El día que el comunismo fue admitido en la nueva democracia española todo empezó a pudrirse y el sistema de libertades comenzó a cavar su tumba
Desde que viví en Cuba y conocí sus pavorosas interioridades, los comunistas me hielan la sangre, porque los conozco y los temo. Trabajan como las hormigas, todo lo supeditan a la victoria y son como robots, siempre obsesionados por vencer y dominar. Son más peligrosos que las hienas, más imprevisibles que las serpientes y más crueles que los buitres. Para ellos, los demás no valen nada, si no facilitan el acceso al poder. Son la peor plaga.
Los comunistas españoles están eufóricos porque ya se consideran ganadores, tras haber conquistado a gran parte del PSOE para su causa y estar gobernando. Creen que el trabajo más difícil ya está hecho porque han conseguido sus dos metas principales: conquistar el corazón y la mente de millones de españoles, sobre todo de los jóvenes, y alcanzar el poder, del que creen que nadie logrará expulsarlos.
Si se suman las nuevas huestes socialistas que aporta Pedro Sánchez, el comunismo en España, que cuenta también con colaboradores como los nacionalistas llenos de odio y todos los totalitarios desperdigados por la nación, es realmente fuerte y poderoso. Y están preparados para luchar y vencer.
Es cierto que los conozco y sé de lo que son capaces, no sólo porque en mi juventud, con Franco vivo, fui uno de ellos, aunque nunca milité en ninguno de sus partidos, pero les conozco, sobre todo, porque he vivido entre ellos y les he visto mandar y sojuzgar a diestro y siniestro, sin piedad, sin alma, con un empeño enfermizo, con gusto por el dolor y la muerte. Aprendí a conocerlos bien en Cuba, donde viví dos largos años como corresponsal de prensa y mantuve interesantes e inolvidables diálogos con el propio Fidel Castro y con otros muchos dirigentes y cuadros del comunismo castrista. Allí los vi en todo su esplendor: gobernando y sojuzgando al pueblo, con mano de hierro, mientras ellos se repartían el botín del poder, constituidos en la clase dirigente, en los "pinchos", como les llamaba el pueblo cubano, que los miraba con una mezcla siniestra de desprecio, odio y miedo.
Después de la experiencia cubana me curé y me volví anticomunista racional y vital, porque los conozco y hasta hoy me siguen helando la sangre cuando los veo conspirar y manipular el mundo.
Sé que se creen con derecho a gobernar, aunque sean minoría, que desprecian la democracia, a la que consideran frágil e hipócrita, que odian a sus enemigos, que están dispuestos a todo, incluso a matar, con tal de conquistar y controlar el poder, y sé también que una vez conquistado el poder les está prohibido abandonarlo y desplegarán para conservarlo una batería de recursos y trucos perfectamente estudiados, entre los que se incluyen, la ingeniería social, la manipulación de las mentes, el control de la economía, la censura, la ruina y la muerte civil de los adversarios, el asesinato de las libertades, el cambio de las leyes para evitar la derrota y, en último caso, el fraude electoral y la lucha armada.
En España nunca han dado por perdida la Guerra Civil de 1936 y llevan décadas rumiando aquella derrota que les propinó Franco, siempre con deseos de revancha y de ganar la guerra donde son más fuertes, en la clandestinidad y el disimulo, en la guerra de disfraces y engaños, que ellos dominan como nadie.
Llevan años trabajando en silencio y conquistando, poco a poco, los espacios de alto valor estratégico. Han contaminado de totalitarismo y culto al Estado intervencionista parte de los núcleos de varios partidos políticos, sobre todo del socialista, de los cuarteles, de la comisarias de policía, de los puestos de la guardia civil, de la Judicatura, del periodismo, del sector sanitario, de la enseñanza, de la abogacía y de la Iglesia Católica, hasta contar en España con la masa de comunistas y adoradores del Estado más fuerte y nutrida de toda Europa y posiblemente la mas numerosa de todo el mundo desarrollado.
Cuando analizo la situación de España, siento verdadero pavor porque no encuentro a un ejercito digno y preparado para hacer frente a la horda comunista que avanza. La derecha tradicional está podrida de corrupción y sufre una debilidad profunda que ha penetrado en sus venas y la inutiliza. Sólo VOX tiene brío y fuerza suficientes para plantar cara a la horda, pero todavía son pocos y quizás nunca les permitan crecer hasta ser lo bastante fuertes para vencer. Con los socialistas democráticos y patriotas aplastados por Pedro Sánchez y con el pueblo narcotizado, el comunismo español parece invencible.
