Detrás de la buena educación y de la aparente satisfacción ante el discurso de Sánchez en el principal foro del capitalismo mundial, reunido en Davos, hay cautela y frialdad. Sus recetas para una redistribución de la riqueza, una mayor justicia fiscal y una sociedad más tolerante e igualitaria son recibidas con calma fría por la gente del dinero, que ya ha decidido poner a España bajo observación y frenar sus inversiones en el único país del occidente desarrollado que tiene ministros comunistas y socialistas radicales.
Le guste o no le guste a Sánchez, el poder mundial se siente incómodo con su gobierno, integrado por comunistas y apoyado por el más peligroso nacionalismo de Europa, el que quiere desgajar a Cataluña y a Euskadi de la vieja nación española, pudiendo desatar una corriente desestabilizadora en todo el continente europeo.
Sanchez fue valiente y supo jugar bien sus escasas y poco valiosas cartas ante la élite mundial. Fue humilde, se revistió de aparente verdad y reconoció ante los dueños del mundo que España es un país con más de 2 millones de niños en riesgo de pobreza. Con esas premisas, justificó los hachazos fiscales que prepara y lo que el llama redistribución de la riqueza, que no es otra cosa que el acoso y derribo de esa clase media española que es el orgullo de la nación y su mejor baza económica y social, sólo porque jamás le votaría a él.
Sánchez debería saber que esa clase media que él se dispone a empobrecer y guillotinar, integrada por profesionales, autónomos de éxito y trabajadores con cualificación, esta mimada por el capitalismo mundial, que la considera un factor imprescindible para el progreso y la estabilidad de España.
Ha pretendido vender ante los poderes financieros del mundo confianza, estabilidad, y la propuesta política de un Gobierno de coalición de izquierdas con los comunistas de Unidas Podemos, pero quizás no sepa que ese poder en las sombras que todavía manda más que Davos recela de los comunistas radicales y sólo admite, a regañadientes, a los comunistas capitalistas de China, que se parecen más a VOX que al PSOE y a Unidas Podemos.
Los grandes poderes tienen el colmillo más retorcido y son menos crédulos e imbéciles que los pobres votantes socialistas españoles y no se creen las mentiras del social-comunismo gobernante. Esos poderes saben que las promesas de Sánchez son de conveniencia y más falsas que una moneda de plomo. Ya han estudiado previamente al personaje y saben que durante su campaña electoral prometió lo contrario de lo que ahora está haciendo y un tipo sí no es fiable en ningún rincón del planeta. No es creíble que hace apenas un año, el propio Pablo Iglesias veía “impresentable la imagen que ha dado la monarquía española en su relación con la saudí” y que hoy vete cualquier investigación sobre la Casa Real. Lo de Pablo Iglesias no es cambio sino estrategia de poder.
Sanchez, como es habitual, además de prometer lo que es casi increíble, que a pesar de la subida de impuestos la economía funcionará y que reducirá el déficit, utilizó su truco favorito que consiste en presentar a VOX como la extrema derecha peligrosa que pone en peligro la estabilidad de España, Pero los capitalistas ya han estudiado el asunto en profundidad y saben que VOX no es extrema derecha sino un derecha pura y dura, defensora de la Constitución y patrocinadora de cambios necesarios para sacar a España del absurdo de su Estado, demasiado grande, demasiado costoso y demasiado controlado por políticos con demasiados privilegios, pocos frenos y ningún respeto a la separación de poderes, la mesura y la democracia ortodoxa.
Sanchez regresará triunfante de Davos, pero pondrá en marcha su impresionante aparato de la propaganda y la mentira para ocultar que la España que él gobierna ya está bajo observación, en la UVI del gran capital y del verdadero poder.
Francisco Rubiales
Le guste o no le guste a Sánchez, el poder mundial se siente incómodo con su gobierno, integrado por comunistas y apoyado por el más peligroso nacionalismo de Europa, el que quiere desgajar a Cataluña y a Euskadi de la vieja nación española, pudiendo desatar una corriente desestabilizadora en todo el continente europeo.
Sanchez fue valiente y supo jugar bien sus escasas y poco valiosas cartas ante la élite mundial. Fue humilde, se revistió de aparente verdad y reconoció ante los dueños del mundo que España es un país con más de 2 millones de niños en riesgo de pobreza. Con esas premisas, justificó los hachazos fiscales que prepara y lo que el llama redistribución de la riqueza, que no es otra cosa que el acoso y derribo de esa clase media española que es el orgullo de la nación y su mejor baza económica y social, sólo porque jamás le votaría a él.
Sánchez debería saber que esa clase media que él se dispone a empobrecer y guillotinar, integrada por profesionales, autónomos de éxito y trabajadores con cualificación, esta mimada por el capitalismo mundial, que la considera un factor imprescindible para el progreso y la estabilidad de España.
Ha pretendido vender ante los poderes financieros del mundo confianza, estabilidad, y la propuesta política de un Gobierno de coalición de izquierdas con los comunistas de Unidas Podemos, pero quizás no sepa que ese poder en las sombras que todavía manda más que Davos recela de los comunistas radicales y sólo admite, a regañadientes, a los comunistas capitalistas de China, que se parecen más a VOX que al PSOE y a Unidas Podemos.
Los grandes poderes tienen el colmillo más retorcido y son menos crédulos e imbéciles que los pobres votantes socialistas españoles y no se creen las mentiras del social-comunismo gobernante. Esos poderes saben que las promesas de Sánchez son de conveniencia y más falsas que una moneda de plomo. Ya han estudiado previamente al personaje y saben que durante su campaña electoral prometió lo contrario de lo que ahora está haciendo y un tipo sí no es fiable en ningún rincón del planeta. No es creíble que hace apenas un año, el propio Pablo Iglesias veía “impresentable la imagen que ha dado la monarquía española en su relación con la saudí” y que hoy vete cualquier investigación sobre la Casa Real. Lo de Pablo Iglesias no es cambio sino estrategia de poder.
Sanchez, como es habitual, además de prometer lo que es casi increíble, que a pesar de la subida de impuestos la economía funcionará y que reducirá el déficit, utilizó su truco favorito que consiste en presentar a VOX como la extrema derecha peligrosa que pone en peligro la estabilidad de España, Pero los capitalistas ya han estudiado el asunto en profundidad y saben que VOX no es extrema derecha sino un derecha pura y dura, defensora de la Constitución y patrocinadora de cambios necesarios para sacar a España del absurdo de su Estado, demasiado grande, demasiado costoso y demasiado controlado por políticos con demasiados privilegios, pocos frenos y ningún respeto a la separación de poderes, la mesura y la democracia ortodoxa.
Sanchez regresará triunfante de Davos, pero pondrá en marcha su impresionante aparato de la propaganda y la mentira para ocultar que la España que él gobierna ya está bajo observación, en la UVI del gran capital y del verdadero poder.
Francisco Rubiales
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