Los intelectuales de izquierda se han visto desbordados por una nueva fuerza subversiva e iconoclasta que ha germinado en la izquierda sin explicación ideológica o meta alguna, solo impulsada por el salvaje odio a la derecha y el deseo de vencer. Las universidades se han llenado de totalitarios rabiosos y resentidos que votan a la izquierda más feroz y los intelectuales, ante esa barbarie, no han sabido reaccionar, han sentido miedo y han sucumbido a la cobardía, sumándose a las nuevas hordas o, en la mayoría de los casos, callándose sin atreverse a denunciar lo que no es otra cosa que envidia, totalitarismo, revancha y destrucción, los mismos sentimientos que impulsaban a los hunos de Atila que destrozaron el Imperio Romano.
La izquierda parece haber renunciado al debate. Además de romper a golpes y pedradas mítines de la derecha y de protestar quemando las calles con una violencia insólita, está reprimiendo el libre intercambio de información y de ideas, que era el alma de la sociedad democrática liberal, y se están desatando fuerzas de destrucción, movidas por el odio, que alejan a la izquierda de la democracia y hasta de la civilización occidental. Podíamos esperar algo de esto de los radicalismos fascistas o del comunismo más atroz, pero no de un socialismo como el español, que hasta hace poco parecía democrático, pacífico y fiel a las leyes.
La izquierda sucumbe a la censura y se orienta hacia el totalitarismo. En España, fenómenos tan incomprensibles como la alianza de gobierno con comunistas bolivarianos, pro terroristas y nacionalismos independentistas llenos de odio son la consecuencia de ese profundo deterioro, más ben degradación, de una ideología que en el pasado se sumó a la lucha por las libertades y derechos.
Rasgos terribles de censura, odio al que piensa distinto, intolerancia hacia las opiniones opuestas, olas de humillación pública, ostracismo, tendencia a reducir la complejidad política en certezas morales y cegadoras y otros muchos están anidando en la izquierda sin que se alcen voces que denuncien esa degeneración. El silencio y la pasividad de Pedro Sánchez ante esos fenómenos es el signo evidente de que la izquierda está gravemente enferma de totalitarismo y que ha sufrido una hecatombe de valores y principios éticos.
Esa nueva izquierda es también anti española, anti monárquica, anti empresas, antiliberal y en no pocos casos también anti constitucional y anti democrática, todo un producto nuevo, peligroso y explosivo, imposible de digerir, en teoría, por esos intelectuales de izquierda que, acobardados, guardan un silencio ominoso.
Es difícil comprender como la vieja izquierda, que debe subsistir dentro del PSOE, y sus intelectuales están callados y paralizados ante tamaña agresión a la decencia y a la esencia de las antiguas tradiciones izquierdistas europeas.
Miles de socialistas han dejado de ser luchadores por el progreso y se han transformado en vividores que se reparten el botín del Estado y en policías del pensamiento que reprimen y combaten cualquier disidencia o pensamiento contrario. Toda una tragedia para España y quizás para el mundo entero si, como muchos pensamos, lo que está ocurriendo en España, Venezuela y otros países, incluso de Europa, no es otra cosa que el principio de una pandemia moral capaz de hundir la civilización.
Los intelectuales de izquierda españoles se han cubierto de oprobio e indignidad. El fracaso de los intelectuales progresistas españoles es total. Han preferido el silencio cobarde ante los desmanes y abusos de la izquierda y, en especial de tipos como Pablo Iglesias y Pedro Sánchez, que ha hecho el papel de tonto útil del peor comunismo. Esos intelectuales, en lugar de ser la "luz del mundo" y de cumplir su papel de iluminar a la sociedad e informarla verazmente de lo que está viviendo y se aproxima, han preferido ser paniaguados que mendigan subvenciones y privilegios.
No pueden alegar que desconocían la realidad porque la han visto en los telediarios y en las hemerotecas y han comprobado que Iglesias es un bocazas mentiroso con un discurso hipócrita y lleno de contradicciones que degrada a la izquierda y a la política en general, pero ellos han guardado silencio. Han sido testigos mudos del enriquecimiento de Iglesias, de la compra de un chalet de lujo y de la escandalosa concentración de guardias civiles para cuidarlo, cerrando calles y multando a los indignados ciudadanos, pero los intelectuales de izquierda lo han silenciado todo.
Han permitido que la degradación de las viejas doctrinas socialistas democráticas y de los viejos valores sean apaleados sin defenderlos. Han silenciado como cobardes los actos vandálicos azuzados por esa izquierda subversiva que aprovecha hasta el más pequeño incidente para llevar agua a su molino.
Es casi imposible recuperar a esa chusma moralmente destruida y espoleada por el odio. A estos sujetos no vale la pena tratar de instruirlos puesto que, como bien dice don Quijote: “Hacer el bien a villanos es algo tan inútil como echar agua en la mar”.
