puede disolver las Cortes y convocar nuevas elecciones. Lo dice la Constitución, mírelo. O encargar el gobierno a una tercera persona. Eso hará la Corona, si usted no consigue esos votos que le faltan para tener mayoría, sin esa ley que me pide firmar. Y, además, tienen que venir a decirme su decisión, cada una de las partes del Congreso que, teóricamente, le apoyan. Necesito la fehaciencia de sus decisiones, escuchadas de su propia boca.
*Sánchez* (levantándose).- Muy bien, Señor, entendido. Aténgase a las consecuencias. La mayoría de españoles está esperando la república, ¿lo sabe?
*Felipe VI*.- Lo que yo sepa o no, carece de importancia. Entre esas cosas que sé, está la de que Puigdemont, una vez en España y amnistiado, pedirá ocupar plaza en el Senado, y usted le cederá uno de los escaños autonómicos correspondientes al PSOE, a cambio de votar sus presupuestos. Y, después ocupará sitio en el Congreso, como Feijoo cuando sustituyó a Casado. Desde su escaño lo teledirigirá a usted.
*Sánchez* (en pie).- Ese supuesto de aritmética parlamentaria sería normal en una república.
*Felipe VI*.- Perfecto. Ya veo que se van. Mi ayudante les acompañará a la salida.
Santiago Delgado
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