Miles de pensadores y filósofos están de acuerdo en que el derecho al mando no puede justificarse más que por la superioridad. Desde el principio de los tiempos, la Humanidad se ha dividido en amos y esclavos. La mayoría de los hombres tienen tanto miedo y se sienten tan débiles que no han nacido para mandar, mientras que una minoría es capaz de dominar su miedo y posee el arrojo suficiente para dar órdenes. Estos, miembros de la "raza de los amos", siempre han gobernado a lo largo de la Historia, hasta que nacieron los partidos políticos e instituyeron "la dictadura de los mediocres".
Los reyes de la antigüedad conquistaban el poder con la inteligencia y la fuerza, demostrando que eran superiores. La lucha por el poder seleccionaba a los mejores, que eran los que lograban imponerse. Así se gobernó el mundo durante mucho tiempo Las monarquías hereditarias alteraron el proceso de selección natural, pero se mantuvo activo en la nobleza, donde los hijos mejores casi siempre lograban imponerse a sus hermanos menos dotados de inteligencia y fuerza.
El mundo ha sido gobernado dentro de esa dialéctica a lo largo de la Historia, hasta que los partidos políticos, tras degenerar la democracia y convertirla en un refugio para ineptos y rufianes, se apoderaron del Estado e instauraron una especie de dictadura de los mediocres, donde suelen gobernar personas escasamente dotadas, que nunca antes en la Historia habrían tenido la oportunidad de ejercer el mando.
El partido político es una herramienta infernal que ha demostrado que muchos mediocres e inferiores unidos pueden ejercer su dominio sobre seres superiores, que suelen estar desunidos y desorganizados.
Por primera vez en la Historia, puede afirmarse que la política actual, la que ha acabado con la democracia y ha sembrado el mundo de corrupción e injusticia, no es fruto del dominio de los más fuertes sobre los débiles, sino del predominio de los mediocres y, muchas veces, también de los inmorales, sobre el resto de la sociedad.
El proceso de selección de los mejores y de los más inteligentes y fuertes, vigente en el liderazgo del mundo durante miles de años, ha quedado interrumpido tras la creación del partido político, que es una especie de organización disciplinada donde los mediocres han conseguido hacerse fuertes y tomar el poder para ejercer un dominio inédito sobre las masas.
Las consecuencias de estas nuevas dictaduras de los mediocres son aterradoras. La primera de ellas es que las actuales castas dirigentes, integradas por mediocres con escasa inteligencia y menos escrúpulos, carecen de ideas y de iniciativas brillantes para solucionar los grandes problemas de la Humanidad, como la violencia, la desigualdad, la inseguridad, la pobreza, el desempleo y otras muchas lacras, que siguen vigentes y sin solución.
Otra consecuencia es el divorcio entre los ciudadanos y una clase dirigente, que únicamente sabe ganarse el favor de las masas mediante técnicas propias de los tiranos: mentira, engaño, dominio de los medios de comunicación y miedo.
El tercer gran resultado del poder de los mediocres es el hundimiento general de los grandes valores, como la fortaleza, el esfuerzo, la solidaridad, el respeto, la humildad y el amor, que nunca podrán ser promocionados o amparados por una clase política plagada de mediocres arrogantes, incapaces de poseerlos.
Los partidos políticos, al encumbrar y convertir en líderes a gente a la que el proceso de selección natural habría condenado al anonimato y, tal vez, al fracaso, se han convertido en organizaciones nocivas y en verdaderos enemigos del progreso por haber conducido al mundo por un camino equivocado, ya que la solución no consistía en sustituir a las viejas élites poderosas por una manada de torpes sin virtudes ni valores, sino en perfeccionar y garantizar el proceso de selección para lograr que realmente lo mejores y los más virtuosos alcanzaran el poder y pudieran gestionar el Estado en representación de la Humanidad.