A los demócratas y personas decentes, asustados ante el espectáculo de las hordas desatadas y del silencio cobarde de los pastores, solo nos queda resistir, ser ejemplares y tercos en la defensa de la libertad y oponernos con todas nuestras fuerzas a la suprema degeneración en marcha.
Francisco Rubiales
La izquierda parece haber renunciado al debate. Además de romper a golpes y pedradas mítines de la derecha y de protestar quemando las calles con una violencia insólita, está reprimiendo el libre intercambio de información y de ideas, que era el alma de la sociedad democrática liberal, y se están desatando fuerzas de destrucción, movidas por el odio, que alejan a la izquierda de la democracia y hasta de la civilización occidental. Podíamos esperar algo de esto de los radicalismos fascistas o del comunismo más atroz, pero no de un socialismo como el español, que hasta hace poco parecía democrático, pacífico y fiel a las leyes.
La izquierda sucumbe a la censura y se orienta hacia el totalitarismo. En España, fenómenos tan incomprensibles como la alianza de gobierno con comunistas bolivarianos, pro terroristas y nacionalismos independentistas llenos de odio son la consecuencia de ese profundo deterioro, más ben degradación, de una ideología que en el pasado se sumó a la lucha por las libertades y derechos.
Rasgos terribles de censura, odio al que piensa distinto, intolerancia hacia las opiniones opuestas, olas de humillación pública, ostracismo, tendencia a reducir la complejidad política en certezas morales y cegadoras y otros muchos están anidando en la izquierda sin que se alcen voces que denuncien esa degeneración. El silencio y la pasividad de Pedro Sánchez ante esos fenómenos es el signo evidente de que la izquierda está gravemente enferma de totalitarismo y que ha sufrido una hecatombe de valores y principios éticos.
Esa nueva izquierda es también anti española, anti monárquica, anti empresas, antiliberal y en no pocos casos también anti constitucional y anti democrática, todo un producto nuevo, peligroso y explosivo, imposible de digerir, en teoría, por esos intelectuales de izquierda que, acobardados, guardan un silencio ominoso.
Es difícil comprender como la vieja izquierda, que debe subsistir dentro del PSOE, y sus intelectuales están callados y paralizados ante tamaña agresión a la decencia y a la esencia de las antiguas tradiciones izquierdistas europeas.
Miles de socialistas han dejado de ser luchadores por el progreso y se han transformado en vividores que se reparten el botín del Estado y en policías del pensamiento que reprimen y combaten cualquier disidencia o pensamiento contrario. Toda una tragedia para España y quizás para el mundo entero si, como muchos pensamos, lo que está ocurriendo en España, Venezuela y otros países, incluso de Europa, no es otra cosa que el principio de una pandemia moral capaz de hundir la civilización.
Los intelectuales de izquierda españoles se han cubierto de oprobio e indignidad. El fracaso de los intelectuales progresistas españoles es total. Han preferido el silencio cobarde ante los desmanes y abusos de la izquierda y, en especial de tipos como Pablo Iglesias y Pedro Sánchez, que ha hecho el papel de tonto útil del peor comunismo. Esos intelectuales, en lugar de ser la "luz del mundo" y de cumplir su papel de iluminar a la sociedad e informarla verazmente de lo que está viviendo y se aproxima, han preferido ser paniaguados que mendigan subvenciones y privilegios.
No pueden alegar que desconocían la realidad porque la han visto en los telediarios y en las hemerotecas y han comprobado que Iglesias es un bocazas mentiroso con un discurso hipócrita y lleno de contradicciones que degrada a la izquierda y a la política en general, pero ellos han guardado silencio. Han sido testigos mudos del enriquecimiento de Iglesias, de la compra de un chalet de lujo y de la escandalosa concentración de guardias civiles para cuidarlo, cerrando calles y multando a los indignados ciudadanos, pero los intelectuales de izquierda lo han silenciado todo.
Han permitido que la degradación de las viejas doctrinas socialistas democráticas y de los viejos valores sean apaleados sin defenderlos. Han silenciado como cobardes los actos vandálicos azuzados por esa izquierda subversiva que aprovecha hasta el más pequeño incidente para llevar agua a su molino.
Es casi imposible recuperar a esa chusma moralmente destruida y espoleada por el odio. A estos sujetos no vale la pena tratar de instruirlos puesto que, como bien dice don Quijote: “Hacer el bien a villanos es algo tan inútil como echar agua en la mar”.
A los demócratas y personas decentes, asustados ante el espectáculo de las hordas desatadas y del silencio cobarde de los pastores, solo nos queda resistir, ser ejemplares y tercos en la defensa de la libertad y oponernos con todas nuestras fuerzas a la suprema degeneración en marcha.
Francisco Rubiales
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