Las censuras numerosas y diversas, dentro y fuera de EE.UU., mantienen su visión negativa de una acción militar, que, según las estadísticas y la observación in situ, ha conseguido el efecto contrario de lo que pretendía. ¿Era este quinquenio de sufrimiento y terror necesario? ¿Qué es peor la guerra o la cruel dictadura? El presidente Bush, en el último aniversario de la Guerra de Irak, resaltó los logros militares y políticos de la invasión y, defendiendo su presencia en el país árabe, advirtió del resurgimiento del terrorismo, para contrarrestar la oposición a su decisión intervencionista.
Fue un error, una equivocación estratégica; el pueblo iraquí, Oriente Medio y todo el mundo tras estos cinco años y durante mucho tiempo seguirán soportando sus terribles consecuencias. Muchos expertos en Derecho Internacional de muy variado pensamiento han manifestado su reprobación y vituperio, no hallan fundamento jurídico a tal desastrosa empresa. Si EEUU y Gran Bretaña tenían el deber y la misión de derribar la dictadura de Sadam, habían de haber atacado todas las dictaduras de este sangriento mundo, pues, por definición, todas violan los Derechos Humanos, todas legitiman implícitamente el uso de la fuerza, todas exigen la intervención humanitaria. En definitiva, su mayor error estriba en que han venido a destruir las coyundas y frenos que Sadam suponía para el régimen fundamentalista de Irán.
La guerra siempre es deplorable y execrable. No hay guerra justa, todas son intrínsecamente indebidas e injustas; ni santa, todas son diabólicas y aberrantes; ni necesaria, todas son irrazonables e improcedentes. La violencia y la agresión no tienen motivo ni licitud. Con la ocupación militar, Irak no ha visto llegar la balsa de la democracia; aquella antigua y mítica tierra sigue anegada de muerte y sangre, sus calles y cunetas continúan plagadas de metralla y masacre; la destrucción y la inhumanidad campean ante a impunidad de las fuerzas norteamericanas, de los mercenarios y las guerrillas locales. Los iraquíes no han ganado nada, han visto subir nuevos gobernantes, pero no se han sacudido la brutal dominación, la vejación y la opresión; los antes oprimidos chiítas acaparan hoy el Gobierno y, apoyados por Irán, controlan los organismos y persiguen a los suníes.
El fariseísmo de la doble moral de EEUU y de la UE ha supuesto la pérdida de su excelencia moral. No llega la retirada. Esta guerra ha sido un fracaso y un despilfarro humano y económico descomunales. Irak no se ha visto liberado, democratizado, pacificado y saneado, sus expectativas de seguridad y desarrollo se han frustrado; no había armas de destrucción ni vínculos con Al-Qaeda ni ninguna resolución legítima de la ONU. El costo previsible ha sido horroroso y superior a cualquier análisis en cuanto a la degradación del Derecho Humanitario, la desestabilización, el aumento del terrorismo internacional y la humillación y deterioro de la ONU en su claudicación posterior. Ha alimentado la hostilidad especial de los estados árabes, al ver a la ONU colaborar amigablemente en la ocupación; ha encendido la trágica guerra civil y, favoreciendo la siniestra proliferación nuclear, ha difundido indirectamente el tenebroso mensaje de que la posesión del arma nuclear es un seguro de no agresión; ahí andan sueltas la furiosa dictadura norcoreana, tolerada y negociadora, la pakistaní y la fundamentalista iraní. ¿Dónde está la potencia imperial y su temible ejército?
La voz de la historia condenará la invasión por sus terribles crímenes, por alentar el odio musulmán y el fundamentalismo del terror islamista. El vacío de poder ha arrasado las estructuras civiles y las instituciones políticas, administrativas y financieras del país; el terrorismo se agazapa y congrega en la anarquía propicia a criminales yihadistas. Irak no cubre las necesidades básicas y la sociedad civil en sus carencias, languidece.
Camilo Valverde Mudarra
Fue un error, una equivocación estratégica; el pueblo iraquí, Oriente Medio y todo el mundo tras estos cinco años y durante mucho tiempo seguirán soportando sus terribles consecuencias. Muchos expertos en Derecho Internacional de muy variado pensamiento han manifestado su reprobación y vituperio, no hallan fundamento jurídico a tal desastrosa empresa. Si EEUU y Gran Bretaña tenían el deber y la misión de derribar la dictadura de Sadam, habían de haber atacado todas las dictaduras de este sangriento mundo, pues, por definición, todas violan los Derechos Humanos, todas legitiman implícitamente el uso de la fuerza, todas exigen la intervención humanitaria. En definitiva, su mayor error estriba en que han venido a destruir las coyundas y frenos que Sadam suponía para el régimen fundamentalista de Irán.
La guerra siempre es deplorable y execrable. No hay guerra justa, todas son intrínsecamente indebidas e injustas; ni santa, todas son diabólicas y aberrantes; ni necesaria, todas son irrazonables e improcedentes. La violencia y la agresión no tienen motivo ni licitud. Con la ocupación militar, Irak no ha visto llegar la balsa de la democracia; aquella antigua y mítica tierra sigue anegada de muerte y sangre, sus calles y cunetas continúan plagadas de metralla y masacre; la destrucción y la inhumanidad campean ante a impunidad de las fuerzas norteamericanas, de los mercenarios y las guerrillas locales. Los iraquíes no han ganado nada, han visto subir nuevos gobernantes, pero no se han sacudido la brutal dominación, la vejación y la opresión; los antes oprimidos chiítas acaparan hoy el Gobierno y, apoyados por Irán, controlan los organismos y persiguen a los suníes.
El fariseísmo de la doble moral de EEUU y de la UE ha supuesto la pérdida de su excelencia moral. No llega la retirada. Esta guerra ha sido un fracaso y un despilfarro humano y económico descomunales. Irak no se ha visto liberado, democratizado, pacificado y saneado, sus expectativas de seguridad y desarrollo se han frustrado; no había armas de destrucción ni vínculos con Al-Qaeda ni ninguna resolución legítima de la ONU. El costo previsible ha sido horroroso y superior a cualquier análisis en cuanto a la degradación del Derecho Humanitario, la desestabilización, el aumento del terrorismo internacional y la humillación y deterioro de la ONU en su claudicación posterior. Ha alimentado la hostilidad especial de los estados árabes, al ver a la ONU colaborar amigablemente en la ocupación; ha encendido la trágica guerra civil y, favoreciendo la siniestra proliferación nuclear, ha difundido indirectamente el tenebroso mensaje de que la posesión del arma nuclear es un seguro de no agresión; ahí andan sueltas la furiosa dictadura norcoreana, tolerada y negociadora, la pakistaní y la fundamentalista iraní. ¿Dónde está la potencia imperial y su temible ejército?
La voz de la historia condenará la invasión por sus terribles crímenes, por alentar el odio musulmán y el fundamentalismo del terror islamista. El vacío de poder ha arrasado las estructuras civiles y las instituciones políticas, administrativas y financieras del país; el terrorismo se agazapa y congrega en la anarquía propicia a criminales yihadistas. Irak no cubre las necesidades básicas y la sociedad civil en sus carencias, languidece.
Camilo Valverde Mudarra
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