Una de las imágenes duras de la batalla electoral en la España fracasada, que convierte en héroes a delincuentes y asesinos.
Cataluña es el gran fracaso de España. Si millones de catalanes quieren independizarse y luchan para conseguirlo como están luchando, incluso arriesgando su seguridad y prosperidad, es porque el deseo de independencia es muy fuerte. Se mire como se mire, España no ha sabido ser lo bastante atractiva como nación para cautivar a los independentistas. Es cierto que los catalanes son una sociedad incómoda, enferma de arrogancia y supremacismo desde hace siglos, pero, a pesar de eso, no hay otra manera de entender el actual drama catalán que como uno de los mayores fracasos de España como nación.
Por muchas leyes que se apliquen y por mucha represión que se desate contra los miserables que han conducido a su pueblo hasta el odio y la ruptura, la nación española está rota. Se podrá culpar del fracaso a los políticos, con toda razón, porque son ellos, los que desde una parte y otra, han conducido la situación hasta el borde del abismo, donde nos encontramos, pero los ciudadanos de España y de Cataluña no pueden eludir su responsabilidad por haber elegido en las urnas a políticos miserables que han antepuesto sus propios intereses al bien común y que han protagonizado, durante años, sin que nadie se lo impida, brutalidades y abusos que han deteriorado la convivencia en Cataluña y puesto en peligro a la nación entera.
Si el drama catalán no es aprovechado para poner sobre la mesa el actual diseño de España, analizarlo y extraer conclusiones lógicas, entonces se habrán demostrado dos cosas: que el sistema no funciona y que es incapaz de regenerarse.
El drama catalán y el fracaso de la clase política en Cataluña son la base del deterioro de España, de la frusttración de los ciudadanos y del nacimiento de opciones duras y drásticas como la representada por VOX, intensamente apoyada por una sociedad asqueada de politicos fracasados que gobiernan sin solucionar nada.
Cataluña está dejando de formar parte de España como nación, nos guste admitirlo o no, porque una nación siempre es el resultado de la voluntad colectiva de unos ciudadanos que han decidido caminar juntos en la Historia, dotándose de normas, leyes e instituciones comunes para conformar un Estado. tras asumir objetivos y metas compartidas. Si una parte importante de Cataluña abomina de España, la nación como tal deja de existir.
Este gran fracaso de España es atribuible casi por completo a su clase política, que ha permitido y hasta estimulado que el independentismo y el odio a España hayan crecido en Cataluña durante las ultimas décadas. Ninguno de los dos grandes culpables de ese desastre, el PSOE y el PP, deberían tener sitio en la España del futuro, pues su fracaso es lo bastante grave para borrarlos del mapa.
Con esos partidos en el poder, España no será capaz de restañar las heridas abiertas en Cataluña y revertir la situación de odio y rechazo hasta convertirla en deseos de convivir juntos en una misma nación. No es razonable pensar que los mismos que han estimulado la ruptura sean capaces de tejer la unidad.
En tierras catalanas se vive la mayor cruzada de odio desatada en la Europa desde la Guerra de los Balcanes, en la que serbios, croatas, bosnios y otros pueblos de la zona se despedazaron. En Cataluña, los políticos han desatado persecuciones encubiertas contra ciudadanos, adoctrinamientos totalitarios, estimulo del odio, corrupción en gran escala y un plan sistemático (proceso) para que el conflicto culmine en una independencia. El veneno ha penetrado en el ADN catalán y la vileza de los políticos independentistas solo es ya comparable con la vileza de los políticos españoles.
Cataluña es la prueba de la inutilidad y perversión del actual sistema de partidos, del fracaso del modelo autonómico, de la baja calidad de la democracia española, de la insuficiencia de las leyes, de la escasa fiabilidad de los partidos políticos y de los políticos profesionales, de los defectos de la Ley Electoral y de los efectos demoledores que está teniendo la corrupción generalizada sobre la nación y sus instituciones.
Si millones de catalanes quieren independizarse y luchan para conseguirlo como están luchando, incluso arriesgando su seguridad y prosperidad, es porque el deseo de independencia es muy fuerte. Se mire como se mire, España no ha sabido ser lo bastante atractiva como nación para cautivar a los independentistas. En buena ley, no hay otra manera de entender el actual drama catalán que como uno de los mayores fracasos de España como nación.
