Dos empeñados en destruir España
El gobierno de Pedro Sánchez está demostrando que no tiene dignidad ni decencia suficientes para gobernar España. El último capítulo de su carrera hacia la destrucción de la nación es haber pactado con el independentismo catalán de ERC dos brutalidades indecentes: que se suban los impuestos en Madrid, cuya prosperidad y el crecimiento constante causa envidia y rechazo entre los catalanes independentistas, y que Cataluña, por ser amiga del presidente y sostener su gobierno, reciba 300 millones de euros más de los que le corresponden en el reparto de los fondos.
Esas dos decisiones, por si solas, bastan para provocar la rebelión de los españoles decentes contra la bajeza de los que gobiernan, pero sólo son dos capítulos más de una larguísima lista de decisiones repugnantes, injustas, miserables y rastreras, todas ellas perjudiciales para España y su pueblo.
En la España de Pedro Sánchez, donde el hedor ya es irresistible, parece que hay que hacerse independentista para ser tratado con la dignidad y el respeto debido. Lo demuestran a diario los beneficios que acumulan vascos y catalanes en el reparto de la riqueza y las ventajas, frente a otras comunidades decentes y leales de España.
La expulsión paulatina del ejercito español de Vasconia, un sueño del independentismo vasco, es cada día más real gracias a la cobardía e indignidad del sanchismo, que ha entregado las instalaciones del acuartelamiento de Loyola a los políticos independentistas vascos, obteniendo a cambio el apoyo a los presupuestos que garantizan a Pedro Sánchez su poder en la Moncloa.
La lista de las ofensas del sanchismo a España es cada día mas impresionante, como lo es también la cobardía de los socialistas, los principales responsables del desastre, junto con Sánchez y su tribu desalmada, que tragan con todo, y la de los españoles, a los que les falta decencia y dignidad para defender su patria de los que la destrozan y arruinan.
La prosperidad de Madrid hiere a los socialistas y a sus socios independentistas llenos de envidia y recelo porque el modelo que ellos representan es diametralmente opuesto al madrileño. Mientras Madrid se ha convertido en la región más próspera de España y en el motor de la economía nacional gracias a sus impuestos reducidos, al empuje de la libertad y a las facilidades concedidas a las empresas y emprendedores, en la Cataluña arruinada y en las Vascongadas del odio esa prosperidad de la capital de España causa rechazo, recelo y una envidia insana y repugnante.
Es tan ostentoso e indecente la desigualdad que ha instaurado Sánchez en el reparto del dinero y de las ventajas, beneficiando siempre a los independentistas vascos y catalanes y castigando a las regiones cumplidoras y leales, que hasta en las Canarias renace ya el independentismo, al igual que en otras tierras genuinamente españolas, cansadas de ser marginadas y maltratadas por ser leales a la idea de España.
La diputada Canarias Ana Oramas lamentaba recientemente que "El Gobierno nos deja tirados y crea en Canarias una nueva Lampedusa", para preguntarse después lo que España entera ya se pregunta: ¿hay que ser independentistas en Canarias para que nos hagan caso?
Buena parte del pueblo español, aquella que no está comprada por el reparto bastardo de privilegios y dinero o sometida al sanchismo porque le beneficia, se siente indignada y sin entender por qué razón las instituciones españolas defensivas, que fueron creadas precisamente para impedir que el país fuera gobernado con indignidad, no actúan y detienen el expolio y la destrucción que emanan de la Moncloa.
Gran parte de los españoles miran al rey sin entender su silencio y pasividad ante la destrucción progresiva de España. Otros muchos miran hacia las fuerzas armadas, hacia los jueces, hacia el periodismo y hacia los partidos de oposición, sintiendo la misma decepción y desesperanza ante la pasividad hiriente de esas instituciones y sectores.
España está siendo llevada la matadero sin que se alce ni siquiera una voz cualificada que proteste. El ejemplo mundial que damos con nuestra sumisión a la maldad es degradante.
