Cuando llegamos a estas fechas, son muchos los no cristianos, los “agnósticos” y hasta los ateos que consideran “coherente” celebrar la Navidad, ya sea como el aniversario del nacimiento de JESÚS DE NAZARET o como la gran fiesta de la familia, el amor y la amistad.
En la mayor parte del planeta Tierra la NAVIDAD es una fiesta de familia y de ternura que para muchos millones no tiene un significado exclusivamente religioso. En el mundo actual, el significado de la Navidad es el de la buena voluntad hacia los hombres, es la fiesta de la familia y de la vida, una celebración que va más allá de los dogmas de cualquier religión en particular.
La familia, como afirman los cristianos, es verdaderamente “el santuario de la vida, el ámbito en el que la vida -don del creador, al que llamamos Dios- puede ser acogida y protegida de manera adecuada, contra los múltiples ataques a que está expuesta, y puede desarrollarse según las exigencias de un auténtico crecimiento humano”.
No es el momento de odiar, ni siquiera a los que atentan cada día contra la vida y la familia. Es el momento de amar y de construir, en especial para los que creemos que la institución familiar es una realidad insustituible, la célula básica de la convivencia en cualquier comunidad.
En la familia, el amor se hace gratuidad, acogida y entrega. En la familia cada miembro es reconocido, respetado, siente confianza y seguridad (tanto afectiva como material)… y es valorado por lo que es y tal cual es, por el hecho de ser persona, de ser esposa, esposo, padre, madre, hijo o abuelo.
El ser humano necesita una “morada” donde habitar, donde vivir. Una de las tareas fundamentales de la vida de cualquier persona es saberla construir. Todo hombre y toda mujer necesitan un hogar donde sentirse acogidos y comprendidos. Un lugar dónde aprender a gestionar sus dificultades y contratiempos. La casa familiar es para los humanos un espacio de libertad, la primera escuela de humanidad. En la convivencia familiar se aprende también a vivir la fraternidad y sociabilidad, para poder abrirse al mundo que nos rodea y dar en él nuestra medida. Por eso, la familia es el hábitat natural, un entorno «ecológicamente humano».
Francisco Rubiales
En la mayor parte del planeta Tierra la NAVIDAD es una fiesta de familia y de ternura que para muchos millones no tiene un significado exclusivamente religioso. En el mundo actual, el significado de la Navidad es el de la buena voluntad hacia los hombres, es la fiesta de la familia y de la vida, una celebración que va más allá de los dogmas de cualquier religión en particular.
La familia, como afirman los cristianos, es verdaderamente “el santuario de la vida, el ámbito en el que la vida -don del creador, al que llamamos Dios- puede ser acogida y protegida de manera adecuada, contra los múltiples ataques a que está expuesta, y puede desarrollarse según las exigencias de un auténtico crecimiento humano”.
No es el momento de odiar, ni siquiera a los que atentan cada día contra la vida y la familia. Es el momento de amar y de construir, en especial para los que creemos que la institución familiar es una realidad insustituible, la célula básica de la convivencia en cualquier comunidad.
En la familia, el amor se hace gratuidad, acogida y entrega. En la familia cada miembro es reconocido, respetado, siente confianza y seguridad (tanto afectiva como material)… y es valorado por lo que es y tal cual es, por el hecho de ser persona, de ser esposa, esposo, padre, madre, hijo o abuelo.
El ser humano necesita una “morada” donde habitar, donde vivir. Una de las tareas fundamentales de la vida de cualquier persona es saberla construir. Todo hombre y toda mujer necesitan un hogar donde sentirse acogidos y comprendidos. Un lugar dónde aprender a gestionar sus dificultades y contratiempos. La casa familiar es para los humanos un espacio de libertad, la primera escuela de humanidad. En la convivencia familiar se aprende también a vivir la fraternidad y sociabilidad, para poder abrirse al mundo que nos rodea y dar en él nuestra medida. Por eso, la familia es el hábitat natural, un entorno «ecológicamente humano».
Francisco Rubiales
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