Sólo el pueblo español, que, aunque parezca frívolo y dormido, sabe en el fondo de sus almas y de sus mentes que la horda roja esclaviza, es terrible y también mortal, puede todavía detenerlos, pero tiene que estar dispuesto a luchar con una ferocidad desconocida y a padecer mucho dolor y sacrificio.
Francisco Rubiales
Los comunistas españoles están eufóricos porque ya se consideran ganadores, tras haber conquistado a gran parte del PSOE para su causa y estar gobernando. Creen que el trabajo más difícil ya está hecho porque han conseguido sus dos metas principales: conquistar el corazón y la mente de millones de españoles, sobre todo de los jóvenes, y alcanzar el poder, del que creen que nadie logrará expulsarlos.
Si se suman las nuevas huestes socialistas que aporta Pedro Sánchez, el comunismo en España, que cuenta también con colaboradores como los nacionalistas llenos de odio y todos los totalitarios desperdigados por la nación, es realmente fuerte y poderoso. Y están preparados para luchar y vencer.
Es cierto que los conozco y sé de lo que son capaces, no sólo porque en mi juventud, con Franco vivo, fui uno de ellos, aunque nunca milité en ninguno de sus partidos, pero les conozco, sobre todo, porque he vivido entre ellos y les he visto mandar y sojuzgar a diestro y siniestro, sin piedad, sin alma, con un empeño enfermizo, con gusto por el dolor y la muerte. Aprendí a conocerlos bien en Cuba, donde viví dos largos años como corresponsal de prensa y mantuve interesantes e inolvidables diálogos con el propio Fidel Castro y con otros muchos dirigentes y cuadros del comunismo castrista. Allí los vi en todo su esplendor: gobernando y sojuzgando al pueblo, con mano de hierro, mientras ellos se repartían el botín del poder, constituidos en la clase dirigente, en los "pinchos", como les llamaba el pueblo cubano, que los miraba con una mezcla siniestra de desprecio, odio y miedo.
Después de la experiencia cubana me curé y me volví anticomunista racional y vital, porque los conozco y hasta hoy me siguen helando la sangre cuando los veo conspirar y manipular el mundo.
Sé que se creen con derecho a gobernar, aunque sean minoría, que desprecian la democracia, a la que consideran frágil e hipócrita, que odian a sus enemigos, que están dispuestos a todo, incluso a matar, con tal de conquistar y controlar el poder, y sé también que una vez conquistado el poder les está prohibido abandonarlo y desplegarán para conservarlo una batería de recursos y trucos perfectamente estudiados, entre los que se incluyen, la ingeniería social, la manipulación de las mentes, el control de la economía, la censura, la ruina y la muerte civil de los adversarios, el asesinato de las libertades, el cambio de las leyes para evitar la derrota y, en último caso, el fraude electoral y la lucha armada.
En España nunca han dado por perdida la Guerra Civil de 1936 y llevan décadas rumiando aquella derrota que les propinó Franco, siempre con deseos de revancha y de ganar la guerra donde son más fuertes, en la clandestinidad y el disimulo, en la guerra de disfraces y engaños, que ellos dominan como nadie.
Llevan años trabajando en silencio y conquistando, poco a poco, los espacios de alto valor estratégico. Han contaminado de totalitarismo y culto al Estado intervencionista parte de los núcleos de varios partidos políticos, sobre todo del socialista, de los cuarteles, de la comisarias de policía, de los puestos de la guardia civil, de la Judicatura, del periodismo, del sector sanitario, de la enseñanza, de la abogacía y de la Iglesia Católica, hasta contar en España con la masa de comunistas y adoradores del Estado más fuerte y nutrida de toda Europa y posiblemente la mas numerosa de todo el mundo desarrollado.
Cuando analizo la situación de España, siento verdadero pavor porque no encuentro a un ejercito digno y preparado para hacer frente a la horda comunista que avanza. La derecha tradicional está podrida de corrupción y sufre una debilidad profunda que ha penetrado en sus venas y la inutiliza. Sólo VOX tiene brío y fuerza suficientes para plantar cara a la horda, pero todavía son pocos y quizás nunca les permitan crecer hasta ser lo bastante fuertes para vencer. Con los socialistas democráticos y patriotas aplastados por Pedro Sánchez y con el pueblo narcotizado, el comunismo español parece invencible.
Sólo el pueblo español, que, aunque parezca frívolo y dormido, sabe en el fondo de sus almas y de sus mentes que la horda roja esclaviza, es terrible y también mortal, puede todavía detenerlos, pero tiene que estar dispuesto a luchar con una ferocidad desconocida y a padecer mucho dolor y sacrificio.
Francisco Rubiales
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