Los mismos varones de peso del socialismo, aunque en público callan o aparentan beatitud, andan que trinan o se remueven con inquietud en sus asientos. Así lo ha hecho, desde Bruselas, el que fuera aspirante a la Presidencia, Sr. Almunia; el Director del Banco de España, Sr. Fernández Ordónez o recientemente D. Felipe González, quien, en referencia al Presidente ZP, ha dicho que anda deprimido y que “rectificar es de sabios, pero hacerlo a diario es de necios”. Y ciertamente es de tontos y necios rodearse de incultos, de zafios traumatizados y carentes de luces en las tareas de dirección o de gobierno. Sin duda, es de inteligentes llamar, para las tareas directivas, a los más preparados y conocedores, que colaboren en la búsqueda del bien común.
Padecemos una aguda crisis no sólo económica, sino moral, cultural y espiritual; no se puede afrontar aquella, sin atender y atajar estas otras. Está en entredicho la educación, tema fundamental para una sociedad que se tambalea, acosada por el vendaval laicista y hedonista que sopla rabioso desde esa mentalidad hostil y revanchista de este neosocialismo radical y poco respetuoso con las creencias y tradiciones de los españoles; se palpa en el horizonte temporal tal intención destructiva, proporcional a la radicalidad del planteamiento antitradicional y cristiano y a la amplitud de la demanda educativa. No se pueden trastocar, ni se deben eliminar los valores que han sustentado nuestro entramado social; para el hombre, es esencial el hecho de llegar a ser él mismo a partir del otro, del tú y del vosotros, en cuyo encuentro el “yo” se abre a sí mismo; por eso, la educación antiautoritaria no es educación, sino renuncia a ella; la emergencia educativa radica en el escepticismo y el relativismo, que desechan mecánicamente todo imperativo moral, toda orientación de respeto, bondad y virtud.
Esa es la razón, por la que intentan tergiversar y silenciar la historia y la convierten en un aglomerado de situaciones y decisiones culturales, ocasionales y arbitrarias que no inciden en el presente ni en el futuro. Hay que abrirse a las indicaciones de una educación que no es imposición, sino apertura del yo al conocimiento, a la autoridad del saber y al esfuerzo personal. Educar nunca ha sido fácil; educar es formar a las nuevas generaciones para que sepan afrontar su relación con el mundo, apoyadas en la memoria significativa del saber científico y humano, que se incrementa con el patrimonio compartido de la sabiduría y reconoce la trascendencia de la vida, del pensamiento y las afecciones del hombre. El joven tiene sed de sabiduría y de la adquisición de conocimientos consistentes; busca la coraza de unos valores sólidos que lo conduzcan a metas asequibles y alcanzables, hechas realidad en el hallazgo de unas relaciones humanas auténticas para vadear los desafíos de la vida y su realización personal; desea un futuro menos incierto gracias a una sociedad segura y fiable que le confíe un puesto de trabajo digno y seguro.
A la vez que es preciso acometer la reforma laboral y la financiera, urge también la de una nueva y moderna ley de educación. El sistema educativo es deficiente, los chicos salen sin saber nada de casi nada; “mi hija –dice una señora- ha terminado una carrera y no tiene ni idea de la Historia de España, ni de Lengua ni Matemáticas … y además no encuentra trabajo”; las familias se han de ocupar de educar a sus hijos y el Colegio, de enseñar; estamos criando una generación de insatisfechos, egoístas y materialistas, producto de las lúdicas LOGSES y LODES. Esta es la cultura del sexo y el alcohol. ¿Qué clase de profesionales y dirigentes tendremos en el futuro? Los rapaces de hoy serán los adultos de mañana.
C. Mudarra
Padecemos una aguda crisis no sólo económica, sino moral, cultural y espiritual; no se puede afrontar aquella, sin atender y atajar estas otras. Está en entredicho la educación, tema fundamental para una sociedad que se tambalea, acosada por el vendaval laicista y hedonista que sopla rabioso desde esa mentalidad hostil y revanchista de este neosocialismo radical y poco respetuoso con las creencias y tradiciones de los españoles; se palpa en el horizonte temporal tal intención destructiva, proporcional a la radicalidad del planteamiento antitradicional y cristiano y a la amplitud de la demanda educativa. No se pueden trastocar, ni se deben eliminar los valores que han sustentado nuestro entramado social; para el hombre, es esencial el hecho de llegar a ser él mismo a partir del otro, del tú y del vosotros, en cuyo encuentro el “yo” se abre a sí mismo; por eso, la educación antiautoritaria no es educación, sino renuncia a ella; la emergencia educativa radica en el escepticismo y el relativismo, que desechan mecánicamente todo imperativo moral, toda orientación de respeto, bondad y virtud.
Esa es la razón, por la que intentan tergiversar y silenciar la historia y la convierten en un aglomerado de situaciones y decisiones culturales, ocasionales y arbitrarias que no inciden en el presente ni en el futuro. Hay que abrirse a las indicaciones de una educación que no es imposición, sino apertura del yo al conocimiento, a la autoridad del saber y al esfuerzo personal. Educar nunca ha sido fácil; educar es formar a las nuevas generaciones para que sepan afrontar su relación con el mundo, apoyadas en la memoria significativa del saber científico y humano, que se incrementa con el patrimonio compartido de la sabiduría y reconoce la trascendencia de la vida, del pensamiento y las afecciones del hombre. El joven tiene sed de sabiduría y de la adquisición de conocimientos consistentes; busca la coraza de unos valores sólidos que lo conduzcan a metas asequibles y alcanzables, hechas realidad en el hallazgo de unas relaciones humanas auténticas para vadear los desafíos de la vida y su realización personal; desea un futuro menos incierto gracias a una sociedad segura y fiable que le confíe un puesto de trabajo digno y seguro.
A la vez que es preciso acometer la reforma laboral y la financiera, urge también la de una nueva y moderna ley de educación. El sistema educativo es deficiente, los chicos salen sin saber nada de casi nada; “mi hija –dice una señora- ha terminado una carrera y no tiene ni idea de la Historia de España, ni de Lengua ni Matemáticas … y además no encuentra trabajo”; las familias se han de ocupar de educar a sus hijos y el Colegio, de enseñar; estamos criando una generación de insatisfechos, egoístas y materialistas, producto de las lúdicas LOGSES y LODES. Esta es la cultura del sexo y el alcohol. ¿Qué clase de profesionales y dirigentes tendremos en el futuro? Los rapaces de hoy serán los adultos de mañana.
C. Mudarra
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