En el corazón de los partidos no reina la democracia, como manda la Constitución Española, sino el sometimiento al líder. La gente es valorada por su obediencia al que manda y por la capacidad de pensar lo mismo que el que tiene el poder. Esa cultura, que reprime la creatividad, el libre albedrío y la libertad, produce mediocres a mansalva y personajes sin preparación alguna para resolver los problemas del mundo y ser líderes de valor.
Francisco Rubiales
Los reyes de la antigüedad conquistaban el poder con la inteligencia y la fuerza, demostrando que eran superiores. La lucha por el poder seleccionaba a los mejores, que eran los que lograban imponerse. Así se gobernó el mundo durante mucho tiempo Las monarquías hereditarias alteraron el proceso de selección natural, pero se mantuvo activo en la nobleza, donde los hijos mejores casi siempre lograban imponerse a sus hermanos menos dotados de inteligencia y fuerza.
El mundo ha sido gobernado dentro de esa dialéctica a lo largo de la Historia, hasta que los partidos políticos, tras degenerar la democracia y convertirla en un refugio para ineptos y rufianes, se apoderaron del Estado e instauraron una especie de dictadura de los mediocres, donde suelen gobernar personas escasamente dotadas, que nunca antes en la Historia habrían tenido la oportunidad de ejercer el mando.
El partido político es una herramienta infernal que ha demostrado que muchos mediocres e inferiores unidos pueden ejercer su dominio sobre seres superiores, que suelen estar desunidos y desorganizados.
Por primera vez en la Historia, puede afirmarse que la política actual, la que ha acabado con la democracia y ha sembrado el mundo de corrupción e injusticia, no es fruto del dominio de los más fuertes sobre los débiles, sino del predominio de los mediocres y, muchas veces, también de los inmorales, sobre el resto de la sociedad.
El proceso de selección de los mejores y de los más inteligentes y fuertes, vigente en el liderazgo del mundo durante miles de años, ha quedado interrumpido tras la creación del partido político, que es una especie de organización disciplinada donde los mediocres han conseguido hacerse fuertes y tomar el poder para ejercer un dominio inédito sobre las masas.
Las consecuencias de estas nuevas dictaduras de los mediocres son aterradoras. La primera de ellas es que las actuales castas dirigentes, integradas por mediocres con escasa inteligencia y menos escrúpulos, carecen de ideas y de iniciativas brillantes para solucionar los grandes problemas de la Humanidad, como la violencia, la desigualdad, la inseguridad, la pobreza, el desempleo y otras muchas lacras, que siguen vigentes y sin solución.
Otra consecuencia es el divorcio entre los ciudadanos y una clase dirigente, que únicamente sabe ganarse el favor de las masas mediante técnicas propias de los tiranos: mentira, engaño, dominio de los medios de comunicación y miedo.
El tercer gran resultado del poder de los mediocres es el hundimiento general de los grandes valores, como la fortaleza, el esfuerzo, la solidaridad, el respeto, la humildad y el amor, que nunca podrán ser promocionados o amparados por una clase política plagada de mediocres arrogantes, incapaces de poseerlos.
Los partidos políticos, al encumbrar y convertir en líderes a gente a la que el proceso de selección natural habría condenado al anonimato y, tal vez, al fracaso, se han convertido en organizaciones nocivas y en verdaderos enemigos del progreso por haber conducido al mundo por un camino equivocado, ya que la solución no consistía en sustituir a las viejas élites poderosas por una manada de torpes sin virtudes ni valores, sino en perfeccionar y garantizar el proceso de selección para lograr que realmente lo mejores y los más virtuosos alcanzaran el poder y pudieran gestionar el Estado en representación de la Humanidad.
En el corazón de los partidos no reina la democracia, como manda la Constitución Española, sino el sometimiento al líder. La gente es valorada por su obediencia al que manda y por la capacidad de pensar lo mismo que el que tiene el poder. Esa cultura, que reprime la creatividad, el libre albedrío y la libertad, produce mediocres a mansalva y personajes sin preparación alguna para resolver los problemas del mundo y ser líderes de valor.
Francisco Rubiales
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