Si el drama catalán no es aprovechado para poner sobre la mesa el actual diseño de España, analizarlo y redefinirlo, entonces se habrán demostrado dos cosas: que el sistema no funciona y que es incapaz de regenerarse.
Si la mitad de los catalanes quieren abandonar la nación, hay que asumir que el proyecto español está fracasando y que nuestros políticos, protagonistas de ese drama, son un veneno letal para la nación.
Francisco Rubiales
Por muchas leyes que se apliquen y por mucha represión que se desate contra los miserables que han conducido a su pueblo hasta el odio y la ruptura, la nación española está rota. Se podrá culpar del fracaso a los políticos, con toda razón, porque son ellos, los que desde una parte y otra, han conducido la situación hasta el borde del abismo, donde nos encontramos, pero los ciudadanos de España y de Cataluña no pueden eludir su responsabilidad por haber elegido en las urnas a políticos miserables que han antepuesto sus propios intereses al bien común y que han protagonizado, durante años, sin que nadie se lo impida, brutalidades y abusos que han deteriorado la convivencia en Cataluña y puesto en peligro a la nación entera.
Si el drama catalán no es aprovechado para poner sobre la mesa el actual diseño de España, analizarlo y extraer conclusiones lógicas, entonces se habrán demostrado dos cosas: que el sistema no funciona y que es incapaz de regenerarse.
El drama catalán y el fracaso de la clase política en Cataluña son la base del deterioro de España, de la frusttración de los ciudadanos y del nacimiento de opciones duras y drásticas como la representada por VOX, intensamente apoyada por una sociedad asqueada de politicos fracasados que gobiernan sin solucionar nada.
Cataluña está dejando de formar parte de España como nación, nos guste admitirlo o no, porque una nación siempre es el resultado de la voluntad colectiva de unos ciudadanos que han decidido caminar juntos en la Historia, dotándose de normas, leyes e instituciones comunes para conformar un Estado. tras asumir objetivos y metas compartidas. Si una parte importante de Cataluña abomina de España, la nación como tal deja de existir.
Este gran fracaso de España es atribuible casi por completo a su clase política, que ha permitido y hasta estimulado que el independentismo y el odio a España hayan crecido en Cataluña durante las ultimas décadas. Ninguno de los dos grandes culpables de ese desastre, el PSOE y el PP, deberían tener sitio en la España del futuro, pues su fracaso es lo bastante grave para borrarlos del mapa.
Con esos partidos en el poder, España no será capaz de restañar las heridas abiertas en Cataluña y revertir la situación de odio y rechazo hasta convertirla en deseos de convivir juntos en una misma nación. No es razonable pensar que los mismos que han estimulado la ruptura sean capaces de tejer la unidad.
En tierras catalanas se vive la mayor cruzada de odio desatada en la Europa desde la Guerra de los Balcanes, en la que serbios, croatas, bosnios y otros pueblos de la zona se despedazaron. En Cataluña, los políticos han desatado persecuciones encubiertas contra ciudadanos, adoctrinamientos totalitarios, estimulo del odio, corrupción en gran escala y un plan sistemático (proceso) para que el conflicto culmine en una independencia. El veneno ha penetrado en el ADN catalán y la vileza de los políticos independentistas solo es ya comparable con la vileza de los políticos españoles.
Cataluña es la prueba de la inutilidad y perversión del actual sistema de partidos, del fracaso del modelo autonómico, de la baja calidad de la democracia española, de la insuficiencia de las leyes, de la escasa fiabilidad de los partidos políticos y de los políticos profesionales, de los defectos de la Ley Electoral y de los efectos demoledores que está teniendo la corrupción generalizada sobre la nación y sus instituciones.
Si millones de catalanes quieren independizarse y luchan para conseguirlo como están luchando, incluso arriesgando su seguridad y prosperidad, es porque el deseo de independencia es muy fuerte. Se mire como se mire, España no ha sabido ser lo bastante atractiva como nación para cautivar a los independentistas. En buena ley, no hay otra manera de entender el actual drama catalán que como uno de los mayores fracasos de España como nación.
Si el drama catalán no es aprovechado para poner sobre la mesa el actual diseño de España, analizarlo y redefinirlo, entonces se habrán demostrado dos cosas: que el sistema no funciona y que es incapaz de regenerarse.
Si la mitad de los catalanes quieren abandonar la nación, hay que asumir que el proyecto español está fracasando y que nuestros políticos, protagonistas de ese drama, son un veneno letal para la nación.
Francisco Rubiales
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