El deseo masivo de regeneración y cambio explica en España el auge de nuevos partidos como Podemos y VOX, a los que se unen los indignados y descontentos en masa, decepcionados por la deriva corrupta e inepta de los viejos partidos.
El gran cirujano, esperado por millones de ciudadanos, será un tipo sin ideología, pero dispuesto a restablecer el orden, el ahorro, el trabajo, la paz y los valores despedazados por los viejos partidos de izquierda y derecha. En realidad, las masas experimentan una sorprendente ansia de soluciones, que muchas veces se confunden con el fascismo, aunque nadie se atreva a decirlo, porque lo que se busca es dureza contra la inmigración masiva y descontrolada, el gasto excesivo, los impuestos abusivos y la corrupción que infecta a las instituciones y a la clase política.
Lo que muchos sueñan es una democracia decente y limpia, aunque los valores soñados son aquellos que el fascismo exaltaba: unidad, cooperación, austeridad, orden, trabajo, esfuerzo, disciplina y amor a la patria y a sus símbolos. El mismo fascismo surgió para superar en algunos países la degeneración de los valores, la corrupción y el abuso de poder.
Los nacionalismos están eludiendo, por el momento, esa fuga hacia el cambio radical porque ellos mismos se están haciendo fascistas.
La reacción mundial contra el globalismo, el poder en las sombras y la corrupción que domina los grandes poderes, político y financiero, crece cada día más y amenaza con convertirse en un vendaval.
Pedro Sánchez y el PSOE, pactando con partidos llenos de odio a España y haciendo concesiones a los separatistas, golpistas y amigos del terrorismo, está llamando a gritos al gran cirujano que extirpe todo lo que ellos representan: arbitrariedad, arrogancia, despilfarro, amiguismo, privilegios, corrupción, abuso de poder, impuestos elevados, acoso a los que trabajan, subvenciones corruptas, tato desigual a ciudadanos y regiones, opacidad, mentira y suciedad masiva.
Afirman que en Cataluña hay un "problema político", cuando la inmensa mayoría de los españoles saben que lo que realmente hay es un problema de delincuentes políticos y de violadores de las leyes. Comprando masivamente medios de comunicación para esconder la verdad, engañar y manipular, están logrando un efecto rebote que se traduce en desconfianza y rechazo ciudadano hacia los que utilizan el Estado en su propio beneficio.
En realidad están llevando a España hasta el borde del precipicio y llamando a gritos a los que pretenden salvar a España a mamporros.
Desde la Segunda República y la Guerra Civil, en 1936, no se habían vivido tanta insensatez en el gobierno de España.
Cada día son más los que piensan que Sánchez y el PSOE ya dan la espalda a la Constitución y con tal de gobernar son capaces de provocar el desastre.
Una parte cada día más importante de la sociedad española, cansada de soportar a corruptos, imbéciles y canallas en el poder, está esperando ya un líder político capaz de salvarla. El "deseado" no tiene que ser, necesariamente, un militar golpista, ni un mesías, ni siquiera un dictador, sino únicamente un ser íntegro con credibilidad y decencia, alguien en quien poder depositar la confianza y todas nuestras ilusiones para que nos saque de la pocilga que alimentan nuestros actuales gobernantes y el trio PSOE, PP y nacionalistas, que son los que han fabricado al unísono la actual España decadente, injusta y rufiana.
Con esas virtudes y valores, el líder esperado, el Gran Cirujano, tendría el apoyo de la mayoría de los españoles, acostumbrados desde hace décadas a votar al menos mediocre de los candidatos, al menos miserable y al que nos parece menos malo, sin ilusión ni esperanza, con tristeza y pesimismo.
La solución de los gravísimos problemas de España es la que ya propuso Joaquín Costa: una política quirúrgica de urgencia, realizada por un "cirujano de hierro", ojo, no un dictador, sino alguien que garantice que todas las instituciones constitucionales del régimen presidencial funcionen: un Parlamento, un Poder Judicial independiente y una Administración eficaz.
Si una noche de estas apareciera en la televisión un señor con rostro serio, rodeado de uniformes e instituciones constitucionales y de rigurosa solemnidad, capaz de proyectar seguridad y de conectar con el deseo de cambio que atraviesa la España sana, de norte a Sur y de Este a Oeste, y dijera algo así como "A partir de este momento, en España se acabó el cachondeo", no tendría que añadir nada más porque todos entenderíamos que por fin habría llegado la hora de la cirugía: partidos políticos depredadores maniatados, corruptos a la cárcel, devolviendo lo robado, trabajo productivo para los parásitos que ordeñan la nación, el fin de la rapiña, del compadreo con los nacionalistas del odio a España y la necesidad de barrer la podredumbre infernal que nos agobia y nos llena de pestilencia.
La práctica totalidad de los españoles, seamos de izquierdas o de derechas, sabemos que este país necesita una limpieza a fondo y un drástico "reseteo" que nos sitúe de nuevo en la vía del verdadero progreso. Esa misma mayoría está convencida de que los actuales políticos y sus partidos están tan podridos y deteriorados que es imposible que solucionen el drama. El "cirujano" tiene que llegar de fuera y ser diferente, un ser nuevo con autoridad y fuerza, con decisión y liderazgo suficientes para expulsar del poder a la carroña política inútil que nos domina desde hace décadas.
El deseo de un cirujano de hierro no es exclusivo de España sino un sentimiento que crece en toda Europa y en buena parte del mundo, impulsado por el fracaso y la decepción de políticos como Boris Jonhson, Pedro Sánchez, Macrón y otros muchos, pero es en España sonde el deseo es mas fuerte, quizás porque el deterioro moral y la depravación de la política son más dañinos y dolorosos.
Francisco Rubiales
El gran cirujano, esperado por millones de ciudadanos, será un tipo sin ideología, pero dispuesto a restablecer el orden, el ahorro, el trabajo, la paz y los valores despedazados por los viejos partidos de izquierda y derecha. En realidad, las masas experimentan una sorprendente ansia de soluciones, que muchas veces se confunden con el fascismo, aunque nadie se atreva a decirlo, porque lo que se busca es dureza contra la inmigración masiva y descontrolada, el gasto excesivo, los impuestos abusivos y la corrupción que infecta a las instituciones y a la clase política.
Lo que muchos sueñan es una democracia decente y limpia, aunque los valores soñados son aquellos que el fascismo exaltaba: unidad, cooperación, austeridad, orden, trabajo, esfuerzo, disciplina y amor a la patria y a sus símbolos. El mismo fascismo surgió para superar en algunos países la degeneración de los valores, la corrupción y el abuso de poder.
Los nacionalismos están eludiendo, por el momento, esa fuga hacia el cambio radical porque ellos mismos se están haciendo fascistas.
La reacción mundial contra el globalismo, el poder en las sombras y la corrupción que domina los grandes poderes, político y financiero, crece cada día más y amenaza con convertirse en un vendaval.
Pedro Sánchez y el PSOE, pactando con partidos llenos de odio a España y haciendo concesiones a los separatistas, golpistas y amigos del terrorismo, está llamando a gritos al gran cirujano que extirpe todo lo que ellos representan: arbitrariedad, arrogancia, despilfarro, amiguismo, privilegios, corrupción, abuso de poder, impuestos elevados, acoso a los que trabajan, subvenciones corruptas, tato desigual a ciudadanos y regiones, opacidad, mentira y suciedad masiva.
Afirman que en Cataluña hay un "problema político", cuando la inmensa mayoría de los españoles saben que lo que realmente hay es un problema de delincuentes políticos y de violadores de las leyes. Comprando masivamente medios de comunicación para esconder la verdad, engañar y manipular, están logrando un efecto rebote que se traduce en desconfianza y rechazo ciudadano hacia los que utilizan el Estado en su propio beneficio.
En realidad están llevando a España hasta el borde del precipicio y llamando a gritos a los que pretenden salvar a España a mamporros.
Desde la Segunda República y la Guerra Civil, en 1936, no se habían vivido tanta insensatez en el gobierno de España.
Cada día son más los que piensan que Sánchez y el PSOE ya dan la espalda a la Constitución y con tal de gobernar son capaces de provocar el desastre.
Una parte cada día más importante de la sociedad española, cansada de soportar a corruptos, imbéciles y canallas en el poder, está esperando ya un líder político capaz de salvarla. El "deseado" no tiene que ser, necesariamente, un militar golpista, ni un mesías, ni siquiera un dictador, sino únicamente un ser íntegro con credibilidad y decencia, alguien en quien poder depositar la confianza y todas nuestras ilusiones para que nos saque de la pocilga que alimentan nuestros actuales gobernantes y el trio PSOE, PP y nacionalistas, que son los que han fabricado al unísono la actual España decadente, injusta y rufiana.
Con esas virtudes y valores, el líder esperado, el Gran Cirujano, tendría el apoyo de la mayoría de los españoles, acostumbrados desde hace décadas a votar al menos mediocre de los candidatos, al menos miserable y al que nos parece menos malo, sin ilusión ni esperanza, con tristeza y pesimismo.
La solución de los gravísimos problemas de España es la que ya propuso Joaquín Costa: una política quirúrgica de urgencia, realizada por un "cirujano de hierro", ojo, no un dictador, sino alguien que garantice que todas las instituciones constitucionales del régimen presidencial funcionen: un Parlamento, un Poder Judicial independiente y una Administración eficaz.
Si una noche de estas apareciera en la televisión un señor con rostro serio, rodeado de uniformes e instituciones constitucionales y de rigurosa solemnidad, capaz de proyectar seguridad y de conectar con el deseo de cambio que atraviesa la España sana, de norte a Sur y de Este a Oeste, y dijera algo así como "A partir de este momento, en España se acabó el cachondeo", no tendría que añadir nada más porque todos entenderíamos que por fin habría llegado la hora de la cirugía: partidos políticos depredadores maniatados, corruptos a la cárcel, devolviendo lo robado, trabajo productivo para los parásitos que ordeñan la nación, el fin de la rapiña, del compadreo con los nacionalistas del odio a España y la necesidad de barrer la podredumbre infernal que nos agobia y nos llena de pestilencia.
La práctica totalidad de los españoles, seamos de izquierdas o de derechas, sabemos que este país necesita una limpieza a fondo y un drástico "reseteo" que nos sitúe de nuevo en la vía del verdadero progreso. Esa misma mayoría está convencida de que los actuales políticos y sus partidos están tan podridos y deteriorados que es imposible que solucionen el drama. El "cirujano" tiene que llegar de fuera y ser diferente, un ser nuevo con autoridad y fuerza, con decisión y liderazgo suficientes para expulsar del poder a la carroña política inútil que nos domina desde hace décadas.
El deseo de un cirujano de hierro no es exclusivo de España sino un sentimiento que crece en toda Europa y en buena parte del mundo, impulsado por el fracaso y la decepción de políticos como Boris Jonhson, Pedro Sánchez, Macrón y otros muchos, pero es en España sonde el deseo es mas fuerte, quizás porque el deterioro moral y la depravación de la política son más dañinos y dolorosos.
Francisco Rubiales
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