El comportamiento político de los ciudadanos está basicamente ligado a los partidos políticos. Estos suponen el vinculo del ciudadano con una herramienta política y proporcionan atajos para vincularnos con la política.
El partido puede parecer una realidad distinta dependiendo de cómo lo analicemos, si solo estudiamos un aspecto podemos tener una visión parcial. Burke, allá por 1770 describió a los partidos como un conjunto de personas que se ponen de acuerdo para alcanzar un interés nacional. Una organización estable, extendida territorialmente con una ideología y un programa que pretende conquistar el poder político para tomar decisiones y aplicarlas, normalmente concurriendo con el apoyo de la población.
Estas características se refieren a partidos en regímenes democráticos. Tampoco es lo mismo un partido analizado por Burke, Katz o Mair que por los padres fundadores de USA que los criticaron duramente.
Son organizaciones bisagra entre el Estado y la sociedad, realizan funciones con la sociedad y con las instituciones. Integran a la población en el sistema político, población heterogénea, plural, diversa. Transmiten valores y actitudes, generan opinión pública, canalizan, articulan, representan identidades, derechos, intereses, propician la participación ciudadana, integran redes de interacción con grupos y actores sociales.
Siempre tienen alrededor una constelación de organizaciones satélites, ONGs, sindicatos, fundaciones, organizaciones juveniles etc.. que penetran en la sociedad para atraer al individuo al núcleo central que es el partido.
En el aspecto institucional, propician los procesos electorales, presentan candidatos, los seleccionan, los forman. Elaboran programas electorales, propuestas, muchas dimensiones distintas, supervisan el proceso electoral, hacen las campañas, integran las instituciones y a través de éstas todas las demás instituciones, Congreso, Senado, Administraciones Públicas, Ayuntamientos etc… Lo ocupan todo.
Propician el funcionamiento de las instituciones, llevan a acabo la labor de gobierno, desarrollan los programas, pactan, negocian, generan legitimación al sistema político y hacen que la gente acabe apoyando a las instituciones.
Demasiadas responsabilidades para unas organizaciones que, aunque las he denominado como instituciones, no lo son. Los partidos son instrumentos que, además de todo lo expuesto, deben funcionar democráticamente como dice el art. 6 de nuestra Constitución, sin ese funcionamiento democrático el sistema se contamina, las instituciones se deterioran y la democracia se degrada.
Unas instituciones políticas defectuosas cuyo origen se detecta en los partidos con una estructura basada en un sistema de clanes que genera una falsa democracia interna acabará trasladando esos vicios al resto del sistema, contaminándolo hasta hacerlo perecer. La legalidad es al derecho lo que la legitimidad a la democracia, una democracia cuyos representantes carecen de legitimidad no es tal, es imprescindible que le legitimidad tenga su raíz en el propio funcionamiento de los partidos políticos, pues ya sabemos que en un sistema parlamentarista como el nuestro, solo existe la legitimidad de segundo grado en la elección del Presidente del gobierno al ser éste elegido por el parlamento y no directamente por los ciudadanos. Por tanto, pedimos que aparezca esa legitimidad en los partidos, de lo contrario y como está ocurriendo nos encontramos con un Presidente nombrado por su antecesor, elegido por un parlamento cuyos diputados han sido impuestos en listas cerradas por el partido sin la posibilidad de elección por el ciudadano.
La distorsión es aún mayor cuando lo que el sistema nos ofrece en realidad es un parlamentarismo presidencializado pero sin el altísimo grado de legitimidad que concede el presidencialismo, por el que se elige al presidente directamente sin intervención del parlamento y responde de manera individual ante el pueblo pues la responsabilidad la ostenta en su persona.
Esa regeneración de los partidos políticos es urgente dado que representan el tercer problema según el CIS, pero también son las entidades que menos simpatía suscitan, donde el ciudadano percibe más la corrupción, a las que los ciudadanos querríamos ver libres de corrupción, en las que menos confiamos y las que ofrecen menos posibilidades de participar. Esto ha hecho que un 68% de los ciudadanos piensen que son necesarios nuevos mecanismos de participación y un 85% que la democracia necesita de nuevos mecanismos en las decisiones políticas. Incluso un 77% no contribuirían económicamente a la financiación de los partidos, algo que parece contradictorio, pues si no se está de acuerdo con la financiación pública se debería estar de acuerdo con las aportaciones privadas, pero esto demuestra una vez más el grado de insatisfacción de los ciudadanos con los partidos políticos.
Conclusión: Se perciben actitudes negativas vinculadas al apoyo a los partidos y escasa satisfacción con el funcionamiento de los mismos, lo cual más que un argumento es una sentencia de la opinión pública que debe ser tenida en cuenta de manera urgente. En ello va la legitimidad de nuestras instituciones. Si el núcleo del problema no se resuelve, el problema acabará con las instituciones democráticas.
