La presencia de la corrupción en la agenda nacional es obsesiva en estos días, cuando los macrojuicios de los EREs de Andalucía, el caso Gürtell y la financiación ilegal del PP en Madrid se celebran de manera simultánea. Los medios de comunicación martillean a los ciudadanos con noticias y comentarios sobre políticos indeseables, mafiosos, ladrones, saqueadores y tipejos ilegalmente enriquecidos que, tras haber sido estrellas del poder, admiradas por todos y protegidas por sus respectivos partidos, ahora son mequetrefes y despojos que generan repugnancia.
La saturación de basura humana en España es de tal envergadura que en lugar de debates sobre objetivos y problemas comunes, reformas y metas, la ciudadanía se siente espectadora indignada del siniestro y sobrecogedor desfile de criminales y enemigos públicos que tienen como denominador común ser o haber sido dirigentes políticos.
La situación ha llegado tan lejos que los españoles votarían masivamente al político que les prometa una limpieza a fondo del país, más que un futuro cargado de promesas y mentiras, como ha sido habitual hasta ahora en los procesos electorales. El político que más se parezca a Elliot Ness será quien gane las próximas elecciones. El sorprendente auge del partido Ciudadanos, con Albert Rivera e Inés Arrimadas como grandes estrellas, se debe a ese fenómeno de hartazgo de indignación contra los océanos de corruptos y sinvergüenzas que produce la política española, que se traduce en el deseo ciudadano de ser gobernados por líderes con perfil de policía, no por esos políticos al uso que han conducido a España hasta el acantilado de la indecencia y el delito.
El 17 de octubre de 1931, Eliot Ness, con su pequeño equipo de seis "intocables", consiguió encarcelar al mafioso Al Capone, devolvió a la sociedad norteamericana la sensación de dignidad y se convirtió en el héroe que hizo que el bien prevaleciera sobre el mal.
Eso es justo lo que España necesita: alguien que limpie la nación y devuelva a la sociedad la sensación de decencia que los políticos españoles, probablemente los peores del mundo desarrollado, nos han arrebatado, tras décadas desprestigiando a España en los foros internacionales, robando, cobrando impuestos abusivos, anteponiendo los intereses de los partidos al bien común, endeudándonos hasta la locura, protegiendo a los corruptos, pactando con nacionalistas totalitarios, despilfarrando, trucando contratos públicos, subvencionando a los rufianes, beneficiando a los amigos, atiborrándose de privilegios inmerecidos, pudriendo la democracia y asesinando las ilusiones y las esperanzas de toda la nación.
Francisco Rubiales
La saturación de basura humana en España es de tal envergadura que en lugar de debates sobre objetivos y problemas comunes, reformas y metas, la ciudadanía se siente espectadora indignada del siniestro y sobrecogedor desfile de criminales y enemigos públicos que tienen como denominador común ser o haber sido dirigentes políticos.
La situación ha llegado tan lejos que los españoles votarían masivamente al político que les prometa una limpieza a fondo del país, más que un futuro cargado de promesas y mentiras, como ha sido habitual hasta ahora en los procesos electorales. El político que más se parezca a Elliot Ness será quien gane las próximas elecciones. El sorprendente auge del partido Ciudadanos, con Albert Rivera e Inés Arrimadas como grandes estrellas, se debe a ese fenómeno de hartazgo de indignación contra los océanos de corruptos y sinvergüenzas que produce la política española, que se traduce en el deseo ciudadano de ser gobernados por líderes con perfil de policía, no por esos políticos al uso que han conducido a España hasta el acantilado de la indecencia y el delito.
El 17 de octubre de 1931, Eliot Ness, con su pequeño equipo de seis "intocables", consiguió encarcelar al mafioso Al Capone, devolvió a la sociedad norteamericana la sensación de dignidad y se convirtió en el héroe que hizo que el bien prevaleciera sobre el mal.
Eso es justo lo que España necesita: alguien que limpie la nación y devuelva a la sociedad la sensación de decencia que los políticos españoles, probablemente los peores del mundo desarrollado, nos han arrebatado, tras décadas desprestigiando a España en los foros internacionales, robando, cobrando impuestos abusivos, anteponiendo los intereses de los partidos al bien común, endeudándonos hasta la locura, protegiendo a los corruptos, pactando con nacionalistas totalitarios, despilfarrando, trucando contratos públicos, subvencionando a los rufianes, beneficiando a los amigos, atiborrándose de privilegios inmerecidos, pudriendo la democracia y asesinando las ilusiones y las esperanzas de toda la nación.
Francisco Rubiales
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