El emperador Carlos I de España y V de Alemania, exaltado y valorado, pero en realidad un mal gobernante. Pendenciero, caprichoso, derrochador, egoísta y asesino de los grandes valores que atesoraba España. Por desgracia fue el ganador de la Guerra de los Comuneros, donde España fue despojada de gran parte de su fuerza y grandeza
Un imperio como el español no se construyó desde la nada. Tenía que tener un sustento de enorme consistencia y poder, que era el pueblo español, forjado en los ocho siglos de resistencia frente a los invasores musulmanes, un pueblo creyente, honrado, leal, libre y generoso, protagonista de la grandeza de España y de sus gestas, capaz de conquistar medio mundo y de morir a chorros en los campos de batalla, que siempre fue infinitamente mejor que la maldita y nociva clase dirigente española, culpable de la decadencia, las injusticias y la suciedad que poco a poco infectó a la gran nación española, hasta llevarla al basurero, donde está en el presente, gobernada por un tipo como Pedro Sánchez, quizás el peor de todos nuestros dirigentes desde el dominio visigodo.
Los Reyes Católicos fueron el último eslabón de la cadena grandiosa de la España que crecía en grandeza y fuerza y la caída comenzó con Carlos V, que puso los cimientos de lo que actualmente padecemos: decadencia y deshonra. Carlos V gobernó para si mismo y para una casta de parásitos importada del norte de Europa, casi todos alemanes, aunque también hubo españoles que se sumaron a la orgía de la bajeza. Carlos se cargó a la hermosa y rica tradición parlamentaria castellana y su falta de sensibilidad y prepotencia fueron las raíces de muchos de nuestros males.
Felipe II siguió por la misma senda y depositó en sus sueños delirantes los inmensos recursos que se pudieron haber destinado a consolidar un Imperio que se expandía demasiado vertiginosamente. Con sus guerras desangró a España, impidiéndole que sus conquistas fueran sólidamente consolidadas.
Del resto de los Austrias hay poco que contar. Nunca fueron españoles de verdad y fueron entregándose a la mediocridad y a la decadencia.
Después llegaron los borbones, otros que nunca dejaron de ser franceses de alma y de vicio, alejados muchas millas de la austera y serena alma castellana. Desde que llegaron los reyes franceses, España no cesó de perder territorios y grandeza.
Gracias a la incompetencia de los borbones y de sus cortes corrompidas y afeminadas, los criollos masones y racistas, apoyados por los ingleses y con la ayuda de mercenarios, culminaron el desastre de la amputación de la mayor parte de las tierras españolas.
A la clase dirigente española le debemos poco, pero ella nos debe mucho. Nos han mentido, engañado, expoliado, debilitado, infectado de corrupción e injusticia y arrebatado patrimonio, valores, derechos y libertades. Su balance como gobernantes es terrible y se merecen que España sea hoy el país de Europa que más detesta y rechaza a sus dirigentes.
La Leyenda Negra es falsa, pero en cierto modo merecida porque nuestros dirigentes la asumieron y la engordaron comportándose como una tropa indecente de mediocres, traidores y tarados carentes de valores y de amor a España.
El pueblo, antes grande y valeroso, se fue emputeciendo, contagiado por sus dirigentes. El "Vivan las Caenas" no es Leyenda Negra sino pura verdad contagiada, una desgracia que sigue viva en el presente de Pedro Sánchez, al que veneran los esclavos.
Francisco Rubiales
Los Reyes Católicos fueron el último eslabón de la cadena grandiosa de la España que crecía en grandeza y fuerza y la caída comenzó con Carlos V, que puso los cimientos de lo que actualmente padecemos: decadencia y deshonra. Carlos V gobernó para si mismo y para una casta de parásitos importada del norte de Europa, casi todos alemanes, aunque también hubo españoles que se sumaron a la orgía de la bajeza. Carlos se cargó a la hermosa y rica tradición parlamentaria castellana y su falta de sensibilidad y prepotencia fueron las raíces de muchos de nuestros males.
Felipe II siguió por la misma senda y depositó en sus sueños delirantes los inmensos recursos que se pudieron haber destinado a consolidar un Imperio que se expandía demasiado vertiginosamente. Con sus guerras desangró a España, impidiéndole que sus conquistas fueran sólidamente consolidadas.
Del resto de los Austrias hay poco que contar. Nunca fueron españoles de verdad y fueron entregándose a la mediocridad y a la decadencia.
Después llegaron los borbones, otros que nunca dejaron de ser franceses de alma y de vicio, alejados muchas millas de la austera y serena alma castellana. Desde que llegaron los reyes franceses, España no cesó de perder territorios y grandeza.
Gracias a la incompetencia de los borbones y de sus cortes corrompidas y afeminadas, los criollos masones y racistas, apoyados por los ingleses y con la ayuda de mercenarios, culminaron el desastre de la amputación de la mayor parte de las tierras españolas.
A la clase dirigente española le debemos poco, pero ella nos debe mucho. Nos han mentido, engañado, expoliado, debilitado, infectado de corrupción e injusticia y arrebatado patrimonio, valores, derechos y libertades. Su balance como gobernantes es terrible y se merecen que España sea hoy el país de Europa que más detesta y rechaza a sus dirigentes.
La Leyenda Negra es falsa, pero en cierto modo merecida porque nuestros dirigentes la asumieron y la engordaron comportándose como una tropa indecente de mediocres, traidores y tarados carentes de valores y de amor a España.
El pueblo, antes grande y valeroso, se fue emputeciendo, contagiado por sus dirigentes. El "Vivan las Caenas" no es Leyenda Negra sino pura verdad contagiada, una desgracia que sigue viva en el presente de Pedro Sánchez, al que veneran los esclavos.
Francisco Rubiales
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