Susana Díaz avisa a Sánchez de que "toma nota" por sus imposiciones en las listas del PSOE andaluz, donde los susanistas han sido masacrados. Si la indignación y el cabreo de los susanistas se transforma en boicot, Sánchez podría perder la Moncloa en Andalucía.
La pugna y el enfrentamiento han sido evidentes y sin disimulo. La federación andaluza ha mantenido el pulso con la dirección del PSOE hasta el final, aun a sabiendas de que lo perdería. La consecuencia de la lucha ha sido la remodelación de los puestos de salida en las cuatro provincias en las que no ha habido pacto. Se trata de Sevilla, Cádiz, Córdoba y Almería, precisamente las circunscripciones andaluzas cuyos cabezas de lista serán ministros de Sánchez. El caso más llamativo es el de Antonio Pradas, diputado que ha sido la mano derecha de la expresidenta de la Junta en el Congreso y que se queda fuera de las Cortes.
Las hachas de guerra han sido desenterradas y los rostros exhiben ya las pinturas de combate, mientras que en las sedes andaluzas se relamen las heridas y se preparan para la venganza. No lo hacen tanto por amor a Susana, como por rechazo a la invasión de los sanchistas, a los que muchos califican de oportunistas, desleales y traidores.
Si como muchos temen la frustración se transforma en boicot, Sánchez tiene en Andalucía un serio problema que puede costarle la Moncloa porque el socialismo andaluz siempre ha aportado una cuantiosa cosecha de votos, imprescindible para poder gobernar en España.
Algunos periodistas y observadores han oído decir a los frustrados socialistas andaluces que ahora va a ocurrir lo mismo que ocurrió en las elecciones andaluzas, que los sanchistas boicotearon a Susana, provocando que perdiera, "pero ahora será al revés". De hecho, algunos socialistas andaluces se muestran más inclinados a votar a VOX o a CIudadanos que a sus propio partido, donde el "sanchismo" ha impuesto cruelmente su dominio.
José Luis Ábalos, secretario de Organización y ministro de Fomento, afirma que "No hay heridas", pero no es cierto. Todos van a negar ahora, ante los medios, que la lucha interna esté desatada, pero basta echar una ojeada a los campamentos para ver las hachas, las pinturas, las heridas abiertas y el deseo de revancha en las miradas.
La refriega más grave ha sido la de Sevilla, donde Díaz proponía a Pradas como número dos por Sevilla, tras la ministra de Hacienda, María Jesús Montero, en lugar de Alfonso Rodríguez de Celis, delegado del Gobierno en Andalucía, pero al final Pradas, vetado por Sánchez y los suyos, no irá ni al Congreso ni al Senado, toda una decapitación pública y ante las cámaras, al estilo del ISIS.
Aragón es, después de Andalucía, la otra federación que más resistencia ha presentado a que Sánchez configurase las candidaturas. Pero comparada con la batalla andaluza, la de Aragón es una simple escaramuza.
Llamo a un amigo socialista andaluz, profesor en un instituto, que no es cien por cien susanista, pero que es claramente antisanchista, y me dice: "Todos los tiranos mueren por arrogantes. La crueldad de Sánchez en el asunto de las listas andaluzas ha sido una exhibición estúpida y gratuita que le hará perder la Moncloa. Después de las generales nos volveremos a encontrar, cuando él haya mordido el polvo".
Francisco Rubiales
La pugna y el enfrentamiento han sido evidentes y sin disimulo. La federación andaluza ha mantenido el pulso con la dirección del PSOE hasta el final, aun a sabiendas de que lo perdería. La consecuencia de la lucha ha sido la remodelación de los puestos de salida en las cuatro provincias en las que no ha habido pacto. Se trata de Sevilla, Cádiz, Córdoba y Almería, precisamente las circunscripciones andaluzas cuyos cabezas de lista serán ministros de Sánchez. El caso más llamativo es el de Antonio Pradas, diputado que ha sido la mano derecha de la expresidenta de la Junta en el Congreso y que se queda fuera de las Cortes.
Las hachas de guerra han sido desenterradas y los rostros exhiben ya las pinturas de combate, mientras que en las sedes andaluzas se relamen las heridas y se preparan para la venganza. No lo hacen tanto por amor a Susana, como por rechazo a la invasión de los sanchistas, a los que muchos califican de oportunistas, desleales y traidores.
Si como muchos temen la frustración se transforma en boicot, Sánchez tiene en Andalucía un serio problema que puede costarle la Moncloa porque el socialismo andaluz siempre ha aportado una cuantiosa cosecha de votos, imprescindible para poder gobernar en España.
Algunos periodistas y observadores han oído decir a los frustrados socialistas andaluces que ahora va a ocurrir lo mismo que ocurrió en las elecciones andaluzas, que los sanchistas boicotearon a Susana, provocando que perdiera, "pero ahora será al revés". De hecho, algunos socialistas andaluces se muestran más inclinados a votar a VOX o a CIudadanos que a sus propio partido, donde el "sanchismo" ha impuesto cruelmente su dominio.
José Luis Ábalos, secretario de Organización y ministro de Fomento, afirma que "No hay heridas", pero no es cierto. Todos van a negar ahora, ante los medios, que la lucha interna esté desatada, pero basta echar una ojeada a los campamentos para ver las hachas, las pinturas, las heridas abiertas y el deseo de revancha en las miradas.
La refriega más grave ha sido la de Sevilla, donde Díaz proponía a Pradas como número dos por Sevilla, tras la ministra de Hacienda, María Jesús Montero, en lugar de Alfonso Rodríguez de Celis, delegado del Gobierno en Andalucía, pero al final Pradas, vetado por Sánchez y los suyos, no irá ni al Congreso ni al Senado, toda una decapitación pública y ante las cámaras, al estilo del ISIS.
Aragón es, después de Andalucía, la otra federación que más resistencia ha presentado a que Sánchez configurase las candidaturas. Pero comparada con la batalla andaluza, la de Aragón es una simple escaramuza.
Llamo a un amigo socialista andaluz, profesor en un instituto, que no es cien por cien susanista, pero que es claramente antisanchista, y me dice: "Todos los tiranos mueren por arrogantes. La crueldad de Sánchez en el asunto de las listas andaluzas ha sido una exhibición estúpida y gratuita que le hará perder la Moncloa. Después de las generales nos volveremos a encontrar, cuando él haya mordido el polvo".
Francisco Rubiales
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