La democracia, creada para controlar el poder de los gobiernos e impedir que se vuelvan tiránicos, está en retroceso y, para desgracia de los ciudadanos, a punto de ser erradicada. De hecho, ya es casi imposible encontrar en el mundo una democracia decente y seria, que sea digna de ser llamada con ese nombre.
La injusticia se ha instalado en el poder y los impuestos se cobran no tanto para financiar los servicios básicos que la sociedad necesita, como la educación, la sanidad y la seguridad ciudadana, sino para que los poderosos vivan a cuerpo re rey.
La democracia estorba a los poderosos porque permite que un ciudadano decente y libre alcance el poder tras conseguir los votos de la mayoría. Eso no lo admiten los que se consideran dueños del mundo, que quieren controlar el poder y tener a los líderes a su servicio.
La defensa de la democracia es la "última playa" de las personas dignas y decentes en los tiempos actuales. Si perdemos esta batalla, sólo nos quedará la tiranía.
Cuando hablamos de defender la democracia no nos referimos al bodrio indecente que existe en algunos países, entre ellos España, sino a la democracia auténtica, la que fue ideada para controlar el poder de los políticos y de los partidos, la que requiere el imperio de la Ley, poderes del Estado independientes y separados, una ley igual para todos, libertad de prensa, elecciones libres, soberanía del pueblo, y una larga serie de normas y comportamientos que limitan el poder y lo ponen al servicio de la ciudadanía.
En el siglo XVIII, Montesquieu argumentó que, si el pueblo entero es en la república dueño del poder soberano, estamos en una democracia; si el poder soberano, afirmó el jurista y filósofo francés, está en manos de una parte del pueblo se trata de una aristocracia. Y cuando el poder está en manos de los gobiernos, vivimos en una pura tiranía.
España, nuestro país, es uno de los que ocupa un puesto de vanguardia en la demolición de la democracia y la ruina de los valores, libertades y derechos. Nuestros gobiernos, desde la muerte del general franco, parece que han legislado y gobernado en contra del bien común y han empujado al país hasta el borde de la corrupción, la ruptura, la injusticia, el desempleo y la falta de esperanza.
De hecho, en muchas conferencias y análisis sobre el Estado del Mundo se pone como ejemplo de país de esclavos, degradado por la tiranía, a Cuba, mientras se cita a España como ejemplo de país que avanza, conducido por su gobierno, desde apreciables cotas de libertad hacia el asesinato de la democracia y la instauración de la tiranía.
Que nadie se extrañe si los próximos años son inseguros e inestables porque la ciudadanía se resista a los cambios que les imponen desde las sombras. La gente votará en contra de lo viejo y buscará, dando palos de ciegos, nuevas ideas y nuevos partidos que devuelvan la esperanza. La desesperación ira creciendo y llegará el momento en que los pueblos, deseosos de orden, justicia, esperanza e ilusión, acojan con los brazos abiertos a dictadores canallas.
Francisco Rubiales
La injusticia se ha instalado en el poder y los impuestos se cobran no tanto para financiar los servicios básicos que la sociedad necesita, como la educación, la sanidad y la seguridad ciudadana, sino para que los poderosos vivan a cuerpo re rey.
La democracia estorba a los poderosos porque permite que un ciudadano decente y libre alcance el poder tras conseguir los votos de la mayoría. Eso no lo admiten los que se consideran dueños del mundo, que quieren controlar el poder y tener a los líderes a su servicio.
La defensa de la democracia es la "última playa" de las personas dignas y decentes en los tiempos actuales. Si perdemos esta batalla, sólo nos quedará la tiranía.
Cuando hablamos de defender la democracia no nos referimos al bodrio indecente que existe en algunos países, entre ellos España, sino a la democracia auténtica, la que fue ideada para controlar el poder de los políticos y de los partidos, la que requiere el imperio de la Ley, poderes del Estado independientes y separados, una ley igual para todos, libertad de prensa, elecciones libres, soberanía del pueblo, y una larga serie de normas y comportamientos que limitan el poder y lo ponen al servicio de la ciudadanía.
En el siglo XVIII, Montesquieu argumentó que, si el pueblo entero es en la república dueño del poder soberano, estamos en una democracia; si el poder soberano, afirmó el jurista y filósofo francés, está en manos de una parte del pueblo se trata de una aristocracia. Y cuando el poder está en manos de los gobiernos, vivimos en una pura tiranía.
España, nuestro país, es uno de los que ocupa un puesto de vanguardia en la demolición de la democracia y la ruina de los valores, libertades y derechos. Nuestros gobiernos, desde la muerte del general franco, parece que han legislado y gobernado en contra del bien común y han empujado al país hasta el borde de la corrupción, la ruptura, la injusticia, el desempleo y la falta de esperanza.
De hecho, en muchas conferencias y análisis sobre el Estado del Mundo se pone como ejemplo de país de esclavos, degradado por la tiranía, a Cuba, mientras se cita a España como ejemplo de país que avanza, conducido por su gobierno, desde apreciables cotas de libertad hacia el asesinato de la democracia y la instauración de la tiranía.
Que nadie se extrañe si los próximos años son inseguros e inestables porque la ciudadanía se resista a los cambios que les imponen desde las sombras. La gente votará en contra de lo viejo y buscará, dando palos de ciegos, nuevas ideas y nuevos partidos que devuelvan la esperanza. La desesperación ira creciendo y llegará el momento en que los pueblos, deseosos de orden, justicia, esperanza e ilusión, acojan con los brazos abiertos a dictadores canallas.
Francisco Rubiales
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