Iberoamérica no levanta cabeza sometida a la vejación, oprimida y explotada por unos dirigentes sin talla y sin honra ni justicia.
Tristemente, Colombia soporta el feroz clima de la violencia, enquistada en un enfrentamiento que no tiene fin. Un grupo de mujeres pacifistas dedica sus esfuerzos a comunicar y dar a conocer, a la opinión pública, el drama, que viven las colombianas en el marco de esta trágica guerra.
Hace once años la “Ruta Pacífica de las Mujeres por la Salida Negociada del Conflicto Colombiano”, comenzó su andadura con la consigna: 'Las mujeres no parimos ni forjamos hijos para la guerra'. La coordinadora nacional de este movimiento, presente en Madrid, lo ha incluido en el programa del III Encuentro de Mujeres Iberoamericanas que organiza la Fundación Carolina y el Instituto de la Mujer. Esta abogada experta en derechos humanos, habla de la guerra y de la terrible situación que sufren sus congéneres. “La guerra es la máxima expresión de la cultura patriarcal: subordina, domina, excluye y elimina. Son los parámetros de exclusión y violencia los que sustentan las sociedades patriarcales y lo hacen sobre todo contra las mujeres”.
“La Ruta Pacifista, dice, es un movimiento que nace en 1996 tras una movilización nacional de feministas para mostrar lo que estaba sucediendo con las mujeres en Colombia. Somos trescientas cincuenta asociaciones de mujeres organizadas en nueve regionales, con cerca treinta mil colombianas. Su característica es la diversidad del grupo: campesinas, indígenas, intelectuales, artistas... Queríamos que se hablara de lo que pasa con las mujeres en esa cotidianidad de la guerra. En los espacios de conflicto, guerrilla, paramilitares o la propia fuerza pública, emprenden actos muy graves contra las mujeres, saqueo, masacre, violación y muerte; hay un desplazamiento de las familias de las zonas rurales, arrancadas de sus hogares, y, cuando llegan a los cascos urbanos, por lo general, quedan solas en condiciones paupérrimas; sin tierras para cultivar, ni animales domésticos, terminan pidiendo limosna o en la prostitución o prostituyendo a sus hijas. Eso no se visualizaba hace unos años. Mujeres muy jóvenes son víctimas de la esclavitud sexual, llevadas contra su voluntad como tratas.
Denunciamos el feminicidio, normalmente, presidido por la violencia sexual o la tortura. En la guerra, además, los actores armados controlan socialmente las zonas que ocupan, vigilan la manera de vestir, deciden con quién se tienen que relacionar las mujeres y les prohíben que traten con hombres que ellos no conocen, se entrometen en los problemas familiares y en todos los aspectos de la vida.
Exigimos una negociación política con patrones de verdad, justicia y reparación. Y mientras llega ese momento, que el gobierno diseñe políticas que reduzcan la vulnerabilidad de esas mujeres y una agenda social y política, en la que participemos, para que se incluyan elementos estructurales que mejoren la situación de las mujeres solas, ante la impunidad. Esta guerra no tiene una salida militar, sino negociada. Las tentativas entabladas por Estados Unidos, o Francia, España, Suiza y Venezuela... pueden tener buenos resultados”.
La intervención y participación de la mujer en la solución es necesaria e imprescindible. En su voz y gestión, Colombia encontrará vías de concordia y entendimiento a tan denigrantes problemas y se creará un ambiente más libre, justo y dialogante.
Camilo Valverde Mudarra
Tristemente, Colombia soporta el feroz clima de la violencia, enquistada en un enfrentamiento que no tiene fin. Un grupo de mujeres pacifistas dedica sus esfuerzos a comunicar y dar a conocer, a la opinión pública, el drama, que viven las colombianas en el marco de esta trágica guerra.
Hace once años la “Ruta Pacífica de las Mujeres por la Salida Negociada del Conflicto Colombiano”, comenzó su andadura con la consigna: 'Las mujeres no parimos ni forjamos hijos para la guerra'. La coordinadora nacional de este movimiento, presente en Madrid, lo ha incluido en el programa del III Encuentro de Mujeres Iberoamericanas que organiza la Fundación Carolina y el Instituto de la Mujer. Esta abogada experta en derechos humanos, habla de la guerra y de la terrible situación que sufren sus congéneres. “La guerra es la máxima expresión de la cultura patriarcal: subordina, domina, excluye y elimina. Son los parámetros de exclusión y violencia los que sustentan las sociedades patriarcales y lo hacen sobre todo contra las mujeres”.
“La Ruta Pacifista, dice, es un movimiento que nace en 1996 tras una movilización nacional de feministas para mostrar lo que estaba sucediendo con las mujeres en Colombia. Somos trescientas cincuenta asociaciones de mujeres organizadas en nueve regionales, con cerca treinta mil colombianas. Su característica es la diversidad del grupo: campesinas, indígenas, intelectuales, artistas... Queríamos que se hablara de lo que pasa con las mujeres en esa cotidianidad de la guerra. En los espacios de conflicto, guerrilla, paramilitares o la propia fuerza pública, emprenden actos muy graves contra las mujeres, saqueo, masacre, violación y muerte; hay un desplazamiento de las familias de las zonas rurales, arrancadas de sus hogares, y, cuando llegan a los cascos urbanos, por lo general, quedan solas en condiciones paupérrimas; sin tierras para cultivar, ni animales domésticos, terminan pidiendo limosna o en la prostitución o prostituyendo a sus hijas. Eso no se visualizaba hace unos años. Mujeres muy jóvenes son víctimas de la esclavitud sexual, llevadas contra su voluntad como tratas.
Denunciamos el feminicidio, normalmente, presidido por la violencia sexual o la tortura. En la guerra, además, los actores armados controlan socialmente las zonas que ocupan, vigilan la manera de vestir, deciden con quién se tienen que relacionar las mujeres y les prohíben que traten con hombres que ellos no conocen, se entrometen en los problemas familiares y en todos los aspectos de la vida.
Exigimos una negociación política con patrones de verdad, justicia y reparación. Y mientras llega ese momento, que el gobierno diseñe políticas que reduzcan la vulnerabilidad de esas mujeres y una agenda social y política, en la que participemos, para que se incluyan elementos estructurales que mejoren la situación de las mujeres solas, ante la impunidad. Esta guerra no tiene una salida militar, sino negociada. Las tentativas entabladas por Estados Unidos, o Francia, España, Suiza y Venezuela... pueden tener buenos resultados”.
La intervención y participación de la mujer en la solución es necesaria e imprescindible. En su voz y gestión, Colombia encontrará vías de concordia y entendimiento a tan denigrantes problemas y se creará un ambiente más libre, justo y dialogante.
Camilo Valverde Mudarra