El gobierno de Sánchez, incluso si durante su mandato se derrotara la pandemia y se reactivara la economía, es culpable de tantas traiciones y suciedades que será considerado inicuo y nefasto por el juicio de la Historia. Las razones para considerar a Sánchez como un ser dañino y todo un drama para España son muchas, pero la principal de todas es que ha convertido la mentira en la columna vertebral de su mandato. Mientras Sánchez miente y engaña con la ayuda de los medios de comunicación comprados, la economía se desploma como nunca antes desde la Guerra Civil, el endeudamiento crece de manera demencial y los políticos, impasibles e insensibles, siguen atiborrados de privilegios y arrogancia, derrochando y colocando masivamente, bajo la tutela de un Estado monstruoso e insostenible, a decenas de miles de sus amigos con carné de partido.
Lo que llegó a ser una gran nación, se ha convertido en un lodazal por culpa de una de las clases políticas mas miserables y nocivas del planeta, una élite política que, a pesar de saber que el gran drama de España es su Estado monstruoso e insostenible, creado en tiempos de opulencia económica con todo lujo de privilegios y con administraciones, instituciones y empresas públicas que no servían para otra cosa que para colocar a políticos, se negó siempre a ser austera y prefirió desmontar la sanidad, convivir con el hambre de los pobres, empobrecer la investigación y la ciencia y dejar sin protección a cientos de miles de marginados y desposeídos antes que adelgazar el injusto, obeso y obsceno Estado español, obra de gente que, aunque se ha mantenido casi siempre en la legalidad, merece un duro castigo del pueblo por haber sido indecentes y conducido el país hacia su derrota y fracaso.
La ley española es letal para los desgraciados y blanda y magnánima con los poderosos y los corruptos. Los EREs y otros escándalos no se castigan con contundencia y el mensaje que se envía a diario al pueblo es que los políticos son impunes e intocables. Los ladrones no suelen ir a la cárcel y jamás devuelven el botín robado. Sánchez mantiene viva la llama de la corrupción al continuar gobernando, como si no ocurriera nada, con un partidos como Podemos, imputado por graves delitos.
La relación entre el pueblo y sus políticos se ha deteriorado tanto que el rechazo y la crítica se transforman en odio. Ellos dicen que nos representan, pero es mentira porque los diputados y senadores sólo obedecen y rinden cuentas a sus respectivos partidos y ni siquiera conocen a los ciudadanos que les han votado. Cuando el pueblo que les vota grita y les exige cambios, ellos cierran los ojos y los oídos.
Los españoles llevan años exigiendo, sin éxito alguno, castigos ejemplares para los políticos corruptos, que devuelvan lo robado y que cese la financiación de partidos y sindicatos con el dinero de los impuestos.
Son opacos como planchas de plomo y ocultan sus verdaderas cuentas, sus privilegios y ventajas. Son tan inmorales que se refugian en el Congreso y el Senado para resguardarse de la Justicia, que debe tratarlos como "aforados", cuando muchos de ellos son simples delincuentes. Cobran dietas sin merecerlas y las ayudas y exenciones de impuestos que disfrutan los políticos son escandalosas.
Casi llorando, se lamentan de que no todos los políticos son corruptos, pero no dicen que todos merecen ser considerados corruptos porque los que no lo son se han convertido en cómplices al guardar un silencio culposo y vergonzoso sin denunciar la inmundicia que les rodeaba en sus partidos. El pueblo está despertando y ya sabe que la corrupción no sólo es robar sino que lo es también endeudarse en exceso, despilfarrar, beneficiar a los suyos, mentir, engañar, incumplir promesas, comprar medios de comunicación con dinero público, ser negligentes con la pandemia y dejar morir a decenas de miles de españoles por torpes e ineptos, así como mantener vigentes leyes inicuas como las que protegen a los okupas y las que discriminan y maltratan al hombre sólo por ser hombre.
Aquella España que crecía y que llegó a ser la envidia de medio mundo por protagonizar en el siglo XX un milagro mas espectacular que el japonés o el italiano, empezó a hundirse sin remedio con Zapatero, con Rajoy se precipitó hasta la vergüenza y con Sánchez está siendo destrozada, entre convulsiones, agonía, cierres de empresas, desempleo masivo y ruina.
Cada día son mas los españoles que piensan que pronto llegaremos a una situación en la que la única salida será expulsar a todos los maleantes e inútiles del puesto de mando de España, antes de que hundan el barco para siempre.
Pero nada supera a la mentira en el balance sobrecogedor y sucio de la política española. El incumplimiento de las promesas electorales fue sólo el inicio de la tragedia del engaño, que pronto se convirtió en el eje de la política oficial. Prometieron elecciones rápidas después de la moción de censura y lo incumplieron, dijeron que nunca pactaría con el comunismo y después se arrojaron en sus brazos y cada día mienten al pueblo sin pudor ni remordimiento, como si la política consistiera en revolcarse en las cloacas.
