Cada vez que en una dictadura comunista se produce un accidente medioambiental grave, se repite el esquema de Chernobyl: silencio de las autoridades, primeras informaciones ante el peso de la catástrofe y, por último, la trágica realidad que aparece, poco a poco, en la escena, abriendose camino ante la fuerza del drama que esconde. Los ciudadanos, sobre todo los más humildes, son los que más sufren la ineficacia y la opacidad del Estado totalitario. Acaba de suceder de nuevo en China, en Harbin, donde la dictadura de Hu Jintao, siempre dispuesta a ocultar la verdad y a utilizar la mentira y el silencio para engañar, ha demostrado una vez más su peligro y su incapacidad para gestionar cualquier problema o crisis.
La situación en Harbin, donde la explosión de una extraña planta química ha creado una contaminación gigantesca en el aire que se respira y en 80 kilómetros de aguas fluviales, sigue siendo un verdadero misterio. No se conocen datos sobre las sustancias contaminantes, sobre el alcance de la contaminación, sobre el riesgo para la salud o sobre el número de víctimas. Sólo se sabe que los dirigentes del partido comunista y otras personas bien conectadas con el poder han escapado de la zona, mientras que algunos blogueros locales han entrado en "silencio", señal de que han sido reprimidos, después de haber intentado abrir líneas informativas con la comunidad mundial.
Los responsables de la sanidad internacional están preocupados no sólo por lo que puede haber ocurrido en Harbin, sino porque China es hoy el principal foco mundial de la peste aviar y porque una dictadura como China es escasamente fiable a la hora de combatir ese gran peligro para la sanidad mundial.
Las democracias de Occidente, obsesionadas por hacer negocios en China, han reaccionado como siempre, tarde, suave y cobardemente.
FR
La situación en Harbin, donde la explosión de una extraña planta química ha creado una contaminación gigantesca en el aire que se respira y en 80 kilómetros de aguas fluviales, sigue siendo un verdadero misterio. No se conocen datos sobre las sustancias contaminantes, sobre el alcance de la contaminación, sobre el riesgo para la salud o sobre el número de víctimas. Sólo se sabe que los dirigentes del partido comunista y otras personas bien conectadas con el poder han escapado de la zona, mientras que algunos blogueros locales han entrado en "silencio", señal de que han sido reprimidos, después de haber intentado abrir líneas informativas con la comunidad mundial.
Los responsables de la sanidad internacional están preocupados no sólo por lo que puede haber ocurrido en Harbin, sino porque China es hoy el principal foco mundial de la peste aviar y porque una dictadura como China es escasamente fiable a la hora de combatir ese gran peligro para la sanidad mundial.
Las democracias de Occidente, obsesionadas por hacer negocios en China, han reaccionado como siempre, tarde, suave y cobardemente.
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