Nadie duda que Europa ha traicionado a España y la ha marginado e infravalorado, dejándola fuera de la negociación sobre Gibraltar, una actitud que va a disparar en España el euroexcepticismo y acabar con la vieja etiqueta que hacia de España uno de los países más europeistas de la Unión. Los negociadores españoles, de los que muchos sospechamos que no supieron negociar ni defender nuestros intereses, no han dudado en acusar a sus colegas europeos de actuar contra los intereses de España "con nocturnidad y alevosía", un calificativo duro que marca la intensidad de la batalla que se va a desarrollar en torno al Peñón.
Por su parte, los negociadores de Bruselas han dejado clara su vileza y traición al preferir contentar al país que se marcha, antes que al miembro que se queda, un comportamiento decepcionante cargado de suciedad.
El enfrentamiento en torno al Peñón va a dejar claro que España e Inglaterra no son países amigos ni aliados, sino dos viejos imperios cargados de recelo que se odian. Si España llega hasta el final en esa reflexión, su futuro no estará tanto en una alianza equivocada con los anglosajones sino en una estrecha vinculación con Rusia, China y otras potencias que sepan valorar y defender los intereses españoles mejor que los pérfidos británicos y sus aliados.
Ante la afrenta europea y ante la constancia histórica de que Gran Bretaña, el país con el que más hemos guerreado a lo largo de la Historia, sigue siendo, a pesar de las alianzas, el peor enemigo de España, Pedro Sánchez parece haber decidido echarle huevos, brío y dignidad a la situación y demostrar que llegado el momento sabe ser un tipo duro, patriota y capaz de mantenerle el pulso a los burócratas de Europa y a los piratas de Gran Bretaña.
Sus asesores le han advertido que el tema de Gibraltar abre heridas y despierta pasiones muy profundas en el alma de los españoles y le han aconsejado también que convierta a Gibraltar en su batalla personal, seguros de que si cede, Gibraltar será su tumba política y él pasará a la historia como un político cobarde traidor, pero si defiende la soberanía y consigue doblegar a los piratas británicos y a los corruptos europeos, ganará, sin la menor duda, las próximas elecciones, que en estos momentos perdería por goleada, víctima de su imagen blanda, de su indisimulada ansia de poder y del inmenso rechazo que provoca en gran parte de la población española su alianza con los peores socios imaginables, partidos totalitarios, antiespañoles, independentistas y nacionalistas cargados de odio.
Gibraltar se ha convertido, pues, en la batalla de Sánchez y en un gran espectáculo que va a dotar de interés y pasión a la política española, un tema bien escogido como escenario para que la imagen del presidente se fortalezca y gane muchos enteros, pero con el riesgo también de que si flaquea ante los corruptos de Europa y los piratas de Londres, su imagen se hundirá sin remedio y tendrá que escapar de la política como un perro apaleado, con el rabo entre las piernas.
Francisco Rubiales
Por su parte, los negociadores de Bruselas han dejado clara su vileza y traición al preferir contentar al país que se marcha, antes que al miembro que se queda, un comportamiento decepcionante cargado de suciedad.
El enfrentamiento en torno al Peñón va a dejar claro que España e Inglaterra no son países amigos ni aliados, sino dos viejos imperios cargados de recelo que se odian. Si España llega hasta el final en esa reflexión, su futuro no estará tanto en una alianza equivocada con los anglosajones sino en una estrecha vinculación con Rusia, China y otras potencias que sepan valorar y defender los intereses españoles mejor que los pérfidos británicos y sus aliados.
Ante la afrenta europea y ante la constancia histórica de que Gran Bretaña, el país con el que más hemos guerreado a lo largo de la Historia, sigue siendo, a pesar de las alianzas, el peor enemigo de España, Pedro Sánchez parece haber decidido echarle huevos, brío y dignidad a la situación y demostrar que llegado el momento sabe ser un tipo duro, patriota y capaz de mantenerle el pulso a los burócratas de Europa y a los piratas de Gran Bretaña.
Sus asesores le han advertido que el tema de Gibraltar abre heridas y despierta pasiones muy profundas en el alma de los españoles y le han aconsejado también que convierta a Gibraltar en su batalla personal, seguros de que si cede, Gibraltar será su tumba política y él pasará a la historia como un político cobarde traidor, pero si defiende la soberanía y consigue doblegar a los piratas británicos y a los corruptos europeos, ganará, sin la menor duda, las próximas elecciones, que en estos momentos perdería por goleada, víctima de su imagen blanda, de su indisimulada ansia de poder y del inmenso rechazo que provoca en gran parte de la población española su alianza con los peores socios imaginables, partidos totalitarios, antiespañoles, independentistas y nacionalistas cargados de odio.
Gibraltar se ha convertido, pues, en la batalla de Sánchez y en un gran espectáculo que va a dotar de interés y pasión a la política española, un tema bien escogido como escenario para que la imagen del presidente se fortalezca y gane muchos enteros, pero con el riesgo también de que si flaquea ante los corruptos de Europa y los piratas de Londres, su imagen se hundirá sin remedio y tendrá que escapar de la política como un perro apaleado, con el rabo entre las piernas.
Francisco Rubiales
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