España, atónita y encendida la sangre, ha podido observar por televisión la risa chulesca, el intencionado descaro y la manifiesta desobediencia ante el Tribunal que juzga a dos miembros de la banda etarra, que me niego a nombrar, acusados del asesinato del concejal José Luís Caso y de propinar el tiro a Miguel Ángel Blanco en 1997. Se han negado a hablar y, cuando lo hicieron a su arbitrio, usaron su jerga particular, no se pusieron de pie y, en señal de desprecio, dieron la espalda, mantenían cuchicheos y gesticulaban con sus familiares asistentes a la vista. Toda una gama de insolencia, desvergüenza e incitación ofensivas.
Ofenden a toda España, se burlan de la Justicia, desprecian y se ríen de las víctimas del terrorismo. Mofa y risa que no es aislada; no es la primera vez que los etarras hostigan, insultan, exaltan y mienten. Una sociedad, que permanece impasible ante esa actitud de dos repugnantes asesinos, se descalifica, se muestra indigna y enferma. Con esta calaña de individuos se quieren sentar a negociar. ¿Qué van a negociar? ¿Qué proceso, ni qué discusión? Sólo cabe la entrega de las armas. Con gente así no es posible hablar; siguen en su cinismo, no hay arrepentimiento, siguen las extorsiones a empresarios, no hay escrúpulos morales, siguen con sus exigencias imposibles, con su altanería insultante, no hay voluntad de acuerdo, no hay acercamiento, no hay reconocimiento de error ni sumisión ni perdón.
Mientras se celebra el juicio del que se cree que puso la pistola en la nuca de M. Ángel, el hombrecete del talante y la sonrisa pide permiso al Parlamento para sentarse con la banda terrorista ETA. Como se ha demostrado, una enorme mayoría de la nación española se niega a tal negociación. No es que no quiera que se termine el terrorismo, nada de eufemismos demagógicos de “proceso de paz”. Es muy fácil e incisivo tergiversar diciendo que esa negación supone “no querer la paz”. Todos quieren la paz; lo que no se desea es el entreguismo, la conculcación del Código Penal y el Estado de Derecho; que no se pague un precio político a una banda por algo tan sagrado como el respeto a la vida, por dejar de matar, de asesinar. Todos ansían la paz, nadie está la muerte. Paz sí, claro está, pero no a cualquier coste, algo tan simple que no han conseguido en cuarenta años.
Paz sí, siempre la paz. Paz y justicia para todos los hombres.
Camilo Valverde Mudarra
Ofenden a toda España, se burlan de la Justicia, desprecian y se ríen de las víctimas del terrorismo. Mofa y risa que no es aislada; no es la primera vez que los etarras hostigan, insultan, exaltan y mienten. Una sociedad, que permanece impasible ante esa actitud de dos repugnantes asesinos, se descalifica, se muestra indigna y enferma. Con esta calaña de individuos se quieren sentar a negociar. ¿Qué van a negociar? ¿Qué proceso, ni qué discusión? Sólo cabe la entrega de las armas. Con gente así no es posible hablar; siguen en su cinismo, no hay arrepentimiento, siguen las extorsiones a empresarios, no hay escrúpulos morales, siguen con sus exigencias imposibles, con su altanería insultante, no hay voluntad de acuerdo, no hay acercamiento, no hay reconocimiento de error ni sumisión ni perdón.
Mientras se celebra el juicio del que se cree que puso la pistola en la nuca de M. Ángel, el hombrecete del talante y la sonrisa pide permiso al Parlamento para sentarse con la banda terrorista ETA. Como se ha demostrado, una enorme mayoría de la nación española se niega a tal negociación. No es que no quiera que se termine el terrorismo, nada de eufemismos demagógicos de “proceso de paz”. Es muy fácil e incisivo tergiversar diciendo que esa negación supone “no querer la paz”. Todos quieren la paz; lo que no se desea es el entreguismo, la conculcación del Código Penal y el Estado de Derecho; que no se pague un precio político a una banda por algo tan sagrado como el respeto a la vida, por dejar de matar, de asesinar. Todos ansían la paz, nadie está la muerte. Paz sí, claro está, pero no a cualquier coste, algo tan simple que no han conseguido en cuarenta años.
Paz sí, siempre la paz. Paz y justicia para todos los hombres.
Camilo Valverde Mudarra