Dicen sus detractores que sus posturas ideológicas, basadas en el populismo y en el etnonacionalismo, constituyen un serio peligro “para la prensa y para los ciudadanos en general (tendría en carpeta un plan de gobierno estatista y poco democrático)”. Por ello, reclaman, que los ciudadanos peruanos “no deben darle un cheque en blanco a Ollanta Humala y a su entorno”, según expresa un editorial de “El Expreso” de Lima, “ya que todos los hechos demuestran que se conducen igual que la casta actual que queremos erradicar”.
No obstante, parece que la gran batalla que se avecina en el Perú, sobre todo si este militar retirado logra su objetivo, ganar en las urnas el próximo 9 de abril, tiene que ver con las riquezas naturales del país. Humala no se cansa de afirmar que lo que impulsará si logra vencer es “una reforma constitucional que permita cambiar las actuales reglas que hacen inamovibles los contratos con los grandes grupos mineros internacionales”, firmados durante el gobierno de Fujimori. Perú es actualmente el tercer productor mundial de cobre y el quinto de oro (ha desplazado recientemente a Rusia), por lo que el gran capital minero domina enteramente la economía peruana y a su régimen político. “Lo que pretendemos”, subraya en cada aparición pública o en entrevistas en los medios, “es poder participar como propietarios, con un porcentaje del accionariado, ya que los recursos son del Estado, no de las empresas”.
Por otra parte, al menos de palabra, sostiene que mantendrá la vigencia del Tratado de Libre Comercio con los Estados Unidos “si el parlamento actual lo aprueba”. No pocos observadores lo ven como un émulo del general Velasco Alvarado, que lideró un régimen militar nacionalista en 1968, y que comenzó su andadura nacionalizando el petróleo y realizando una reforma agraria, aunque otros afirman que Humana se asemeja a Lucio Gutiérrez, el militar ecuatoriano que hizo campaña como nacionalista y gobernó de acuerdo con el FMI, siendo derrocado por una rebelión popular.
La incógnita comenzará a desvelarse a partir del próximo domingo. De todas maneras, no parece menor la influencia que sobre él ha ejercido, y ejerce, su propia familia, especialmente su padre, Isaac Humala, divulgador del etnocacerismo (doctrina ultranacionalista que toma su nombre del ex presidente Andrés Cáceres, héroe de la guerra con Chile), del que, aunque en términos más moderados, nació el nacionalismo que propone Ollanta. La homofobia (consulten lo que dice el escritor Jaime Bayly al respecto), el racismo indigenista, la xenofobia, el antisemitismo y el militarismo forman parte del bagaje ideológico que sustenta a sus seres más cercanos. ¿Sabrá el nuevo líder andino, si llega al poder, gobernar, de una buena vez, para la gran mayoría de los peruanos –mestizos, negros, blancos- o, como en tantas otras ocasiones en América latina, convertirá su ejercicio de poder en una “novedosa experiencia para incautos”?.
eduardo caldarola de bello
Fin
No obstante, parece que la gran batalla que se avecina en el Perú, sobre todo si este militar retirado logra su objetivo, ganar en las urnas el próximo 9 de abril, tiene que ver con las riquezas naturales del país. Humala no se cansa de afirmar que lo que impulsará si logra vencer es “una reforma constitucional que permita cambiar las actuales reglas que hacen inamovibles los contratos con los grandes grupos mineros internacionales”, firmados durante el gobierno de Fujimori. Perú es actualmente el tercer productor mundial de cobre y el quinto de oro (ha desplazado recientemente a Rusia), por lo que el gran capital minero domina enteramente la economía peruana y a su régimen político. “Lo que pretendemos”, subraya en cada aparición pública o en entrevistas en los medios, “es poder participar como propietarios, con un porcentaje del accionariado, ya que los recursos son del Estado, no de las empresas”.
Por otra parte, al menos de palabra, sostiene que mantendrá la vigencia del Tratado de Libre Comercio con los Estados Unidos “si el parlamento actual lo aprueba”. No pocos observadores lo ven como un émulo del general Velasco Alvarado, que lideró un régimen militar nacionalista en 1968, y que comenzó su andadura nacionalizando el petróleo y realizando una reforma agraria, aunque otros afirman que Humana se asemeja a Lucio Gutiérrez, el militar ecuatoriano que hizo campaña como nacionalista y gobernó de acuerdo con el FMI, siendo derrocado por una rebelión popular.
La incógnita comenzará a desvelarse a partir del próximo domingo. De todas maneras, no parece menor la influencia que sobre él ha ejercido, y ejerce, su propia familia, especialmente su padre, Isaac Humala, divulgador del etnocacerismo (doctrina ultranacionalista que toma su nombre del ex presidente Andrés Cáceres, héroe de la guerra con Chile), del que, aunque en términos más moderados, nació el nacionalismo que propone Ollanta. La homofobia (consulten lo que dice el escritor Jaime Bayly al respecto), el racismo indigenista, la xenofobia, el antisemitismo y el militarismo forman parte del bagaje ideológico que sustenta a sus seres más cercanos. ¿Sabrá el nuevo líder andino, si llega al poder, gobernar, de una buena vez, para la gran mayoría de los peruanos –mestizos, negros, blancos- o, como en tantas otras ocasiones en América latina, convertirá su ejercicio de poder en una “novedosa experiencia para incautos”?.
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