Frustrada por el comportamiento de los políticos, convencida de que los partidos políticos no buscan el bien común sino poder y dinero, los ciudadanos españoles son cada día más exigentes y están más cabreados con sus dirigentes, a los que antes despreciaban y cada día odian más con un rechazo que ellos se han ganado a pulso.
Esa ciudadanía, como masa, está ya cerca de construir y desarrollar un discurso político de reivindicación y demanda de sus derechos que es un objetivo central. Ese discurso parte del principio de que los actuales políticos no valen nada y son el principal obstáculo para que España sea una gran nación, en lugar de la actual pocilga corrompida que se empobrece cada día más.
Es un discurso que reivindica ética, justicia, paz social, inteligencia y servicio a la nación y que se sustenta en el profundo rechazo a unos politicos que llevan décadas destruyendo el país, robando y engañando. Los españoles están cada día más convencidos de que deben acabar con los mentirosos y los corruptos y que los actuales partidos no son capaces de solucionar ese drama porque el drama son ellos mismos.
¿Dónde desemboca ese sentimiento?
Hay claramente dos salidas: o una profunda regeneración de la política, casi imposible porque la solución no puede surgir del problema, que son los políticos, o la apertura de un periodo excepcional para salvar la nación,
España se encuentra en una situación parecida a la que se encontraba la república de Roma cuando elegía a dictadores temporales para solucionar sus problemas. La figura más valorada como dictador romano fue Lucius Quinctius Cincinnatus) (519 a. C.-430 a. C.), un patricio, cónsul, general y posteriormente dictador romano durante un breve periodo por orden del senado. Fue un agricultor ejemplar, que todavía hoy es modelo de demócratas, que aceptaba el cargo, solucionaba los problemas y regresaba voluntariamente al arado y a las cosechas sin apego alguno al poder. Roma, en situaciones dramáticas, como la española actual, eligió también como salvadores a otros dictadores menos ejemplares, como Mario, Sila y Julio César.
Los políticos españoles han demostrado que lo que saben de verdad es mentir, engañar, usar la propaganda para confundir y ganar votos y ganar tiempo para seguir disfrutando del poder. No son capaces de proponer ideas que ilusionen y unan a su pueblo, ni de trazar esas metas comunes que hacen sólida a las naciones. Son únicamente parásitos agarrados como lapas a la teta del Estado para ordeñarlo sin piedad.
Y el pueblo está ya cansado, a pesar de que existen todavía legiones de abducidos que siguen votando a sus verdugos, ya sean de derecha o de izquierda y que son tan imbéciles que votan a los que les empobrecen y maltratan con tal de evitar que ganen los contrarios. Esos miserables, tan culpables como los políticos de que España se esté hundiendo, son la escoria de la nación, junto con la clase política y sus esclavizados y comprados asesores, periodistas, jueces y policías.
Cincinato, con toda su honradez y decencia a cuestas, tiene que llegar a España y ponerse a arreglar todo lo que han destrozado el el PP, el PSOE y sus malditos aliados comunistas y separatistas. Le resultará fácil porque el pueblo le está esperando y solo tiene que hacer que las leyes se cumplan, pero los políticos se o impedirían, le acusarán de facha y mentirán sobre él hasta desacreditarlo. Es el método habitual entre los miserables de España.
Los partidos políticos se han convertido en la esencia del mal encarnado en nuestra nación. Esas organizaciones están obligadas por ley a ser democráticas, pero no lo son, y también a anteponer el bien común a sus propios intereses, pero hacen justo lo contrario. Los políticos y sus partidos, siempre ávidos de privilegios, aforamientos, lujos, dineros y ostentación, constituyen hoy la parte más repugnante y negativa de España.
La recuperación de la democracia servirá para anteponer el bien común a los oscuros y pervertidos intereses de la mayoría de los políticos y para convertir la libertad y la democracia en un escudo frente a la barbarie y el engaño del comunismo, la corrupción política y otras amenazas contra la Humanidad. La nación tiene que construir barreras para detener el totalitarismo y no puede tener amos.