Juraron que defender la empresa y la prosperidad estaba en su ADN, pero han cerrado empresas a millares y enviado a cientos de miles de autónomos a la ruina, víctima de los impuestos abusivos, de una burocracia asfixiante y de unas administraciones públicas que no frenan sus lujos, privilegios y dispendios. Decían que la ley era igual para todos, pero era falso porque hay miles de políticos corruptos y enriquecidos disfrutando del botín sin que nadie les moleste.
La mentira, bajo el mandato de Sánchez, es la verdadera presidenta del gobierno, mientras que la corrupción ocupa la jefatura del Estado. España fue transformada en una calamidad llena de inmigrandes ilegales, entre los que abundan delincuentes asesinos y violadores, en la que retornan el hambre, la tuberculosis, la sarna, la rabia y otros muchos males que parecían erradicados.
Bajo el mandato de esa clase política dominante, a la que los ciudadanos han aprendido a despreciar y a la que llaman PPSOE, porque ambos partidos se parecen como dos gotas de agua, España se ha convertido en líder mundial de casi todo lo sucio: muertos por habitante causados por la pandemia, tráfico y consumo de drogas, blanqueo de dinero, desempleo masivo, avance de la pobreza, trata de blancas, prostitución, refugio de bandas armadas, delincuencia internacional, alcoholismo, fracaso escolar, baja calidad de la enseñanza, asesinato del sistema sanitario y un sinnúmero de lacras mas.
Mientras el pueblo era confundido y amansado desde los telediarios y con la ayuda de cientos de medios comprados con dinero público y periodistas sometidos al poder, la democracia era asesinada y sustituida por una verdadera dictadura de partidos políticos, sin ciudadanos y sin decencia, con el poder judicial sometido a un poder político que ni siquiera siente vergüenza cuando nombra a jueces y magistrados.
Lo más desesperante es que Sánchez tiene enfrente a una oposición que, con excepción de VOX, es nula y a un pueblo cansado y desesperado que no es capaz de defender sus derechos y libertades acuchilladas y su prosperidad pisoteada. Los dos grandes partidos políticos que acaparan el poder, junto con los más pequeños y los insaciables e inmorales nacionalistas de Vascongadas y Cataluña, se comportan como manadas voraces de predadores que solo aspiran a pastar en el presupuesto.
La angustia de los españoles y su impotencia ante los predadores políticos es tanta que muchos sueñan con una intervención europea o con la llegada de un golpista que imponga moral, orden y decencia en la vida y el futuro de España y que sea capaz de despertar valores que son ya cadáveres, como la ilusión y la esperanza.
Francisco Rubiales
Lo que llegó a ser una gran nación, se ha convertido en un lodazal por culpa de una de las clases políticas mas miserables y nocivas del planeta, una élite política que, a pesar de saber que el gran drama de España es su Estado monstruoso e insostenible, creado en tiempos de opulencia económica con todo lujo de privilegios y con administraciones, instituciones y empresas públicas que no servían para otra cosa que para colocar a políticos, se negó siempre a ser austera y prefirió desmontar la sanidad, convivir con el hambre de los pobres, empobrecer la investigación y la ciencia y dejar sin protección a cientos de miles de marginados y desposeídos antes que adelgazar el injusto, obeso y obsceno Estado español, obra de gente que, aunque se ha mantenido casi siempre en la legalidad, merece un duro castigo del pueblo por haber sido indecentes y conducido el país hacia su derrota y fracaso.
La ley española es letal para los desgraciados y blanda y magnánima con los poderosos y los corruptos. Los EREs y otros escándalos no se castigan con contundencia y el mensaje que se envía a diario al pueblo es que los políticos son impunes e intocables. Los ladrones no suelen ir a la cárcel y jamás devuelven el botín robado. Sánchez mantiene viva la llama de la corrupción al continuar gobernando, como si no ocurriera nada, con un partidos como Podemos, imputado por graves delitos.
La relación entre el pueblo y sus políticos se ha deteriorado tanto que el rechazo y la crítica se transforman en odio. Ellos dicen que nos representan, pero es mentira porque los diputados y senadores sólo obedecen y rinden cuentas a sus respectivos partidos y ni siquiera conocen a los ciudadanos que les han votado. Cuando el pueblo que les vota grita y les exige cambios, ellos cierran los ojos y los oídos.
Los españoles llevan años exigiendo, sin éxito alguno, castigos ejemplares para los políticos corruptos, que devuelvan lo robado y que cese la financiación de partidos y sindicatos con el dinero de los impuestos.
