Pedro Sánchez de fiesta en la gala de los premios Goya, a pesar del asesinato de dos guardias civiles en Barbate y de que las carreteras de España hierven, cerradas por miles de tractores.
A Sánchez sólo han podido votarle los paniaguados que cobran subvenciones desde la vagancia, los nacionalistas radicales que odian a España, muchos inmigrantes recién nacionalizados, los que tienen carné de su partido, aunque no todos, y los que viven en el delito y en el reparto del botín del Estado. Por mucho que se estire ese grupo, no supera los cuatro millones de españoles.
Hay una legión de sociólogos que sostienen en privado que el resto de los votos sanchistas, especialmente los que llegaron por correo, están bajo sospecha de manipulación y alteración.
Es cierto que no existen pruebas definitivas de fraude porque en España no se cumple la ley electoral y ni siquiera se custodian y publican los resultados, acta por acta, pero los indicios y sospechas son cada día más abundantes y sólidos.
Los expertos reiteran que es un hecho constatado que Sánchez tiene al grueso de los españoles en contra. En consecuencia, no ha podido sacar tantos votos como dice el recuento oficial.
Es cierto que haber colocado la jornada electoral en julio, en pleno puente, fue una jugada diabólica para disparar los votos por correo y la abstención, envolviendo en la oscuridad el recuento y el clima que rodeaba a las urnas.
Todo lo del 23 de julio fue confuso y poco creíble, desde el cómputo hasta el fracaso de las encuestas, incluyendo las más solventes y hasta las casi infalibles a pie de urna. Los votos de VOX fueron demasiado pocos, en contra de los esperado, y a los del PP les ocurrió lo mismo. Sólo resistieron y crecieron, inesperadamente, los socialistas y de sus aliados de izquierda.
Cuando muchos observadores, sorprendidos ante los resultados y la opacidad de la jornada, esperaban alguna protesta de la derecha, el silencio y la sumisión rodearon la escena y los resultados, que eran provisionales, se dieron por buenos, sin que se contaran y comprobaran las actas, como mandan las leyes, ni se realizaran comprobaciones fiebles.
Hoy, ante una España en rebelión contra el sanchismo y con decenas de colectivos enfrentados a la corrupción de las izquierdas gobernantes y sus chanchullos, el fraude aparece mucho más sólido y creíble. Los adversarios del sanchismo son legión y los resultados del 23 de Julio parecen imposibles con el campo en contra, junto con la empresa, los autónomos, las clases medias empobrecidas, los demócratas frustrados, las crecientes derechas en masa, los regeneracionistas, los cristianos y las masas de gente decente y honrada.
El sanchismo gobierna, pero lo hace como un espectro o fantasma, en contra del grueso de los españoles y cometiendo una violación tras otra y una catarata de abusos y arbitrariedades.
Todo es decadente y casi imposible de explicar, salvo que se introduzca en el panorama la idea de "fraude". Entonces todo parece lógico y el destrozo de España tiene explicación.
Mi amigo el demoscópico afirma que. según sus cálculos y a la vista de los muchos sondeos que se realizan, el apoyo real a Sánchez en la España actual no puede nunca superar el 20 por ciento del electorado.
Francisco Rubiales
Hay una legión de sociólogos que sostienen en privado que el resto de los votos sanchistas, especialmente los que llegaron por correo, están bajo sospecha de manipulación y alteración.
Es cierto que no existen pruebas definitivas de fraude porque en España no se cumple la ley electoral y ni siquiera se custodian y publican los resultados, acta por acta, pero los indicios y sospechas son cada día más abundantes y sólidos.
Los expertos reiteran que es un hecho constatado que Sánchez tiene al grueso de los españoles en contra. En consecuencia, no ha podido sacar tantos votos como dice el recuento oficial.
Es cierto que haber colocado la jornada electoral en julio, en pleno puente, fue una jugada diabólica para disparar los votos por correo y la abstención, envolviendo en la oscuridad el recuento y el clima que rodeaba a las urnas.
Todo lo del 23 de julio fue confuso y poco creíble, desde el cómputo hasta el fracaso de las encuestas, incluyendo las más solventes y hasta las casi infalibles a pie de urna. Los votos de VOX fueron demasiado pocos, en contra de los esperado, y a los del PP les ocurrió lo mismo. Sólo resistieron y crecieron, inesperadamente, los socialistas y de sus aliados de izquierda.
Cuando muchos observadores, sorprendidos ante los resultados y la opacidad de la jornada, esperaban alguna protesta de la derecha, el silencio y la sumisión rodearon la escena y los resultados, que eran provisionales, se dieron por buenos, sin que se contaran y comprobaran las actas, como mandan las leyes, ni se realizaran comprobaciones fiebles.
Hoy, ante una España en rebelión contra el sanchismo y con decenas de colectivos enfrentados a la corrupción de las izquierdas gobernantes y sus chanchullos, el fraude aparece mucho más sólido y creíble. Los adversarios del sanchismo son legión y los resultados del 23 de Julio parecen imposibles con el campo en contra, junto con la empresa, los autónomos, las clases medias empobrecidas, los demócratas frustrados, las crecientes derechas en masa, los regeneracionistas, los cristianos y las masas de gente decente y honrada.
El sanchismo gobierna, pero lo hace como un espectro o fantasma, en contra del grueso de los españoles y cometiendo una violación tras otra y una catarata de abusos y arbitrariedades.
Todo es decadente y casi imposible de explicar, salvo que se introduzca en el panorama la idea de "fraude". Entonces todo parece lógico y el destrozo de España tiene explicación.
Mi amigo el demoscópico afirma que. según sus cálculos y a la vista de los muchos sondeos que se realizan, el apoyo real a Sánchez en la España actual no puede nunca superar el 20 por ciento del electorado.
Francisco Rubiales
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