Hace unos días, el periódico El Mundo presentaba en sus páginas la clasificación de los cien mejores colegios de España, conforme a 27 criterios selectivos referentes a tres aspectos de la docencia: modelo de enseñanza, oferta educativa y medios materiales que utilizan. Desde hace diez años, el periódico viene ofreciendo esta perspectiva como servicio a los padres que buscan un centro escolar con ciertas garantías de éxito en la formación de sus hijos.
En una España en la que la enseñanza ha descendido a los niveles más bajos de su historia, es una noticia que haya colegios que luchan por estar a la altura de la docencia europea “no universitaria”. Uno de esos colegios, elegido por cuatro años consecutivos, es el Centro Inglés de El Puerto de Santa María. Me fui a ver a su director, Manuel Ramírez del Águila, para que me desvelara el secreto de unos logros conseguidos a base de un trabajo constante bien hecho. Y le pregunté qué hacían.
Sin darle mayor importancia, me contestó: “Finlandia ha sido reconocido como el país del mundo con más prestigio y acierto pedagógico y con menos fracaso escolar. Y aquí nos hemos preguntado: ¿Qué hace Finlandia que no pueda hacer España?. Y nos hemos informado que Finlandia es el país que dedica mayor partida presupuestaria a la educación de los niños, adolescentes y jóvenes, y a la formación del profesorado. En la medida que podemos, estamos haciendo eso.”
Pero insistí. “Además de eso, habrá alguna argamasa que dé consistencia a todo el trabajo que realizáis.” “Naturalmente”, me contestó. “Lo primero que fomentamos es la interrelación entre padres, profesores y alumnos. Cuando esto falla, todos son problemas. En segundo lugar, la atención afectiva del tutor es imprescindible. Si los alumnos no se sienten queridos, es difícil que trabajen con gusto. Por eso, pensamos que un buen tutor es, a veces, más necesario que un buen profesor. Algo que los padres valoran mucho, porque ven que sus hijos se sienten felices en el Colegio.”
“Y lo tercero, exponer e invertir en la dotación de medios. Para que el Colegio dé fruto, hay que invertir, como en cualquier tarea humana. No escatimamos nada para el bien de los alumnos. Tenemos asumido que, en un Colegio bilingüe como éste, el alumno tiene que hacer una inmersión en la lengua inglesa. Y esa inmersión comienza a los tres años. Desde que el niño llega, percibe sin esfuerzo que utiliza dos lenguas, la materna y la del Colegio. Para eso se necesita un profesorado preparado.”
¿Y cuáles son los frutos? El director me enseña las calificaciones de los distintos cursos. Y he comprobado que, en cursos de una “ratio” de veinticinco alumnos, sólo hay uno, dos o tres fracasos escolares que, a su vez, recuperan en los tiempos necesarios. ¿Qué hace un colegio finlandés que no pueda hacer uno español? Dos cosas: inversión y estudio. Mientras vuelvo a casa, me martillean la cabeza dos ideas, invertir y estudiar. Estamos lejos los españoles de esas metas, lo nuestro es malgastar e improvisar. Y los frutos no pueden ser más alarmantes.
JUAN LEIVA
En una España en la que la enseñanza ha descendido a los niveles más bajos de su historia, es una noticia que haya colegios que luchan por estar a la altura de la docencia europea “no universitaria”. Uno de esos colegios, elegido por cuatro años consecutivos, es el Centro Inglés de El Puerto de Santa María. Me fui a ver a su director, Manuel Ramírez del Águila, para que me desvelara el secreto de unos logros conseguidos a base de un trabajo constante bien hecho. Y le pregunté qué hacían.
Sin darle mayor importancia, me contestó: “Finlandia ha sido reconocido como el país del mundo con más prestigio y acierto pedagógico y con menos fracaso escolar. Y aquí nos hemos preguntado: ¿Qué hace Finlandia que no pueda hacer España?. Y nos hemos informado que Finlandia es el país que dedica mayor partida presupuestaria a la educación de los niños, adolescentes y jóvenes, y a la formación del profesorado. En la medida que podemos, estamos haciendo eso.”
Pero insistí. “Además de eso, habrá alguna argamasa que dé consistencia a todo el trabajo que realizáis.” “Naturalmente”, me contestó. “Lo primero que fomentamos es la interrelación entre padres, profesores y alumnos. Cuando esto falla, todos son problemas. En segundo lugar, la atención afectiva del tutor es imprescindible. Si los alumnos no se sienten queridos, es difícil que trabajen con gusto. Por eso, pensamos que un buen tutor es, a veces, más necesario que un buen profesor. Algo que los padres valoran mucho, porque ven que sus hijos se sienten felices en el Colegio.”
“Y lo tercero, exponer e invertir en la dotación de medios. Para que el Colegio dé fruto, hay que invertir, como en cualquier tarea humana. No escatimamos nada para el bien de los alumnos. Tenemos asumido que, en un Colegio bilingüe como éste, el alumno tiene que hacer una inmersión en la lengua inglesa. Y esa inmersión comienza a los tres años. Desde que el niño llega, percibe sin esfuerzo que utiliza dos lenguas, la materna y la del Colegio. Para eso se necesita un profesorado preparado.”
¿Y cuáles son los frutos? El director me enseña las calificaciones de los distintos cursos. Y he comprobado que, en cursos de una “ratio” de veinticinco alumnos, sólo hay uno, dos o tres fracasos escolares que, a su vez, recuperan en los tiempos necesarios. ¿Qué hace un colegio finlandés que no pueda hacer uno español? Dos cosas: inversión y estudio. Mientras vuelvo a casa, me martillean la cabeza dos ideas, invertir y estudiar. Estamos lejos los españoles de esas metas, lo nuestro es malgastar e improvisar. Y los frutos no pueden ser más alarmantes.
JUAN LEIVA
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