El autor de este artículo pasea y conversa con Fidel, en la Habana.
Las multitudinarias protestas contra el Gobierno de Cuba que ha surgido en varios puntos de la isla, que incluyen enfrentamientos con el régimen represor y cientos de detenidos, significan el principio del fin para el castrismo, un sistema que hoy es la imagen viva del fracaso comunista, capaz solo de producir en los pueblos escasez, atraso, esclavitud, desesperación y miedo.
El presidente cubano, Miguel Díaz-Canel, un tipo gris sin el carisma de Fidel y sin la fuerza de Raúl, es frágil y no puede exhibir ante su pueblo otra cosa que la violencia y la represión, pésimas recetas cuando el pueblo ha perdido el miedo y se ha lanzado a las calles.
Díaz-Canel es incapaz de entender que el comunismo en estado puro, como el que él pilota en Cuba, es una locura condenada al fracaso y que el único comunismo que tiene posibilidades es el que se esconde con hipocresía tras una aparente y falsa democracia, tanto el que domina a los chinos, basado en la prosperidad económica, o el que se quiere imponer Pedro Sánchez en España, consistente en la castración previa de la democracia para que, conservando sus formas en apariencia, lo controle todo e imponga al pueblo, con anestesia y confusión, la voluntad opresora del Estado,
Aunque la represión logre esta vez silenciar la protesta, la "línea roja" del miedo ya ha quedado rota y el régimen quedará profundamente debilitado, con muchos de sus esbirros preguntándose por qué y para qué deben seguir aplastando la libertad y la esperanza de su pueblo.
La reacción de Díaz-Canel ante la protesta ha sido la típica de un tirano sin otro recurso que la fuerza bruta: violencia de los suyos contra los ciudadanos que reclaman libertad. Lanzar a los revolucionarios contra los contrarrevolucionarios es una medida desesperada y de guerra civil, cuyas consecuencias siempre son graves e imprevisibles. Fidel lo habría hecho de otro modo, pero el comandante ya no está en esta vida.
La economía está hecha pedazos, la pandemia avanza sin control y diezma al pueblo, demostrando que la tan publicitada medicina cubana tiene grietas notables, las ciudades están en ruinas y el futuro está plagado de incógnitas y amenazas. El dinero venezolano ya no llega como antes y la escasez de alimentos y bienes es espantosa.
El miedo a morir, la escasez, la pobreza y la falta de libertad, esperanza e ilusiones son un cóctel explosivo que ha lanzado a los cubanos hacia la protesta en las calles, a pesar de que el aparato de represión cubano, integrado por las fuerzas militares, las policiales y todo un ejército de chivatos y colaboradores violentos del comunismo, es, seguramente, el más fuerte e impresionante del mundo.
Las masas cubanas soportaron la revolución porque conservaban algún residuo de esperanza en el futuro, pero muerto Fidel, hundida la URSS y arruinada Venezuela, a Cuba no le queda otro recurso que su pobreza y el fracaso económico, político y emocional de su sistema totalitario.
Viví dos años en Cuba como corresponsal de prensa extranjero y mantuve conversaciones de gran interés con Fidel, siempre ávido de noticias de España y de conversar con españoles, un pueblo al que admiraba. Tratando con él descubrí que era un maestro en la política emocional, un poderoso encantador que con sus discursos conducía a su pueblo y le aportaba orgullo y esperanza. Pero su muerte ha dejado a los cubanos huérfanos y enfrentados a la cruda realidad de su sistema comunista, el mas asesino, represor y fracasado del planeta.
La actual rebelión en demanda de libertad y cambio es lo más lógico y decente que ha ocurrido en Cuba desde el triunfo de los barbudos de Sierra Maestra, en enero de 1959.
Francisco Rubiales
El presidente cubano, Miguel Díaz-Canel, un tipo gris sin el carisma de Fidel y sin la fuerza de Raúl, es frágil y no puede exhibir ante su pueblo otra cosa que la violencia y la represión, pésimas recetas cuando el pueblo ha perdido el miedo y se ha lanzado a las calles.
Díaz-Canel es incapaz de entender que el comunismo en estado puro, como el que él pilota en Cuba, es una locura condenada al fracaso y que el único comunismo que tiene posibilidades es el que se esconde con hipocresía tras una aparente y falsa democracia, tanto el que domina a los chinos, basado en la prosperidad económica, o el que se quiere imponer Pedro Sánchez en España, consistente en la castración previa de la democracia para que, conservando sus formas en apariencia, lo controle todo e imponga al pueblo, con anestesia y confusión, la voluntad opresora del Estado,
Aunque la represión logre esta vez silenciar la protesta, la "línea roja" del miedo ya ha quedado rota y el régimen quedará profundamente debilitado, con muchos de sus esbirros preguntándose por qué y para qué deben seguir aplastando la libertad y la esperanza de su pueblo.
La reacción de Díaz-Canel ante la protesta ha sido la típica de un tirano sin otro recurso que la fuerza bruta: violencia de los suyos contra los ciudadanos que reclaman libertad. Lanzar a los revolucionarios contra los contrarrevolucionarios es una medida desesperada y de guerra civil, cuyas consecuencias siempre son graves e imprevisibles. Fidel lo habría hecho de otro modo, pero el comandante ya no está en esta vida.
La economía está hecha pedazos, la pandemia avanza sin control y diezma al pueblo, demostrando que la tan publicitada medicina cubana tiene grietas notables, las ciudades están en ruinas y el futuro está plagado de incógnitas y amenazas. El dinero venezolano ya no llega como antes y la escasez de alimentos y bienes es espantosa.
El miedo a morir, la escasez, la pobreza y la falta de libertad, esperanza e ilusiones son un cóctel explosivo que ha lanzado a los cubanos hacia la protesta en las calles, a pesar de que el aparato de represión cubano, integrado por las fuerzas militares, las policiales y todo un ejército de chivatos y colaboradores violentos del comunismo, es, seguramente, el más fuerte e impresionante del mundo.
Las masas cubanas soportaron la revolución porque conservaban algún residuo de esperanza en el futuro, pero muerto Fidel, hundida la URSS y arruinada Venezuela, a Cuba no le queda otro recurso que su pobreza y el fracaso económico, político y emocional de su sistema totalitario.
Viví dos años en Cuba como corresponsal de prensa extranjero y mantuve conversaciones de gran interés con Fidel, siempre ávido de noticias de España y de conversar con españoles, un pueblo al que admiraba. Tratando con él descubrí que era un maestro en la política emocional, un poderoso encantador que con sus discursos conducía a su pueblo y le aportaba orgullo y esperanza. Pero su muerte ha dejado a los cubanos huérfanos y enfrentados a la cruda realidad de su sistema comunista, el mas asesino, represor y fracasado del planeta.
La actual rebelión en demanda de libertad y cambio es lo más lógico y decente que ha ocurrido en Cuba desde el triunfo de los barbudos de Sierra Maestra, en enero de 1959.
Francisco Rubiales
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