Los periodistas esclavizados por el poder político son sólo una parte de la sociedad esclava, deshumanizada, sin valores y sin ética, que los políticos han creado en España.
Honestamente, creo que, en una parte importante de la sociedad española, los niveles de humanismo, o sea, de ética y moral están muy por los suelos.
Este país ha sufrido un largo e intenso proceso de ingeniería social. Son muchos los casi 50 años que han pasado desde que murió Franco. La clave principal, en estos largos años, ha sido sin duda la (no) formación integral del individuo, como elemento activo y participante de la sociedad. Es cierto que hoy hay mucho menos niveles de analfabetismo, pero no es menos cierto que la formación del individuo ha adolecido de la formación, por ejemplo, humanística que las generaciones anteriores tenían, tanto en los niveles primarios de enseñanza como en la enseñanza superior. Tenemos hoy los resultados de múltiples informes internacionales con respecto a las universidades.
El socialismo español, que yo recuerde, y ya desde las primeras legislaturas con Felipe González, tuvo una fijación enfermiza por controlar los planes sucesivos de enseñanza, pero claro, controlarlos para empezar a focalizar el objetivo final: un individuo deshumanizado desde el punto de vista ético y por lo tanto social.
Hemos llegado a una sociedad egoísta, hedonista y muy, tremendamente, materialista. De aquellas bases (los sucesivos planes de educación) estos lodos (casi tres generaciones de padres enseñando a hijos bajo esos “principios”).
La sociedad española no es tan inmoral o con falta de ética como la de nuestros mandatarios, o al menos, en gran parte de ellos. Claro, las carencias no se perciben hasta que no hay oportunidad de manifestarlas y en eso estamos con nuestros políticos, gentuza (como otra que no son políticos) que han tenido acceso público y notorio para manifestarlas.
Pero seguro que como esos hay bastantes detrás, en nuestra sociedad. Es como la ignorancia, que se manifiesta cuando cae en la fanfarronería y habla más de la cuenta, o más allá de lo que debe hablar. Si lo que habla uno no es más importante que su silencio, pues mejor callar. Hemos llegado a una sociedad de muchos más ingenieros, abogados, médicos, arquitectos, etc., etc., pero que cuando uno rasca un poco se da cuenta que más allá de los conocimientos específicos adquiridos (conocimiento) hay mucha, muchísima ignorancia (cultura), eso sí, de ilustres ignorantes.
En eso se ha trabajado arduamente a lo largo de casi 50 años para llegar a esto, a una sociedad absolutamente deshumanizada, carente de valores, de principios, egoísta, individualista, materialista, y mal que le pese, corresponsable de lo que está sucediendo.
Ese el lecho permanente del que se nutre eso que vemos y que se llaman políticos. Vienen de ahí, no nos los deja el Espíritu Santo en una aparición en forma de paloma, y así seguirá hasta poder revertir ese proceso social (como decía el Hermano Lobo… Uuuuuh, el año que viene si Dios quiere).
Es cierto que hay mucha gente buena en la sociedad pero que se han ido acobardando a lo largo del tiempo porque se ha impuesto esa dictadura de la vulgaridad, de lo chabacano, de lo políticamente correcto y por eso cuando surge algún movimiento social de tipo cultural o religioso o de cualquier otro tipo van a degüello y hasta ahora han logrado reducirlos.
Parece que esa parte de la sociedad, educada en valores y principios, parece que, aunque de forma incipiente, empieza a despertar y a perder el miedo. En los últimos años de mi vida, ya entrando en fase longeva, me he agarrado fuertemente al mensaje de dos grandes personas, Karol Wojtila (Juan Pablo II) y Joseph Ratzinger (Benedicto XVI). Como dijo JPII al tomar el pontificado ¡No tengáis miedo! Y dando la batalla al relativismo social y moral del que tanto nos alertó Ratzinger.
