Acaban de salir las condenas por los EREs, el caso de corrupción mayor de Europa, en el que dos ex presidentes socialistas andaluces, que también fueron ministros socialistas de la nación, han sido duramente condenados, junto con muchos de sus colaboradores
Si no nos libramos de los políticos, los políticos acabarán con nosotros y con todo lo que amamos. Ucrania es la última víctima de país martirizado por políticos degenerados y nocivos. Pero hay más países destrozados por sus dirigentes: Cuba, Venezuela, Nicaragua, Corea del Norte, Afganistán y un largo etcétera, entre los que encuentra la España actual, conducida por el gobierno de Sánchez hacia la ruina y el fracaso.
España tardará décadas en recuperarse de los estragos del sanchismo, visibles en la economía, el endeudamiento, el despilfarro, la corrupción, el abuso de poder, el hundimiento de los valores, el mal gobierno, el odio, el separatismo, la falta de ilusión y otros muchos.
Los dos grandes partidos españoles, PSOE y PP, por el número de delitos cometidos por sus dirigentes y por el número de imputados, juzgados y condenados son hoy las dos mayores asociaciones delictivas de España, junto con la organización terrorista ETA. Los políticos españoles tienen un inigualable record de delitos acumulados, relacionados con la prostitución, la droga, el robo, la prevaricación y decenas de formas distintas de corrupción.
Las estadísticas dicen que por cada uno de los políticos condenados hay al menos otros diez que se escapan de las condenas que merecen. De hecho, en España se calcula que hay decenas de miles de personas que se han enriquecido gracias a sus cargos y responsabilidades públicas, todos incapaces de justificar sus abultados patrimonios.
Los partidos políticos se han convertido en escuelas donde se aprende a mentir y a delinquir con impunidad. No existe en España una carrera más rentable que la política, la única que permite a miles de mediocres destacar y enriquecerse sin preparación y sin tener que rendir cuentas de sus fracasos y daños causados a la nación.
Los que se enrolan hoy en la política lo hacen atraídos por el brillo y la riqueza, nunca por el servicio al pueblo. Les basta ser buenos aduladores y serviles súbditos de los poderosos para ir escalando puestos, hasta que les llegue la oportunidad de disfrutar de cargos que incluyen acceso al poder y al dinero.
Los españoles se han acostumbrado ya a soportar como cada día estallan nuevos escándalos y se descubren nuevas suciedades, abusos de poder y rasgos mafiosos y antidemocráticos en el Estado que nuestra clase política están construyendo, al que tienen la desvergüenza de llamar " democrático".
España es un país que está siendo domesticado a base de acumular agresiones, arbitrariedades, injusticias y abusos desde le poder, uno encima de otro, hasta que la montaña de excrementos nos convierta en esclavos tolerantes del mal y de la opresión.
Salimos a más de dos escándalos por semana de media, lo que tiene un efecto aletargante en la sociedad, que en lugar de rebelarse ante tanto abuso e iniquidad, se habitúa a las suciedades y desmanes y se conforma cada día más, como si no tuviera el deber de defender las libertades y derechos conquistados.
Pero el escándalo mayor de todos es que España no se defiende de la agresión brutal que representa el sanchismo en el poder. Instituciones que deberían responder paralizando la destrucción de la nación, como la Monarquía, el poder judicial o las Fuerzas Armadas permanecen paralizadas, quizás porque no saben que hacer ante un gobierno como el de Sánchez, osado, descarado y desenfrenado a la hora de destrozar el país.
Descubrir cada día la suciedad del Estado y la bajeza ética de la clase dirigente es muy duro para un pueblo, que se degrada envuelto en cobardía. Afirmar, como hizo el viejo rey emérito en uno de sus discursos de Navidad, que la ley "es igual para todos", además de mentira es estafa.
Los españoles no sabíamos que muchos políticos llevan décadas cobrando dobles y triples sueldos, algunos en dinero negro. Tampoco sabíamos que las grandes empresas daban dinero a los partidos políticos para recibir, a cambio, contratos públicos. No teníamos ni idea de que se compraban las subvenciones, ni que el dinero para fomentar el empleo se lo repartían entre algunos socialistas y sindicalistas en Andalucía o que algunas familias catalanas se han hecho multimillonarias gracias al poder político y a su influencia en el gobierno.
Y lo peor de todo es que todo indica que apenas conocemos el diez por ciento de la enorme montaña de excrementos que se oculta bajo las alfombras de eso que llaman Estado. Las estadísticas de la corrupción mundial han demostrado que el 90 por ciento de la corrupción jamás aflora y nunca llega a conocerse.
Si sabemos ya, afortunadamente, que los grandes partidos políticos españoles, aquellos que no ha dejado de gobernar desde la muerte de Franco, por el número de causas de corrupción abiertas y en investigación, habrían sido precintados y declarados ilegales por asociación de malhechores, si no tuvieran tanto poder y si no tuvieran a la Justicia bajo control. Salvó ETA, no existe en España otras asociaciones con tantos delitos a su cargo ni tantas sospechas de delincuencia como los grandes partidos, desde el PP hasta el PSOE, sin olvidar a los partidos nacionalistas.
