El 10 de noviembre de 2019 pasará a la Historia como un monumento a la estupidez española porque un ambicioso sin frenos llamado Pedro Sánchez convocó elecciones generales con las que sólo consiguió causar a su país y a su partido mas daño. Han sido elecciones convocadas a capricho, por pura ambición de poder, porque los alquimistas del PSOE dijeron al arrogante líder que podría arrasar y conseguir al menos 150 diputados.
Dicen que Sánchez estaba altamente deprimido y hecho un basilisco la noche del día 10 y que culpaba sin parar a su equipo y a sus ministros más cercanos. Me aseguran que prometió prescindir de todos ellos, empezando por su brujo de cabecera, Iván Redondo. Son solo rumores, pero los rumores nacen de las certezas.
Lo único esperanzador de la nefasta noche del 10 de noviembre es que VOX, con 52 diputados, ha alcanzado el nivel suficiente para influir poderosamente en la política española, lo que representa oxigeno y enfoques nuevos para la podrida y peligrosa política española.
La lógica es dramática y nos dice que sólo hay tres salidas: un "gobierno Frankestein", producto de una alianza de Sánchez con la escoria independentista y chantajista vasca y catalana, una alianza, prácticamente imposible, del constitucionalismo "por España", que uniría al PSOE, al PP y al mermado Ciudadanos en una operación de limpieza y regeneración, y, por último, nuevas elecciones, una salida deprimente que exasperaría a los ciudadanos y que pondría a España al borde de la demencia.
Si por fin lograra gobernar, aliándose con el nacionalismo, el totalitarismo y el odio, España sería su víctima y con ese gobierno llegarían dramas y perversiones como la subida general de impuestos, más privilegios y ventajas para las comunidades rebeldes y desleales, más división entre derechas e izquierdas, recrudecimiento de los desmanes de la memoria histórica y un retroceso general de la economía provocado por los impuestos elevados, el crecimiento del gasto, el endeudamiento y el despliegue de políticas económicas y sociales que en muchos países ya han demostrado su ineficacia y fracaso.
El ascenso de VOX ha sido la gran noticia del 10 de noviembre. Ese partido, demonizado y hostigado por los grandes grupos políticos y por los medios de comunicación sometidos, ha sido arropado por el pueblo y elevado hasta las alturas, superando al PP en muchas ciudades, provincias y en una región como Murcia, donde fue el vencedor. Con su prodigioso avance, VOX demostró que tiene de su lado al pueblo indignado y que más que un partido de derecha radical es una esperanza para los que aman a España y están asqueados de la vieja política.
Si se compara con las elecciones de abril de 2019, el PSOE ha perdido más de 765.000 votos mientras que VOX gana casi un millón y el PP más de 640.000 votos. Sin embargo, la mayor pérdida de votos la ha registrado Ciudadanos, que ha perdido más de dos millones, todo un desastre para ese partido, cuyo líder, Albert Rivera, demostró ser un típico político español de la peor calaña al no anunciar su dimisión inmediata en la noche de la tragedia.
El otro gran asunto preocupante y digno de meditar es que el nacionalismo ganó fuerza y extendió sus garras a Galicia. El nacionalismo pasó de 35 a 38 escaños, incluyendo a los dos de la CUP catalana y el del gallego BNG.
En fin, un desastre del que sólo Pedro Sánchez y su aquelarre son los culpables, una vez mas por culpa del gran vicio de la política española, que siempre hostiga al pueblo, viola la inteligencia y antepone el interés del líder al bien común.
Francisco Rubiales
Dicen que Sánchez estaba altamente deprimido y hecho un basilisco la noche del día 10 y que culpaba sin parar a su equipo y a sus ministros más cercanos. Me aseguran que prometió prescindir de todos ellos, empezando por su brujo de cabecera, Iván Redondo. Son solo rumores, pero los rumores nacen de las certezas.
Lo único esperanzador de la nefasta noche del 10 de noviembre es que VOX, con 52 diputados, ha alcanzado el nivel suficiente para influir poderosamente en la política española, lo que representa oxigeno y enfoques nuevos para la podrida y peligrosa política española.
La lógica es dramática y nos dice que sólo hay tres salidas: un "gobierno Frankestein", producto de una alianza de Sánchez con la escoria independentista y chantajista vasca y catalana, una alianza, prácticamente imposible, del constitucionalismo "por España", que uniría al PSOE, al PP y al mermado Ciudadanos en una operación de limpieza y regeneración, y, por último, nuevas elecciones, una salida deprimente que exasperaría a los ciudadanos y que pondría a España al borde de la demencia.
Si por fin lograra gobernar, aliándose con el nacionalismo, el totalitarismo y el odio, España sería su víctima y con ese gobierno llegarían dramas y perversiones como la subida general de impuestos, más privilegios y ventajas para las comunidades rebeldes y desleales, más división entre derechas e izquierdas, recrudecimiento de los desmanes de la memoria histórica y un retroceso general de la economía provocado por los impuestos elevados, el crecimiento del gasto, el endeudamiento y el despliegue de políticas económicas y sociales que en muchos países ya han demostrado su ineficacia y fracaso.
El ascenso de VOX ha sido la gran noticia del 10 de noviembre. Ese partido, demonizado y hostigado por los grandes grupos políticos y por los medios de comunicación sometidos, ha sido arropado por el pueblo y elevado hasta las alturas, superando al PP en muchas ciudades, provincias y en una región como Murcia, donde fue el vencedor. Con su prodigioso avance, VOX demostró que tiene de su lado al pueblo indignado y que más que un partido de derecha radical es una esperanza para los que aman a España y están asqueados de la vieja política.
Si se compara con las elecciones de abril de 2019, el PSOE ha perdido más de 765.000 votos mientras que VOX gana casi un millón y el PP más de 640.000 votos. Sin embargo, la mayor pérdida de votos la ha registrado Ciudadanos, que ha perdido más de dos millones, todo un desastre para ese partido, cuyo líder, Albert Rivera, demostró ser un típico político español de la peor calaña al no anunciar su dimisión inmediata en la noche de la tragedia.
El otro gran asunto preocupante y digno de meditar es que el nacionalismo ganó fuerza y extendió sus garras a Galicia. El nacionalismo pasó de 35 a 38 escaños, incluyendo a los dos de la CUP catalana y el del gallego BNG.
En fin, un desastre del que sólo Pedro Sánchez y su aquelarre son los culpables, una vez mas por culpa del gran vicio de la política española, que siempre hostiga al pueblo, viola la inteligencia y antepone el interés del líder al bien común.
Francisco Rubiales
Comentarios: