Suena la alerta en la deuda española y se disparan los intereses con la subida de tipos. Si siguen subiendo, España necesitará un rescate.
La actual modernización de España, sus infraestructuras y las muchas obras realizadas no han sido mérito de los partidos políticos que han gobernado, sino únicamente el resultado de endeudarse de manera irresponsable, enloquecida y suicida, comprometiendo e hipotecando la prosperidad de varias generaciones futuras de españoles. Nuestros hijos, nietos y bisnietos nacerán endeudados y lastrados por el despilfarro de la clase política española, irresponsable y corrompida.
Las carreteras, el urbanismo y las inversiones en aeropuertos, trenes y otras infraestructuras sólo han sido posibles por las ayudas europeas recibidas y por el feroz endeudamiento.
Los políticos, aunque se auto atribuyan el mérito de la modernización, no han hecho otra cosa que pedir dinero a los mercados,, hasta convertir a España en uno de los países más endeudados del planeta. La deuda actual de España es espeluznante.
Al morir Franco, España era el país europeo con menos deuda externa, junto con Luxemburgo. Felipe González, al ganar las elecciones de 1982 se encontró con un país virgen en deuda y con todos los bancos mundiales ofreciéndole dinero sin límites.
Los socialistas, de manera irresponsable, tiraron de la chequera y acometieron obras y proyectos como la Exposición Universal de Sevilla, los Juegos Olímpicos de Barcelona, los trenes de alta velocidad y una envidiable red de autopistas, no con el dinero generado por la economía española, sino con el que llegaba en forma de préstamo.
Esa modernización que el PSOE y el PP exhiben como gran mérito de sus respectivos gobiernos, no fueron otra cosa que deuda suicida.
Cuando las cosas se pusieron mal y la economía entró en crisis, los gobiernos, en lugar de recurrir a la austeridad y a recortar el gasto, siguieron pidiendo dinero a los mercados y algunos, sin conciencia ni decencia, como el de Mariano Rajoy, se tragó también la reserva para afrontar las pensiones prudentemente depositada en una enorme hucha.
La voracidad de los políticos ha sido inmensa y se han acostumbrado tanto al dinero abundante y fácil que no saben practicar la austeridad y el ahorro. Además de hipotecar el futuro de España con una deuda inasumible, saquearon las cajas de ahorro y subieron los impuestos hasta convertir a España en uno de los peores infiernos fiscales del mundo.
Se mire por donde se mire, la clase política española ha sido un rotundo fracaso en la etapa democrática, en la que además de endeudar el país lo han llenado de corrupción, han engordado el Estado hasta convertirlo en el mayor de Europa y en el más insostenible, han saturado el país de políticos y de asesores a cargo del Estado, se han atiborrado de privilegios, reparten subvenciones con escaso control y desde la opacidad y han hecho de España un país campeón en marranadas, como la trata de blancas, el paraíso del dinero sucio, el tráfico y consumo de drogas, la prostitución de la democracia, la politización de la Justicia, la marginación de los ciudadanos, la escasez de debate, la compra de voluntades y medios de comunicación con dinero público, el reparto desigual y mafioso desde los recursos públicos, numerosos tics totalitarios y muchos otros vicios y lacras.
Francisco Rubiales
Las carreteras, el urbanismo y las inversiones en aeropuertos, trenes y otras infraestructuras sólo han sido posibles por las ayudas europeas recibidas y por el feroz endeudamiento.
Los políticos, aunque se auto atribuyan el mérito de la modernización, no han hecho otra cosa que pedir dinero a los mercados,, hasta convertir a España en uno de los países más endeudados del planeta. La deuda actual de España es espeluznante.
Al morir Franco, España era el país europeo con menos deuda externa, junto con Luxemburgo. Felipe González, al ganar las elecciones de 1982 se encontró con un país virgen en deuda y con todos los bancos mundiales ofreciéndole dinero sin límites.
Los socialistas, de manera irresponsable, tiraron de la chequera y acometieron obras y proyectos como la Exposición Universal de Sevilla, los Juegos Olímpicos de Barcelona, los trenes de alta velocidad y una envidiable red de autopistas, no con el dinero generado por la economía española, sino con el que llegaba en forma de préstamo.
Esa modernización que el PSOE y el PP exhiben como gran mérito de sus respectivos gobiernos, no fueron otra cosa que deuda suicida.
Cuando las cosas se pusieron mal y la economía entró en crisis, los gobiernos, en lugar de recurrir a la austeridad y a recortar el gasto, siguieron pidiendo dinero a los mercados y algunos, sin conciencia ni decencia, como el de Mariano Rajoy, se tragó también la reserva para afrontar las pensiones prudentemente depositada en una enorme hucha.
La voracidad de los políticos ha sido inmensa y se han acostumbrado tanto al dinero abundante y fácil que no saben practicar la austeridad y el ahorro. Además de hipotecar el futuro de España con una deuda inasumible, saquearon las cajas de ahorro y subieron los impuestos hasta convertir a España en uno de los peores infiernos fiscales del mundo.
Se mire por donde se mire, la clase política española ha sido un rotundo fracaso en la etapa democrática, en la que además de endeudar el país lo han llenado de corrupción, han engordado el Estado hasta convertirlo en el mayor de Europa y en el más insostenible, han saturado el país de políticos y de asesores a cargo del Estado, se han atiborrado de privilegios, reparten subvenciones con escaso control y desde la opacidad y han hecho de España un país campeón en marranadas, como la trata de blancas, el paraíso del dinero sucio, el tráfico y consumo de drogas, la prostitución de la democracia, la politización de la Justicia, la marginación de los ciudadanos, la escasez de debate, la compra de voluntades y medios de comunicación con dinero público, el reparto desigual y mafioso desde los recursos públicos, numerosos tics totalitarios y muchos otros vicios y lacras.
Francisco Rubiales
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