“Que Dios nos conceda serenidad suficiente para aceptar las cosas que no podemos cambiar, valor bastante para mudar las que sí podemos y sabiduría, condición imprescindible, necesaria, sine qua non, para ver con claridad las diferencias y, de este modo o guisa, poder distinguirlas.”
Reinhold Niebuhr
Agradecería una enormidad y rogaría sobremanera al amable, atento, dilecto, discreto y selecto lector de este texto que hiciera un sobreesfuerzo por entender los renglones torcidos que siguen (cor)rectamente (es decir, con el corazón).
Bienvenidos han sido las referencias y los comentarios que recogen los diferentes diarios a propósito del discurso de aceptación del Nobel de Literatura 2005 (y es que hay casos, como el que nos ocupa, en el que galardón y galardonado se prestigian mutuamente) leído por el célebre autor dramático británico Harold Pinter, justo merecedor del reputado Premio, grabado en vídeo y emitido ayer en Estocolmo. Y aún (ur)diré más; bienvenido fue, es y será todo autor crítico, haya o no haya sufrido gangrena, padezca o no cáncer, si acude a denunciar los diversos tipos de tumores que aquejan actualmente a las distintas sociedades; en este caso, ese carcinoma que cursa con metástasis y que ha sido, sin duda, en algunos aspectos recientes y momentos pretéritos, la pésima política exterior de los EE. UU., desde que terminara la Segunda Guerra Mundial. Y bien, muy bien traídos, pintiparadísimos, los versos y las notas al poema “Explico Algunas Cosas” de otro Nobel, Neftalí Ricardo Reyes, más conocido por su seudónimo literario, “Pablo Neruda”.
Bienvenida ha sido la relación y el recorrido que ha hecho por los desmanes cometidos por Washington en Nicaragua, Guatemala, Uruguay, Brasil, Paraguay, Haití, Filipinas, El Salvador, Chile... e Irak.
Bienvenido, asimismo, ha sido su escolio de que a algunos políticos no les interesa hallar la verdad, sino vallarla (o velarla), para mantenerse en el poder.
Bienvenida, en definitiva, ha sido su apostilla de que muchas veces el lenguaje se utiliza para acobardar y “acorralar el pensamiento” libre.
Ángel Sáez García
Reinhold Niebuhr
Agradecería una enormidad y rogaría sobremanera al amable, atento, dilecto, discreto y selecto lector de este texto que hiciera un sobreesfuerzo por entender los renglones torcidos que siguen (cor)rectamente (es decir, con el corazón).
Bienvenidos han sido las referencias y los comentarios que recogen los diferentes diarios a propósito del discurso de aceptación del Nobel de Literatura 2005 (y es que hay casos, como el que nos ocupa, en el que galardón y galardonado se prestigian mutuamente) leído por el célebre autor dramático británico Harold Pinter, justo merecedor del reputado Premio, grabado en vídeo y emitido ayer en Estocolmo. Y aún (ur)diré más; bienvenido fue, es y será todo autor crítico, haya o no haya sufrido gangrena, padezca o no cáncer, si acude a denunciar los diversos tipos de tumores que aquejan actualmente a las distintas sociedades; en este caso, ese carcinoma que cursa con metástasis y que ha sido, sin duda, en algunos aspectos recientes y momentos pretéritos, la pésima política exterior de los EE. UU., desde que terminara la Segunda Guerra Mundial. Y bien, muy bien traídos, pintiparadísimos, los versos y las notas al poema “Explico Algunas Cosas” de otro Nobel, Neftalí Ricardo Reyes, más conocido por su seudónimo literario, “Pablo Neruda”.
Bienvenida ha sido la relación y el recorrido que ha hecho por los desmanes cometidos por Washington en Nicaragua, Guatemala, Uruguay, Brasil, Paraguay, Haití, Filipinas, El Salvador, Chile... e Irak.
Bienvenido, asimismo, ha sido su escolio de que a algunos políticos no les interesa hallar la verdad, sino vallarla (o velarla), para mantenerse en el poder.
Bienvenida, en definitiva, ha sido su apostilla de que muchas veces el lenguaje se utiliza para acobardar y “acorralar el pensamiento” libre.
Ángel Sáez García