No todo está perdido, en absoluto. Pero hay mucho que hacer y batallar. Ya sabemos que “La revolución es tarea de una resuelta minoría inasequible al desaliento”.
Jomeca
Este país ha sufrido un largo e intenso proceso de ingeniería social. Son muchos los casi 50 años que han pasado desde que murió Franco. La clave principal, en estos largos años, ha sido sin duda la (no) formación integral del individuo, como elemento activo y participante de la sociedad. Es cierto que hoy hay mucho menos niveles de analfabetismo, pero no es menos cierto que la formación del individuo ha adolecido de la formación, por ejemplo, humanística que las generaciones anteriores tenían, tanto en los niveles primarios de enseñanza como en la enseñanza superior. Tenemos hoy los resultados de múltiples informes internacionales con respecto a las universidades.
El socialismo español, que yo recuerde, y ya desde las primeras legislaturas con Felipe González, tuvo una fijación enfermiza por controlar los planes sucesivos de enseñanza, pero claro, controlarlos para empezar a focalizar el objetivo final: un individuo deshumanizado desde el punto de vista ético y por lo tanto social.
Hemos llegado a una sociedad egoísta, hedonista y muy, tremendamente, materialista. De aquellas bases (los sucesivos planes de educación) estos lodos (casi tres generaciones de padres enseñando a hijos bajo esos “principios”).
La sociedad española no es tan inmoral o con falta de ética como la de nuestros mandatarios, o al menos, en gran parte de ellos. Claro, las carencias no se perciben hasta que no hay oportunidad de manifestarlas y en eso estamos con nuestros políticos, gentuza (como otra que no son políticos) que han tenido acceso público y notorio para manifestarlas.
Pero seguro que como esos hay bastantes detrás, en nuestra sociedad. Es como la ignorancia, que se manifiesta cuando cae en la fanfarronería y habla más de la cuenta, o más allá de lo que debe hablar. Si lo que habla uno no es más importante que su silencio, pues mejor callar. Hemos llegado a una sociedad de muchos más ingenieros, abogados, médicos, arquitectos, etc., etc., pero que cuando uno rasca un poco se da cuenta que más allá de los conocimientos específicos adquiridos (conocimiento) hay mucha, muchísima ignorancia (cultura), eso sí, de ilustres ignorantes.
En eso se ha trabajado arduamente a lo largo de casi 50 años para llegar a esto, a una sociedad absolutamente deshumanizada, carente de valores, de principios, egoísta, individualista, materialista, y mal que le pese, corresponsable de lo que está sucediendo.
Ese el lecho permanente del que se nutre eso que vemos y que se llaman políticos. Vienen de ahí, no nos los deja el Espíritu Santo en una aparición en forma de paloma, y así seguirá hasta poder revertir ese proceso social (como decía el Hermano Lobo… Uuuuuh, el año que viene si Dios quiere).
Es cierto que hay mucha gente buena en la sociedad pero que se han ido acobardando a lo largo del tiempo porque se ha impuesto esa dictadura de la vulgaridad, de lo chabacano, de lo políticamente correcto y por eso cuando surge algún movimiento social de tipo cultural o religioso o de cualquier otro tipo van a degüello y hasta ahora han logrado reducirlos.
Parece que esa parte de la sociedad, educada en valores y principios, parece que, aunque de forma incipiente, empieza a despertar y a perder el miedo. En los últimos años de mi vida, ya entrando en fase longeva, me he agarrado fuertemente al mensaje de dos grandes personas, Karol Wojtila (Juan Pablo II) y Joseph Ratzinger (Benedicto XVI). Como dijo JPII al tomar el pontificado ¡No tengáis miedo! Y dando la batalla al relativismo social y moral del que tanto nos alertó Ratzinger.
No todo está perdido, en absoluto. Pero hay mucho que hacer y batallar. Ya sabemos que “La revolución es tarea de una resuelta minoría inasequible al desaliento”.
Jomeca
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