Son opacos como planchas de plomo y ocultan sus verdaderas cuentas, sus privilegios y ventajas. Son tan inmorales que se refugian en el Congreso y el Senado para resguardarse de la Justicia, que debe tratarlos como "aforados", cuando muchos de ellos son simples delincuentes. Cobran dietas sin merecerlas y las ayudas y exenciones de impuestos que disfrutan los políticos son escandalosas.
Casi llorando, se lamentan de que no todos los políticos son corruptos, pero no dicen que todos merecen ser considerados corruptos porque los que no lo son se han convertido en cómplices al guardar un silencio culposo y vergonzoso sin denunciar la inmundicia que les rodeaba en sus partidos. El pueblo está despertando y ya sabe que la corrupción no sólo es robar sino que lo es también endeudarse en exceso, despilfarrar, beneficiar a los suyos, mentir, engañar, incumplir promesas, comprar medios de comunicación con dinero público, ser negligentes con la pandemia y dejar morir a decenas de miles de españoles por torpes e ineptos, así como mantener vigentes leyes inicuas como las que protegen a los okupas y las que discriminan y maltratan al hombre sólo por ser hombre.
Aquella España que crecía y que llegó a ser la envidia de medio mundo por protagonizar en el siglo XX un milagro mas espectacular que el japonés o el italiano, empezó a hundirse sin remedio con Zapatero, con Rajoy se precipitó hasta la vergüenza y con Sánchez está siendo destrozada, entre convulsiones, agonía, cierres de empresas, desempleo masivo y ruina.
Cada día son mas los españoles que piensan que pronto llegaremos a una situación en la que la única salida será expulsar a todos los maleantes e inútiles del puesto de mando de España, antes de que hundan el barco para siempre.
Pero nada supera a la mentira en el balance sobrecogedor y sucio de la política española. El incumplimiento de las promesas electorales fue sólo el inicio de la tragedia del engaño, que pronto se convirtió en el eje de la política oficial. Prometieron elecciones rápidas después de la moción de censura y lo incumplieron, dijeron que nunca pactaría con el comunismo y después se arrojaron en sus brazos y cada día mienten al pueblo sin pudor ni remordimiento, como si la política consistiera en revolcarse en las cloacas.
Juraron que defender la empresa y la prosperidad estaba en su ADN, pero han cerrado empresas a millares y enviado a cientos de miles de autónomos a la ruina, víctima de los impuestos abusivos, de una burocracia asfixiante y de unas administraciones públicas que no frenan sus lujos, privilegios y dispendios. Decían que la ley era igual para todos, pero era falso porque hay miles de políticos corruptos y enriquecidos disfrutando del botín sin que nadie les moleste.
La mentira, bajo el mandato de Sánchez, es la verdadera presidenta del gobierno, mientras que la corrupción ocupa la jefatura del Estado. España fue transformada en una calamidad llena de inmigrandes ilegales, entre los que abundan delincuentes asesinos y violadores, en la que retornan el hambre, la tuberculosis, la sarna, la rabia y otros muchos males que parecían erradicados.
Bajo el mandato de esa clase política dominante, a la que los ciudadanos han aprendido a despreciar y a la que llaman PPSOE, porque ambos partidos se parecen como dos gotas de agua, España se ha convertido en líder mundial de casi todo lo sucio: muertos por habitante causados por la pandemia, tráfico y consumo de drogas, blanqueo de dinero, desempleo masivo, avance de la pobreza, trata de blancas, prostitución, refugio de bandas armadas, delincuencia internacional, alcoholismo, fracaso escolar, baja calidad de la enseñanza, asesinato del sistema sanitario y un sinnúmero de lacras mas.
Mientras el pueblo era confundido y amansado desde los telediarios y con la ayuda de cientos de medios comprados con dinero público y periodistas sometidos al poder, la democracia era asesinada y sustituida por una verdadera dictadura de partidos políticos, sin ciudadanos y sin decencia, con el poder judicial sometido a un poder político que ni siquiera siente vergüenza cuando nombra a jueces y magistrados.
Lo más desesperante es que Sánchez tiene enfrente a una oposición que, con excepción de VOX, es nula y a un pueblo cansado y desesperado que no es capaz de defender sus derechos y libertades acuchilladas y su prosperidad pisoteada. Los dos grandes partidos políticos que acaparan el poder, junto con los más pequeños y los insaciables e inmorales nacionalistas de Vascongadas y Cataluña, se comportan como manadas voraces de predadores que solo aspiran a pastar en el presupuesto.
La angustia de los españoles y su impotencia ante los predadores políticos es tanta que muchos sueñan con una intervención europea o con la llegada de un golpista que imponga moral, orden y decencia en la vida y el futuro de España y que sea capaz de despertar valores que son ya cadáveres, como la ilusión y la esperanza.
Francisco Rubiales
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