El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, ha sido el principal acusador de China y quien ha levantado la mayoría de las sospechas y recelos que se ciernen sobre el comunismo chino. Al margen de la lucha ideológica y de la competencia entre China y Estados Unidos por el liderazgo económico y militar, parece que hay razones objetivas suficientes para recelar de China y temer su creciente poderío e influencia.
Desde que la Organización Mundial del Comercio (OMC) admitió a China como miembro, la ruina económica ha llegado a Occidente, víctima del
expansionismo voraz chino, sin ningún tipo de ética ni respeto a la propiedad intelectual. China hace dumping social, devalúa artificialmente su moneda para favorecer sus exportaciones, nos han invadido con sus bazares, en detrimento de nuestras tiendas de proximidad, ha reventado nuestros mercados y ha provocado la deslocalización de nuestras industrias, todo ello con la complicidad y la traición de las elites occidentales, que cada día admiran más el modelo de poder vigente en China.
Los chinos han construido su poder desmontando el poder del resto de las grandes naciones del mundo, fabricando barato para ellas, copiando sus diseños y patentes, aprendiendo a destruirlas, dominando, poco a poco, sus economías. Para controlar el mundo, practica el parasitismo, falsifica todo tipo de productos y se apodera de polígonos industriales y otros espacios de valor estratégico. Su política es claramente una inversión de dominio y control mundial.
China, desde la óptica política e ideológica, es hoy, aunque lo disimule con extremo cuidado, el principal soporte mundial del totalitarismo y la retaguardia que sostiene y alimenta al comunismo y a todas las doctrinas que propugnan la destrucción del mundo occidental y el ascenso de la tiranías.
La aparición en la ciudad china de Wuhan del coronavirus que ha arruinado al mundo y que ha provocado el retroceso de todas las economías del mundo, excepto la China, y ha servido para debilitar la democracia y elevar peligrosamente el poder y el control de los estados sobre los ciudadanos, ha disparado las sospechas sobre el carácter estratégico de la pandemia y su inmensa contribución a acabar con la democracia y las libertades vigentes.
Aunque no existen pruebas, millones de personas sospechan que el virus que hoy nos tiene postrados y asustados es un producto de laboratorio diseñado para cambiar el mundo.
La mayoría de los países del mundo se comportan como cómplices del asalto chino al poder mundial, colaborando directamente y guardando silencio ante los abusos y atropellos de China, un país que ha empleado sus grandes excedentes de dinero, procedentes del comercio, en comprar deuda extranjera, hasta el punto de que muchos países desarrollados son hoy dependientes del gran acreedor chino, un país con gran poder e influencia en las economías de mas de medio mundo.
Sólo Trump. que es un outsider de la política y un espíritu libre de los grandes compromisos de las élites mundiales se ha atrevido a denunciar el peligroso y nocivo papel de China en el concierto mundial y la enorme amenaza que China representa para la democracia, las libertades y los derechos.
Muchos observadores y analistas tememos que si China consolida su liderazgo mundial, el mundo cambiará y se hará más esclavo y dependiente de gobiernos totalitarios y sin otro control que el que ejercen los grandes poderes e intereses ocultos que gobiernan el planeta desde las sombras.
Francisco Rubiales
Desde que la Organización Mundial del Comercio (OMC) admitió a China como miembro, la ruina económica ha llegado a Occidente, víctima del
expansionismo voraz chino, sin ningún tipo de ética ni respeto a la propiedad intelectual. China hace dumping social, devalúa artificialmente su moneda para favorecer sus exportaciones, nos han invadido con sus bazares, en detrimento de nuestras tiendas de proximidad, ha reventado nuestros mercados y ha provocado la deslocalización de nuestras industrias, todo ello con la complicidad y la traición de las elites occidentales, que cada día admiran más el modelo de poder vigente en China.
Los chinos han construido su poder desmontando el poder del resto de las grandes naciones del mundo, fabricando barato para ellas, copiando sus diseños y patentes, aprendiendo a destruirlas, dominando, poco a poco, sus economías. Para controlar el mundo, practica el parasitismo, falsifica todo tipo de productos y se apodera de polígonos industriales y otros espacios de valor estratégico. Su política es claramente una inversión de dominio y control mundial.
China, desde la óptica política e ideológica, es hoy, aunque lo disimule con extremo cuidado, el principal soporte mundial del totalitarismo y la retaguardia que sostiene y alimenta al comunismo y a todas las doctrinas que propugnan la destrucción del mundo occidental y el ascenso de la tiranías.
La aparición en la ciudad china de Wuhan del coronavirus que ha arruinado al mundo y que ha provocado el retroceso de todas las economías del mundo, excepto la China, y ha servido para debilitar la democracia y elevar peligrosamente el poder y el control de los estados sobre los ciudadanos, ha disparado las sospechas sobre el carácter estratégico de la pandemia y su inmensa contribución a acabar con la democracia y las libertades vigentes.
Aunque no existen pruebas, millones de personas sospechan que el virus que hoy nos tiene postrados y asustados es un producto de laboratorio diseñado para cambiar el mundo.
La mayoría de los países del mundo se comportan como cómplices del asalto chino al poder mundial, colaborando directamente y guardando silencio ante los abusos y atropellos de China, un país que ha empleado sus grandes excedentes de dinero, procedentes del comercio, en comprar deuda extranjera, hasta el punto de que muchos países desarrollados son hoy dependientes del gran acreedor chino, un país con gran poder e influencia en las economías de mas de medio mundo.
Sólo Trump. que es un outsider de la política y un espíritu libre de los grandes compromisos de las élites mundiales se ha atrevido a denunciar el peligroso y nocivo papel de China en el concierto mundial y la enorme amenaza que China representa para la democracia, las libertades y los derechos.
Muchos observadores y analistas tememos que si China consolida su liderazgo mundial, el mundo cambiará y se hará más esclavo y dependiente de gobiernos totalitarios y sin otro control que el que ejercen los grandes poderes e intereses ocultos que gobiernan el planeta desde las sombras.
Francisco Rubiales
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