Carlos RH
El partido puede parecer una realidad distinta dependiendo de cómo lo analicemos, si solo estudiamos un aspecto podemos tener una visión parcial. Burke, allá por 1770 describió a los partidos como un conjunto de personas que se ponen de acuerdo para alcanzar un interés nacional. Una organización estable, extendida territorialmente con una ideología y un programa que pretende conquistar el poder político para tomar decisiones y aplicarlas, normalmente concurriendo con el apoyo de la población.
Estas características se refieren a partidos en regímenes democráticos. Tampoco es lo mismo un partido analizado por Burke, Katz o Mair que por los padres fundadores de USA que los criticaron duramente.
Son organizaciones bisagra entre el Estado y la sociedad, realizan funciones con la sociedad y con las instituciones. Integran a la población en el sistema político, población heterogénea, plural, diversa. Transmiten valores y actitudes, generan opinión pública, canalizan, articulan, representan identidades, derechos, intereses, propician la participación ciudadana, integran redes de interacción con grupos y actores sociales.
Siempre tienen alrededor una constelación de organizaciones satélites, ONGs, sindicatos, fundaciones, organizaciones juveniles etc.. que penetran en la sociedad para atraer al individuo al núcleo central que es el partido.
En el aspecto institucional, propician los procesos electorales, presentan candidatos, los seleccionan, los forman. Elaboran programas electorales, propuestas, muchas dimensiones distintas, supervisan el proceso electoral, hacen las campañas, integran las instituciones y a través de éstas todas las demás instituciones, Congreso, Senado, Administraciones Públicas, Ayuntamientos etc… Lo ocupan todo.
Propician el funcionamiento de las instituciones, llevan a acabo la labor de gobierno, desarrollan los programas, pactan, negocian, generan legitimación al sistema político y hacen que la gente acabe apoyando a las instituciones.
Demasiadas responsabilidades para unas organizaciones que, aunque las he denominado como instituciones, no lo son. Los partidos son instrumentos que, además de todo lo expuesto, deben funcionar democráticamente como dice el art. 6 de nuestra Constitución, sin ese funcionamiento democrático el sistema se contamina, las instituciones se deterioran y la democracia se degrada.
Unas instituciones políticas defectuosas cuyo origen se detecta en los partidos con una estructura basada en un sistema de clanes que genera una falsa democracia interna acabará trasladando esos vicios al resto del sistema, contaminándolo hasta hacerlo perecer. La legalidad es al derecho lo que la legitimidad a la democracia, una democracia cuyos representantes carecen de legitimidad no es tal, es imprescindible que le legitimidad tenga su raíz en el propio funcionamiento de los partidos políticos, pues ya sabemos que en un sistema parlamentarista como el nuestro, solo existe la legitimidad de segundo grado en la elección del Presidente del gobierno al ser éste elegido por el parlamento y no directamente por los ciudadanos. Por tanto, pedimos que aparezca esa legitimidad en los partidos, de lo contrario y como está ocurriendo nos encontramos con un Presidente nombrado por su antecesor, elegido por un parlamento cuyos diputados han sido impuestos en listas cerradas por el partido sin la posibilidad de elección por el ciudadano.
La distorsión es aún mayor cuando lo que el sistema nos ofrece en realidad es un parlamentarismo presidencializado pero sin el altísimo grado de legitimidad que concede el presidencialismo, por el que se elige al presidente directamente sin intervención del parlamento y responde de manera individual ante el pueblo pues la responsabilidad la ostenta en su persona.
Esa regeneración de los partidos políticos es urgente dado que representan el tercer problema según el CIS, pero también son las entidades que menos simpatía suscitan, donde el ciudadano percibe más la corrupción, a las que los ciudadanos querríamos ver libres de corrupción, en las que menos confiamos y las que ofrecen menos posibilidades de participar. Esto ha hecho que un 68% de los ciudadanos piensen que son necesarios nuevos mecanismos de participación y un 85% que la democracia necesita de nuevos mecanismos en las decisiones políticas. Incluso un 77% no contribuirían económicamente a la financiación de los partidos, algo que parece contradictorio, pues si no se está de acuerdo con la financiación pública se debería estar de acuerdo con las aportaciones privadas, pero esto demuestra una vez más el grado de insatisfacción de los ciudadanos con los partidos políticos.
Conclusión: Se perciben actitudes negativas vinculadas al apoyo a los partidos y escasa satisfacción con el funcionamiento de los mismos, lo cual más que un argumento es una sentencia de la opinión pública que debe ser tenida en cuenta de manera urgente. En ello va la legitimidad de nuestras instituciones. Si el núcleo del problema no se resuelve, el problema acabará con las instituciones democráticas.
Carlos RH
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