Quizás la corrupción de la sociedad sea ya tan elevada que todos los valores han muerto. Puede que este país, por cobarde y corrupto, merezca el destino que sufre, el de ser humillado, arruinado y despedazado por los peores españoles, por sus huestes más podridas y llenas de indecencia y odio, que hemos tenido la desgracia de que tomen el poder.
Francisco Rubiales
Esas dos decisiones, por si solas, bastan para provocar la rebelión de los españoles decentes contra la bajeza de los que gobiernan, pero sólo son dos capítulos más de una larguísima lista de decisiones repugnantes, injustas, miserables y rastreras, todas ellas perjudiciales para España y su pueblo.
En la España de Pedro Sánchez, donde el hedor ya es irresistible, parece que hay que hacerse independentista para ser tratado con la dignidad y el respeto debido. Lo demuestran a diario los beneficios que acumulan vascos y catalanes en el reparto de la riqueza y las ventajas, frente a otras comunidades decentes y leales de España.
La expulsión paulatina del ejercito español de Vasconia, un sueño del independentismo vasco, es cada día más real gracias a la cobardía e indignidad del sanchismo, que ha entregado las instalaciones del acuartelamiento de Loyola a los políticos independentistas vascos, obteniendo a cambio el apoyo a los presupuestos que garantizan a Pedro Sánchez su poder en la Moncloa.
La lista de las ofensas del sanchismo a España es cada día mas impresionante, como lo es también la cobardía de los socialistas, los principales responsables del desastre, junto con Sánchez y su tribu desalmada, que tragan con todo, y la de los españoles, a los que les falta decencia y dignidad para defender su patria de los que la destrozan y arruinan.
La prosperidad de Madrid hiere a los socialistas y a sus socios independentistas llenos de envidia y recelo porque el modelo que ellos representan es diametralmente opuesto al madrileño. Mientras Madrid se ha convertido en la región más próspera de España y en el motor de la economía nacional gracias a sus impuestos reducidos, al empuje de la libertad y a las facilidades concedidas a las empresas y emprendedores, en la Cataluña arruinada y en las Vascongadas del odio esa prosperidad de la capital de España causa rechazo, recelo y una envidia insana y repugnante.
Es tan ostentoso e indecente la desigualdad que ha instaurado Sánchez en el reparto del dinero y de las ventajas, beneficiando siempre a los independentistas vascos y catalanes y castigando a las regiones cumplidoras y leales, que hasta en las Canarias renace ya el independentismo, al igual que en otras tierras genuinamente españolas, cansadas de ser marginadas y maltratadas por ser leales a la idea de España.
La diputada Canarias Ana Oramas lamentaba recientemente que "El Gobierno nos deja tirados y crea en Canarias una nueva Lampedusa", para preguntarse después lo que España entera ya se pregunta: ¿hay que ser independentistas en Canarias para que nos hagan caso?
Buena parte del pueblo español, aquella que no está comprada por el reparto bastardo de privilegios y dinero o sometida al sanchismo porque le beneficia, se siente indignada y sin entender por qué razón las instituciones españolas defensivas, que fueron creadas precisamente para impedir que el país fuera gobernado con indignidad, no actúan y detienen el expolio y la destrucción que emanan de la Moncloa.
Gran parte de los españoles miran al rey sin entender su silencio y pasividad ante la destrucción progresiva de España. Otros muchos miran hacia las fuerzas armadas, hacia los jueces, hacia el periodismo y hacia los partidos de oposición, sintiendo la misma decepción y desesperanza ante la pasividad hiriente de esas instituciones y sectores.
España está siendo llevada la matadero sin que se alce ni siquiera una voz cualificada que proteste. El ejemplo mundial que damos con nuestra sumisión a la maldad es degradante.
Quizás la corrupción de la sociedad sea ya tan elevada que todos los valores han muerto. Puede que este país, por cobarde y corrupto, merezca el destino que sufre, el de ser humillado, arruinado y despedazado por los peores españoles, por sus huestes más podridas y llenas de indecencia y odio, que hemos tenido la desgracia de que tomen el poder.
Francisco Rubiales