Francisco Rubiales
Esa ciudadanía, como masa, está ya cerca de construir y desarrollar un discurso político de reivindicación y demanda de sus derechos que es un objetivo central. Ese discurso parte del principio de que los actuales políticos no valen nada y son el principal obstáculo para que España sea una gran nación, en lugar de la actual pocilga corrompida que se empobrece cada día más.
Es un discurso que reivindica ética, justicia, paz social, inteligencia y servicio a la nación y que se sustenta en el profundo rechazo a unos politicos que llevan décadas destruyendo el país, robando y engañando. Los españoles están cada día más convencidos de que deben acabar con los mentirosos y los corruptos y que los actuales partidos no son capaces de solucionar ese drama porque el drama son ellos mismos.
¿Dónde desemboca ese sentimiento?
Hay claramente dos salidas: o una profunda regeneración de la política, casi imposible porque la solución no puede surgir del problema, que son los políticos, o la apertura de un periodo excepcional para salvar la nación,
España se encuentra en una situación parecida a la que se encontraba la república de Roma cuando elegía a dictadores temporales para solucionar sus problemas. La figura más valorada como dictador romano fue Lucius Quinctius Cincinnatus) (519 a. C.-430 a. C.), un patricio, cónsul, general y posteriormente dictador romano durante un breve periodo por orden del senado. Fue un agricultor ejemplar, que todavía hoy es modelo de demócratas, que aceptaba el cargo, solucionaba los problemas y regresaba voluntariamente al arado y a las cosechas sin apego alguno al poder. Roma, en situaciones dramáticas, como la española actual, eligió también como salvadores a otros dictadores menos ejemplares, como Mario, Sila y Julio César.
Los políticos españoles han demostrado que lo que saben de verdad es mentir, engañar, usar la propaganda para confundir y ganar votos y ganar tiempo para seguir disfrutando del poder. No son capaces de proponer ideas que ilusionen y unan a su pueblo, ni de trazar esas metas comunes que hacen sólida a las naciones. Son únicamente parásitos agarrados como lapas a la teta del Estado para ordeñarlo sin piedad.
Y el pueblo está ya cansado, a pesar de que existen todavía legiones de abducidos que siguen votando a sus verdugos, ya sean de derecha o de izquierda y que son tan imbéciles que votan a los que les empobrecen y maltratan con tal de evitar que ganen los contrarios. Esos miserables, tan culpables como los políticos de que España se esté hundiendo, son la escoria de la nación, junto con la clase política y sus esclavizados y comprados asesores, periodistas, jueces y policías.
Cincinato, con toda su honradez y decencia a cuestas, tiene que llegar a España y ponerse a arreglar todo lo que han destrozado el el PP, el PSOE y sus malditos aliados comunistas y separatistas. Le resultará fácil porque el pueblo le está esperando y solo tiene que hacer que las leyes se cumplan, pero los políticos se o impedirían, le acusarán de facha y mentirán sobre él hasta desacreditarlo. Es el método habitual entre los miserables de España.
Los partidos políticos se han convertido en la esencia del mal encarnado en nuestra nación. Esas organizaciones están obligadas por ley a ser democráticas, pero no lo son, y también a anteponer el bien común a sus propios intereses, pero hacen justo lo contrario. Los políticos y sus partidos, siempre ávidos de privilegios, aforamientos, lujos, dineros y ostentación, constituyen hoy la parte más repugnante y negativa de España.
La recuperación de la democracia servirá para anteponer el bien común a los oscuros y pervertidos intereses de la mayoría de los políticos y para convertir la libertad y la democracia en un escudo frente a la barbarie y el engaño del comunismo, la corrupción política y otras amenazas contra la Humanidad. La nación tiene que construir barreras para detener el totalitarismo y no puede tener amos.
Francisco Rubiales
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