La existencia de ese caldo pestilente, formado por miles de corruptos con poder y sus abusos y delitos, hacen de España un pocilga y obligan al pueblo, al menos a la parte decente y digna de la sociedad, plantear una dura lucha de regeneración y limpieza, que acabe con la suciedad imperante y con la repugnancia que domina la vida pública.
Francisco Rubiales
España tardará décadas en recuperarse de los estragos del sanchismo, visibles en la economía, el endeudamiento, el despilfarro, la corrupción, el abuso de poder, el hundimiento de los valores, el mal gobierno, el odio, el separatismo, la falta de ilusión y otros muchos.
Los dos grandes partidos españoles, PSOE y PP, por el número de delitos cometidos por sus dirigentes y por el número de imputados, juzgados y condenados son hoy las dos mayores asociaciones delictivas de España, junto con la organización terrorista ETA. Los políticos españoles tienen un inigualable record de delitos acumulados, relacionados con la prostitución, la droga, el robo, la prevaricación y decenas de formas distintas de corrupción.
Las estadísticas dicen que por cada uno de los políticos condenados hay al menos otros diez que se escapan de las condenas que merecen. De hecho, en España se calcula que hay decenas de miles de personas que se han enriquecido gracias a sus cargos y responsabilidades públicas, todos incapaces de justificar sus abultados patrimonios.
Los partidos políticos se han convertido en escuelas donde se aprende a mentir y a delinquir con impunidad. No existe en España una carrera más rentable que la política, la única que permite a miles de mediocres destacar y enriquecerse sin preparación y sin tener que rendir cuentas de sus fracasos y daños causados a la nación.
Los que se enrolan hoy en la política lo hacen atraídos por el brillo y la riqueza, nunca por el servicio al pueblo. Les basta ser buenos aduladores y serviles súbditos de los poderosos para ir escalando puestos, hasta que les llegue la oportunidad de disfrutar de cargos que incluyen acceso al poder y al dinero.
Los españoles se han acostumbrado ya a soportar como cada día estallan nuevos escándalos y se descubren nuevas suciedades, abusos de poder y rasgos mafiosos y antidemocráticos en el Estado que nuestra clase política están construyendo, al que tienen la desvergüenza de llamar " democrático".
España es un país que está siendo domesticado a base de acumular agresiones, arbitrariedades, injusticias y abusos desde le poder, uno encima de otro, hasta que la montaña de excrementos nos convierta en esclavos tolerantes del mal y de la opresión.
Salimos a más de dos escándalos por semana de media, lo que tiene un efecto aletargante en la sociedad, que en lugar de rebelarse ante tanto abuso e iniquidad, se habitúa a las suciedades y desmanes y se conforma cada día más, como si no tuviera el deber de defender las libertades y derechos conquistados.
Pero el escándalo mayor de todos es que España no se defiende de la agresión brutal que representa el sanchismo en el poder. Instituciones que deberían responder paralizando la destrucción de la nación, como la Monarquía, el poder judicial o las Fuerzas Armadas permanecen paralizadas, quizás porque no saben que hacer ante un gobierno como el de Sánchez, osado, descarado y desenfrenado a la hora de destrozar el país.
Descubrir cada día la suciedad del Estado y la bajeza ética de la clase dirigente es muy duro para un pueblo, que se degrada envuelto en cobardía. Afirmar, como hizo el viejo rey emérito en uno de sus discursos de Navidad, que la ley "es igual para todos", además de mentira es estafa.
Los españoles no sabíamos que muchos políticos llevan décadas cobrando dobles y triples sueldos, algunos en dinero negro. Tampoco sabíamos que las grandes empresas daban dinero a los partidos políticos para recibir, a cambio, contratos públicos. No teníamos ni idea de que se compraban las subvenciones, ni que el dinero para fomentar el empleo se lo repartían entre algunos socialistas y sindicalistas en Andalucía o que algunas familias catalanas se han hecho multimillonarias gracias al poder político y a su influencia en el gobierno.
Y lo peor de todo es que todo indica que apenas conocemos el diez por ciento de la enorme montaña de excrementos que se oculta bajo las alfombras de eso que llaman Estado. Las estadísticas de la corrupción mundial han demostrado que el 90 por ciento de la corrupción jamás aflora y nunca llega a conocerse.
Si sabemos ya, afortunadamente, que los grandes partidos políticos españoles, aquellos que no ha dejado de gobernar desde la muerte de Franco, por el número de causas de corrupción abiertas y en investigación, habrían sido precintados y declarados ilegales por asociación de malhechores, si no tuvieran tanto poder y si no tuvieran a la Justicia bajo control. Salvó ETA, no existe en España otras asociaciones con tantos delitos a su cargo ni tantas sospechas de delincuencia como los grandes partidos, desde el PP hasta el PSOE, sin olvidar a los partidos nacionalistas.
La existencia de ese caldo pestilente, formado por miles de corruptos con poder y sus abusos y delitos, hacen de España un pocilga y obligan al pueblo, al menos a la parte decente y digna de la sociedad, plantear una dura lucha de regeneración y limpieza, que acabe con la suciedad imperante y con la repugnancia que domina la vida pública.
Francisco Rubiales
Comentarios: