Las encuestas señalan en España a la corrupción y a la clase política como dos de los tres primeros problemas del país. Con Sánchez en el poder, el rechazo a los políticos crece y también destaca ya entre las preocupaciones el miedo a la ruptura de la nación. El ciudadano, cuando es interrogado por los sociólogos, refleja un profundo desprecio, que produce escalofríos, a la clase política, a la que identifica como la gran culpable del deterioro de España.
Se equivocan los que creen que el núcleo de la corrupción en España es el robo del dinero público. Hay pecados de corrupción mucho peores que apropiarse de los fondos públicos. España ya era uno de los países más corruptos del mundo antes de la llegada de Sánchez al poder con sus socios comunistas, golpistas, independentistas y amigos del terrorismo etarra, pero Sánchez ha dado pasos de gigante hacia la podredumbre profunda, deteriorando seriamente la democracia e instalando el abuso y la injusticia en el corazón del Estado.
El abanico de corrupciones practicadas en España es inmenso y comprende desde gobernar mal y generar infelicidad hasta crímenes ocultados y desconocidos para la opinión pública, injusticias tan graves como condenas de inocentes en los tribunales, subvenciones y ayudas masivas para los amigos, marginación y vidas destrozada para los enemigos del poder, manipulación de inspectores para que los enemigos sean esquilmados y los amigos se libren de pagar impuestos, concursos públicos trucados, comisiones por doquier, nepotismo, clientelismo, miles de enriquecidos ilegalmente y mil brutalidades crueles con las que los dueños del Estado aplastan a sus adversarios, a los que muchas veces, tras destruir su fama, su trabajos y vida familiar, empujan hasta el suicidio.
Tan sólo en Andalucía, los socialistas han superado en corrupción a la que provocó en Italia el movimiento de Manos Limpias (Mani Pulite), que acabó con los viejos partidos políticos precintados por corrupción e indecencia.
Con Sanchez en el poder, la corrupción se ha disparado y se está haciendo más descarada, profunda y letal. Su corazón está en el mal uso que se hace del poder, utilizado para ganar votos y reforzar al partido, y en la brutal capacidad de los gobernantes para destrozar las instituciones, degradar la democracia, amenazar las vidas de los adversarios, aplastar a los rebeldes, degenerar al pueblo con la ignorancia y la incultura y generar dosis insoportables de inquietud, miedo, inseguridad e infelicidad en la población.
España cuenta con una de las clases políticas peores del planeta y también de las más delictivas a implacables. Por el número de los delitos cometidos y los encausados en prisión o en el banquillo de los acusados, el PSOE y el PP son las asociaciones de maleantes más activas y corrompidas, detrás solo de la banda terrorista ETA.
Quizás la peor manada de España no sean las que violan en grupo, sino la integrada por los últimos presidentes de gobierno (González, Aznar, Zapatero, Rajoy y Sánchez) autores de esfuerzos para convertir el Estado español en un inmenso prostíbulo. De todos ellos el que ha llegado más lejos es Pedro Sánchez, sin duda el campeón de la pandilla.
La lista de fechorías que debemos a nuestros presidentes de gobierno y a los dos grandes partidos (PP y PSOE) es terrible y aterradora. No se puede destruir tanto en tan poco tiempo y el destrozo causado parece la herencia de una guerra: saqueo de las cajas de ahorros, desapariciones sospechosas de grandes bancos, estafas permitidas por el Estado, expropiaciones mafiosas, venta corrupta de activos estatales, prostitución de las subvenciones y los contratos públicos, comisiones, enriquecimiento sospechoso de decenas de miles de políticos, impunidad que ha permitido que miles de políticos corruptos escapen de la cárcel, endeudamiento atroz del país, despilfarro, amiguismo, nepotismo, corrupción en todas sus facetas y variedades, partidos políticos sin control, inmigración que pone en peligro la seguridad, las raíces culturales y los valores y logros autóctonos, una clase política de baja ética y pésima preparación, y una manera de gobernar contra el pueblo y sus deseos que es incompatible con la verdadera democracia.
Entre todas las fechorías perpetradas por la banda de los políticos españoles, las dos más peligrosas y las que nos van a costar más sangre, sudor y lágrimas son el auge del separatismo, que está a punto de alcanzar su meta de romper España, y la división del país en dos bandos irreconciliables, el de las derechas y las izquierdas, como en vísperas de la guerra civil de 1936, una brutalidad demencial por la que tendrían que sufrir cárcel e inhabilitación perpetua muchos de nuestros dirigentes políticos.
Pero ninguno de los presidentes anteriores a Pedro Sánchez le llega a la rodilla en cinismo, arbitrariedad, insensibilidad, falta de respeto, desprecio a la democracia y falta de ética. Sánchez es un demonio al frente de un país desgraciado al que puede hacer saltar por los aires y al que está convirtiendo en un país infectado hasta el tuétano.
Francisco Rubiales
Se equivocan los que creen que el núcleo de la corrupción en España es el robo del dinero público. Hay pecados de corrupción mucho peores que apropiarse de los fondos públicos. España ya era uno de los países más corruptos del mundo antes de la llegada de Sánchez al poder con sus socios comunistas, golpistas, independentistas y amigos del terrorismo etarra, pero Sánchez ha dado pasos de gigante hacia la podredumbre profunda, deteriorando seriamente la democracia e instalando el abuso y la injusticia en el corazón del Estado.
El abanico de corrupciones practicadas en España es inmenso y comprende desde gobernar mal y generar infelicidad hasta crímenes ocultados y desconocidos para la opinión pública, injusticias tan graves como condenas de inocentes en los tribunales, subvenciones y ayudas masivas para los amigos, marginación y vidas destrozada para los enemigos del poder, manipulación de inspectores para que los enemigos sean esquilmados y los amigos se libren de pagar impuestos, concursos públicos trucados, comisiones por doquier, nepotismo, clientelismo, miles de enriquecidos ilegalmente y mil brutalidades crueles con las que los dueños del Estado aplastan a sus adversarios, a los que muchas veces, tras destruir su fama, su trabajos y vida familiar, empujan hasta el suicidio.
Tan sólo en Andalucía, los socialistas han superado en corrupción a la que provocó en Italia el movimiento de Manos Limpias (Mani Pulite), que acabó con los viejos partidos políticos precintados por corrupción e indecencia.
Con Sanchez en el poder, la corrupción se ha disparado y se está haciendo más descarada, profunda y letal. Su corazón está en el mal uso que se hace del poder, utilizado para ganar votos y reforzar al partido, y en la brutal capacidad de los gobernantes para destrozar las instituciones, degradar la democracia, amenazar las vidas de los adversarios, aplastar a los rebeldes, degenerar al pueblo con la ignorancia y la incultura y generar dosis insoportables de inquietud, miedo, inseguridad e infelicidad en la población.
España cuenta con una de las clases políticas peores del planeta y también de las más delictivas a implacables. Por el número de los delitos cometidos y los encausados en prisión o en el banquillo de los acusados, el PSOE y el PP son las asociaciones de maleantes más activas y corrompidas, detrás solo de la banda terrorista ETA.
Quizás la peor manada de España no sean las que violan en grupo, sino la integrada por los últimos presidentes de gobierno (González, Aznar, Zapatero, Rajoy y Sánchez) autores de esfuerzos para convertir el Estado español en un inmenso prostíbulo. De todos ellos el que ha llegado más lejos es Pedro Sánchez, sin duda el campeón de la pandilla.
La lista de fechorías que debemos a nuestros presidentes de gobierno y a los dos grandes partidos (PP y PSOE) es terrible y aterradora. No se puede destruir tanto en tan poco tiempo y el destrozo causado parece la herencia de una guerra: saqueo de las cajas de ahorros, desapariciones sospechosas de grandes bancos, estafas permitidas por el Estado, expropiaciones mafiosas, venta corrupta de activos estatales, prostitución de las subvenciones y los contratos públicos, comisiones, enriquecimiento sospechoso de decenas de miles de políticos, impunidad que ha permitido que miles de políticos corruptos escapen de la cárcel, endeudamiento atroz del país, despilfarro, amiguismo, nepotismo, corrupción en todas sus facetas y variedades, partidos políticos sin control, inmigración que pone en peligro la seguridad, las raíces culturales y los valores y logros autóctonos, una clase política de baja ética y pésima preparación, y una manera de gobernar contra el pueblo y sus deseos que es incompatible con la verdadera democracia.
Entre todas las fechorías perpetradas por la banda de los políticos españoles, las dos más peligrosas y las que nos van a costar más sangre, sudor y lágrimas son el auge del separatismo, que está a punto de alcanzar su meta de romper España, y la división del país en dos bandos irreconciliables, el de las derechas y las izquierdas, como en vísperas de la guerra civil de 1936, una brutalidad demencial por la que tendrían que sufrir cárcel e inhabilitación perpetua muchos de nuestros dirigentes políticos.
Pero ninguno de los presidentes anteriores a Pedro Sánchez le llega a la rodilla en cinismo, arbitrariedad, insensibilidad, falta de respeto, desprecio a la democracia y falta de ética. Sánchez es un demonio al frente de un país desgraciado al que puede hacer saltar por los aires y al que está convirtiendo en un país infectado hasta el tuétano.
Francisco Rubiales
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