Sin embargo, la desvergüenza y vileza del gobierno es lo lógico si se analizan los componentes del mismo. Para aliarse con el comunismo asesino, con los defensores del terrorismo criminal de ETA y con los partidos nacionalistas extremos que quieren destruir España y han convertido el odio en el motor de su política, hay que estar ya previamente envilecido. La lógica dice que un contubernio de desleales, enemigos de España y gente sin escrúpulos ni solvencia moral sólo puede producir vergüenza y vileza.
Pedro Sánchez, en la última sesión del Congreso, se consagró como persona no fiable y se sumó a la piara de los enemigos de España. Su ambición y su ego son inconmensurables y su catadura moral mínima. Su concepción del poder no tiene barreras y es la propia de un tirano, claramente incompatible con la democracia y la decencia.
De la sesión de control, Sánchez emerge como un monstruo capaz de conducir a España hacia el fracaso. Llamar "líder de la oposición" a Guaidó, al que más de medio centenar de democracias, entre ellas España, reconocen como "presidente encargado" y único dirigente legítimo de Venezuela, fue la prueba de su descaro inmoral, su capacidad de violar acuerdos internacionales y de su indecencia tiránica y fuera de control.
El PSOE, que debería haber expulsado de su seno a un cuerpo extraño y dañino como Sánchez, lo ha aceptado y se ha unido a él como una piña, arropando sus maldades.
Lo que Sánchez está pilotando es una peregrinación de España hacia la división y el odio, una reedición del viejo Frente Popular que nos condujo a la Guerra Civil de 1936 y nos tememos que también nos conduzca, si lo dejamos, hacia de destrucción del actual Estado de Derecho y la consagración en España de una dictadura pura y dura, sin elecciones y con un poder tan canalla como el de Maduro en Venezuela.
La ruta emprendida por Sánchez también está causando estragos en el pensamiento político y el alma de España. Millones de españoles, ante el espectáculo inmoral que ofrece el presidente, están dejando de creer en la democracia porque si ese sistema permite que un personaje de su calaña llegue al poder sin ser expulsado automáticamente, es porque no sirve y porque ese sistema tiene grietas y carencias realmente insoportables.
Francisco Rubiales
Pedro Sánchez, en la última sesión del Congreso, se consagró como persona no fiable y se sumó a la piara de los enemigos de España. Su ambición y su ego son inconmensurables y su catadura moral mínima. Su concepción del poder no tiene barreras y es la propia de un tirano, claramente incompatible con la democracia y la decencia.
De la sesión de control, Sánchez emerge como un monstruo capaz de conducir a España hacia el fracaso. Llamar "líder de la oposición" a Guaidó, al que más de medio centenar de democracias, entre ellas España, reconocen como "presidente encargado" y único dirigente legítimo de Venezuela, fue la prueba de su descaro inmoral, su capacidad de violar acuerdos internacionales y de su indecencia tiránica y fuera de control.
El PSOE, que debería haber expulsado de su seno a un cuerpo extraño y dañino como Sánchez, lo ha aceptado y se ha unido a él como una piña, arropando sus maldades.
Lo que Sánchez está pilotando es una peregrinación de España hacia la división y el odio, una reedición del viejo Frente Popular que nos condujo a la Guerra Civil de 1936 y nos tememos que también nos conduzca, si lo dejamos, hacia de destrucción del actual Estado de Derecho y la consagración en España de una dictadura pura y dura, sin elecciones y con un poder tan canalla como el de Maduro en Venezuela.
La ruta emprendida por Sánchez también está causando estragos en el pensamiento político y el alma de España. Millones de españoles, ante el espectáculo inmoral que ofrece el presidente, están dejando de creer en la democracia porque si ese sistema permite que un personaje de su calaña llegue al poder sin ser expulsado automáticamente, es porque no sirve y porque ese sistema tiene grietas y carencias realmente insoportables.
Francisco Rubiales
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