El grito nocturno del estallido francés pone de relieve que la conjunción del multiculturalismo y el relativismo son un revulsivo de la convivencia y de la estabilidad serena y pacífica; las ideologías y las creencias encontradas generan conflictos agudos y difíciles de desmontar. En Francia creían resuelto el problema de la integración de los musulmanes, al dejar correr las aguas del olvido en los guetos de los suburbios y vivir ignorando el enfrentamiento del islamismo con el liberalismo occidental.
Es preciso no olvidar el pasado y tener el pensamiento en el presente. Hace ya casi treinta años, que el Presidente de Argelia, Huari Bumedian, sentenciaba, en la tribuna de oradores de las Naciones Unidas, con perentoriedad: “Un día millones de hombres abandonarán el hemisferio sur para irrumpir en el hemisferio norte. Y no lo harán precisamente como amigos. Porque irán para conquistarlo. Y lo conquistarán poblándolo con sus hijos. Será el vientre de nuestras mujeres el que nos dé la victoria”. La profecía se cumple con la ayuda de Alá, al fin, ha llegado: es hoy. Recuérdese, lo que ya decíamos en el mes de julio: “El complicado y extenso entramado de la yihad neosalafista global se propone la reislamización de la juventud musulmana en Europa, la reeducación que combate la integración y suscita la incitación a la yihad, la obtención de fondos y la difusión de consignas islamistas. El ámbito de operaciones yihadistas, como ya expresó el instigador Ben Laden allá por los noventa, no se encuentra limitado por ninguna circunstancia ni esfera geográfica; su idea es conseguir la reunificación política del orbe musulmán en un imperio político islámico: la fundación de un gran califato, cuyo dominio abarcará, desde el extremo occidental del Mediterráneo, hasta los territorios del sudeste asiático”.
La política de puertas abiertas y el papanatismo ramplón que, con facilidad, habla de integración, trae estas consecuencias. Los islámicos no se integran, no dejan nunca sus usos y costumbres, exigen con tesón y prepotencia que sean los otros los que se adapten a sus “derechos” y creencias. Hoy, en Francia, el Islam que, curiosamente, significa Sumisión, es la segunda religión de la República; en estos últimos años, con extraña prontitud, se han levantado unas mil setecientas mezquitas, provistas de altos minaretes y de almuecines fanatizados por Arabia Saudita. Como los bárbaros acabaron con el Imperio Romano desde dentro, así los hijos del Islam, desde el vientre de sus madres, someterán toda Europa; el diez por ciento de los nacidos al año, en la Unión Europea, serán fieles de Mahoma. Es preciso, por consiguiente, que las directrices y mandatos de ayatolás y talibanes inunden la mente de sus siervos, vivan en los barrios de París, de Bruselas o en los adyacentes de las Ramblas de de Barcelona, amparados, unos por la pobre cultura de discípulos como Claude Levi Strauss y otros, por la de Manuela de Madre, figuras de consistente “sabiduría” y de ignorantes e ilusos entusiasmos. Hay manuales en la enseñanza pública que inducen a pensar que las causas de la pobreza y la terribles injusticias del capitalismo viven en los rascacielos de Nueva York.
Y es que -no se alarmen-, hay una pléyade de “sabios” neófitos, para los que Alá no sólo es grande y misericordioso, sino también antiyankee, antisocial-demócrata, antineoliberal y antioccidental. La Historia no les gusta, tratan de reescribirla; de hecho, ya lo han hecho en los libros de texto. La Europa de civilización ancestral les desagrada. El cristianismo europeo, asentado en los siglos, no existe y lo que haya lo ignoran y lo destruyen.
La Historia es implacable, está ahí, inmutable. Aquel que la echa en el olvido está llamado a repetirla.
Camilo Valverde Mudarra
Es preciso no olvidar el pasado y tener el pensamiento en el presente. Hace ya casi treinta años, que el Presidente de Argelia, Huari Bumedian, sentenciaba, en la tribuna de oradores de las Naciones Unidas, con perentoriedad: “Un día millones de hombres abandonarán el hemisferio sur para irrumpir en el hemisferio norte. Y no lo harán precisamente como amigos. Porque irán para conquistarlo. Y lo conquistarán poblándolo con sus hijos. Será el vientre de nuestras mujeres el que nos dé la victoria”. La profecía se cumple con la ayuda de Alá, al fin, ha llegado: es hoy. Recuérdese, lo que ya decíamos en el mes de julio: “El complicado y extenso entramado de la yihad neosalafista global se propone la reislamización de la juventud musulmana en Europa, la reeducación que combate la integración y suscita la incitación a la yihad, la obtención de fondos y la difusión de consignas islamistas. El ámbito de operaciones yihadistas, como ya expresó el instigador Ben Laden allá por los noventa, no se encuentra limitado por ninguna circunstancia ni esfera geográfica; su idea es conseguir la reunificación política del orbe musulmán en un imperio político islámico: la fundación de un gran califato, cuyo dominio abarcará, desde el extremo occidental del Mediterráneo, hasta los territorios del sudeste asiático”.
La política de puertas abiertas y el papanatismo ramplón que, con facilidad, habla de integración, trae estas consecuencias. Los islámicos no se integran, no dejan nunca sus usos y costumbres, exigen con tesón y prepotencia que sean los otros los que se adapten a sus “derechos” y creencias. Hoy, en Francia, el Islam que, curiosamente, significa Sumisión, es la segunda religión de la República; en estos últimos años, con extraña prontitud, se han levantado unas mil setecientas mezquitas, provistas de altos minaretes y de almuecines fanatizados por Arabia Saudita. Como los bárbaros acabaron con el Imperio Romano desde dentro, así los hijos del Islam, desde el vientre de sus madres, someterán toda Europa; el diez por ciento de los nacidos al año, en la Unión Europea, serán fieles de Mahoma. Es preciso, por consiguiente, que las directrices y mandatos de ayatolás y talibanes inunden la mente de sus siervos, vivan en los barrios de París, de Bruselas o en los adyacentes de las Ramblas de de Barcelona, amparados, unos por la pobre cultura de discípulos como Claude Levi Strauss y otros, por la de Manuela de Madre, figuras de consistente “sabiduría” y de ignorantes e ilusos entusiasmos. Hay manuales en la enseñanza pública que inducen a pensar que las causas de la pobreza y la terribles injusticias del capitalismo viven en los rascacielos de Nueva York.
Y es que -no se alarmen-, hay una pléyade de “sabios” neófitos, para los que Alá no sólo es grande y misericordioso, sino también antiyankee, antisocial-demócrata, antineoliberal y antioccidental. La Historia no les gusta, tratan de reescribirla; de hecho, ya lo han hecho en los libros de texto. La Europa de civilización ancestral les desagrada. El cristianismo europeo, asentado en los siglos, no existe y lo que haya lo ignoran y lo destruyen.
La Historia es implacable, está ahí, inmutable. Aquel que la echa en el olvido está llamado a repetirla.
Camilo Valverde Mudarra
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