El gobierno de Pedro Sánchez, al perder ayer la votación sobre el techo de gasto de los presupuestos, ha sufrido una severa derrota que deja en evidencia su debilidad y que ofrece ante el país el espectáculo bochornoso de su sumisión a la parte más desleal y antiespañola del espectro político. España no se merece un gobierno secuestrado por partidos indeseables que odian a España, que se arrastra en una agonía demencial, sin dignidad y dañina. La derrota severa sufrida debería convencer al ambicioso Sánchez de que por mucho que él desee gobernar, no puede sumir al gobierno de España en la actual dinámica de indignidad, debilidad, humillación e impotencia, dominado por partidos que odian a España, quieren romper la unidad, incumplen la Constitución y violan los derechos humanos.
Además de los espectáculos visibles que tienen reflejo en los telediarios, el actual gobierno está realizando, desde la oscuridad y con una opacidad reñida con la democracia, actuaciones de gran calado y vileza, como impedir a las fuerzas que defienden las fronteras que se defiendan de las agresiones de los invasores o dejar sin dinero a los investigadores de la guardia civil, desactivando de ese modo importantes procesos de investigación, muchos de los cuales afectan a los partidos que forman parte del paquete gobernante.
Algunos lectores del blog Voto en Blanco, dominados por el pesimismo y el desánimo, dicen que hay que admitir lo inevitable y soportar a Pedro Sánchez en el gobierno porque su presidencia es legal, aunque poco legitima. A ellos hay que responderle que eso no es cierto y que la democracia es tan rica que tiene suficientes caminos abiertos para expulsar del poder, democráticamente, a gobiernos inicuos, traidores, injustos y mentirosos.
Basta con denunciar sus maldades y fechorías con insistencia, imaginación y eficacia, hasta que la opinión pública descubra y asuma que es un gobierno dañino para la nación y sus ciudadanos. La democracia es un sistema político basado en la opinión pública y si esa opinión es contraria a un gobierno o partido, se inicia la agonía, con pérdida constante de votos y apoyos. Cuando ese proceso se pone en marcha, los partidos políticos, cuyo principal objetivo es ganar votos y con ellos poder y dinero, expulsan al causante del desastre por incompetente.
Eso ya ocurrió con Zapatero, al que la pérdida de votos y el rechazo de los ciudadanos convirtió en un peligro para el PSOE, que le obligó a convocar elecciones anticipadas y retirarse de la primera línea política, intentando detener de ese modo el hundimiento del socialismo español.
Con Pedro Sánchez puede ocurrir lo mismo. Su gobierno, sostenido por las peores fuerzas políticas de España, donde figuran amigos de la banda ETA, golpistas, separatistas, corruptos y totalitarios camuflados de demócratas, es tan miserable y nefasto que si los ciudadanos conocieran su verdadera naturaleza y sus acciones reales lo rechazarían de manera masiva, provocando así un pánico dentro de las filas socialistas que acabaría con el "reinado" del nocivo y ambicioso Sánchez.
Los demócratas españoles estamos obligados a vigilar a los gobiernos y a presionarlos constantemente para que cumplan las leyes y gobiernen bajo la sombra del bien común, la justicia y la decencia. En el caso del actual gobierno, ante las pruebas evidentes de que está influido y dominado por la parte peor de España y por partidos que odian la nación y quieren romperla, esa vigilancia debe ser especialmente intensa y cuidadosa.
Si los ciudadanos comprueban que España está siendo dañada y puesta en peligro, como es el caso, la protesta y el acoso al gobierno deben ser tan intensos que éste tendrá que caer.
Países poderosos como Estado Unidos basan su fortaleza, precisamente, en ese proceso de libertad crítica y vigilancia activa de los ciudadanos frete al poder.
El derecho del pueblo a derrocar un gobierno inicuo es incuestionable, aunque ese gobierno haya sido elegido en las urnas. El derecho a alzarse contra un tirano o un gobierno dañino está reconocido en casi todos los tratados de derecho y en la mayoría de las constituciones democráticas.
Francisco Rubiales
Además de los espectáculos visibles que tienen reflejo en los telediarios, el actual gobierno está realizando, desde la oscuridad y con una opacidad reñida con la democracia, actuaciones de gran calado y vileza, como impedir a las fuerzas que defienden las fronteras que se defiendan de las agresiones de los invasores o dejar sin dinero a los investigadores de la guardia civil, desactivando de ese modo importantes procesos de investigación, muchos de los cuales afectan a los partidos que forman parte del paquete gobernante.
Algunos lectores del blog Voto en Blanco, dominados por el pesimismo y el desánimo, dicen que hay que admitir lo inevitable y soportar a Pedro Sánchez en el gobierno porque su presidencia es legal, aunque poco legitima. A ellos hay que responderle que eso no es cierto y que la democracia es tan rica que tiene suficientes caminos abiertos para expulsar del poder, democráticamente, a gobiernos inicuos, traidores, injustos y mentirosos.
Basta con denunciar sus maldades y fechorías con insistencia, imaginación y eficacia, hasta que la opinión pública descubra y asuma que es un gobierno dañino para la nación y sus ciudadanos. La democracia es un sistema político basado en la opinión pública y si esa opinión es contraria a un gobierno o partido, se inicia la agonía, con pérdida constante de votos y apoyos. Cuando ese proceso se pone en marcha, los partidos políticos, cuyo principal objetivo es ganar votos y con ellos poder y dinero, expulsan al causante del desastre por incompetente.
Eso ya ocurrió con Zapatero, al que la pérdida de votos y el rechazo de los ciudadanos convirtió en un peligro para el PSOE, que le obligó a convocar elecciones anticipadas y retirarse de la primera línea política, intentando detener de ese modo el hundimiento del socialismo español.
Con Pedro Sánchez puede ocurrir lo mismo. Su gobierno, sostenido por las peores fuerzas políticas de España, donde figuran amigos de la banda ETA, golpistas, separatistas, corruptos y totalitarios camuflados de demócratas, es tan miserable y nefasto que si los ciudadanos conocieran su verdadera naturaleza y sus acciones reales lo rechazarían de manera masiva, provocando así un pánico dentro de las filas socialistas que acabaría con el "reinado" del nocivo y ambicioso Sánchez.
Los demócratas españoles estamos obligados a vigilar a los gobiernos y a presionarlos constantemente para que cumplan las leyes y gobiernen bajo la sombra del bien común, la justicia y la decencia. En el caso del actual gobierno, ante las pruebas evidentes de que está influido y dominado por la parte peor de España y por partidos que odian la nación y quieren romperla, esa vigilancia debe ser especialmente intensa y cuidadosa.
Si los ciudadanos comprueban que España está siendo dañada y puesta en peligro, como es el caso, la protesta y el acoso al gobierno deben ser tan intensos que éste tendrá que caer.
Países poderosos como Estado Unidos basan su fortaleza, precisamente, en ese proceso de libertad crítica y vigilancia activa de los ciudadanos frete al poder.
El derecho del pueblo a derrocar un gobierno inicuo es incuestionable, aunque ese gobierno haya sido elegido en las urnas. El derecho a alzarse contra un tirano o un gobierno dañino está reconocido en casi todos los tratados de derecho y en la mayoría de las constituciones democráticas.
Francisco Rubiales
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