El Alzheimer (patología llamada así por ser ése el primer apellido del doctor que la describió), amén de ser una enfermedad neurodegenerativa de gran impacto personal, social y económico, cuyo origen o causa desencadenante se ignora (aunque, poco a poco, se van conociendo más datos al respecto), es una discapacidad, pues provoca un alto grado de dependencia en quien la padece, que precisa y requiere, conforme la patología va avanzando, mayores atenciones y cuidados.
El Alzheimer origina en el enfermo una pérdida paulatina de todas sus facultades, tanto de las físicas como de las psicológicas. Así, quien sufre la enfermedad arrumba o extravía la memoria, el sentido de la orientación, el habla, se olvida de andar y hasta de comer y termina, sin remisión, postrado en el lecho, en un proceso que suele durar una media de doce años.
Aunque hay algunos fármacos que demoran o retardan la aparición o el tránsito de uno a otro de los tres ciclos en los que tiende a dividirse el proceso patológico, no se ha descubierto aún vacuna ni se vislumbra protocolo para su remedio.
El problema se ve agravado porque (y por que) el cuidado de una persona con Alzheimer agota asimismo física y mentalmente a su cuidador/a, pudiendo llegar éste/a, a su vez, a acabar enfermando.
Las plazas en residencias y hospitales de día para este tipo de pacientes siguen siendo insuficientes.
Ojalá sirvan las pocas líneas que preceden para que todos nos sensibilicemos un poco más con quienes padecen y cuidan a los enfermos que sufren esta patología, cada día más en boga en nuestra sociedad y tiempo.
Ángel Sáez García
El Alzheimer origina en el enfermo una pérdida paulatina de todas sus facultades, tanto de las físicas como de las psicológicas. Así, quien sufre la enfermedad arrumba o extravía la memoria, el sentido de la orientación, el habla, se olvida de andar y hasta de comer y termina, sin remisión, postrado en el lecho, en un proceso que suele durar una media de doce años.
Aunque hay algunos fármacos que demoran o retardan la aparición o el tránsito de uno a otro de los tres ciclos en los que tiende a dividirse el proceso patológico, no se ha descubierto aún vacuna ni se vislumbra protocolo para su remedio.
El problema se ve agravado porque (y por que) el cuidado de una persona con Alzheimer agota asimismo física y mentalmente a su cuidador/a, pudiendo llegar éste/a, a su vez, a acabar enfermando.
Las plazas en residencias y hospitales de día para este tipo de pacientes siguen siendo insuficientes.
Ojalá sirvan las pocas líneas que preceden para que todos nos sensibilicemos un poco más con quienes padecen y cuidan a los enfermos que sufren esta patología, cada día más en boga en nuestra sociedad y tiempo.
Ángel Sáez García
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