Todo se debe a que los dos grandes partidos, el PP y el PSOE, aspiran a recuperar el bipartidismo, en el que se sentían cómodos porque se repartían el poder y les permitía cooperar en secreto, para lo cual necesitan eliminar toda competencia.
El espectro político español queda hoy reducido a cuatro grandes bloques: El PSOE, encarnando y dominando una izquierda cada día más radical y marxista, el nacionalismo, poderoso en Cataluña y Vascongadas, cada día más agresivo y antiespañol, el PP, débil, obtuso, acomplejado e incapaz de derrotar a la izquierda, y VOX, que a pesar de sus crisis y brutales ataques sufridos, sigue vigoroso y con la misma capacidad de crecimiento que tuvo cuando nació y encandiló a buena parte de la España que desea la regeneración y el fin de la corrupción y el abuso de poder que han dominado la escena política desde la muerte de Franco.
Cuanto más se incrementa la decepción, la indignación y la rabia de los españoles ante el comportamiento abusivo e inquietante de Pedro Sánchez y cuanto más indignación produce la impotencia y cobardía de la derecha, VOX aumenta más su crecimiento y fortaleza. La fuga hacia VOX apenas conserva el color y llega tanto desde la derecha como de la izquierda.
El fenómeno que más inquieta a las izquierdas es que los votos que aterrizan en VOX son cada día más votos que tradicionalmente pertenecían a los partidos de izquierda, sobre todo al PSOE. Los tiempos en los que VOX se nutría preferentemente de los votos que escapaban del PP y de Ciudadanos han pasado a la historia. Ahora VOX caza también en los caladeros de la izquierda, incluso en los de Unidas Podemos. VOX ha conseguido una posición ventajosa que le hace ser el refugio de todos los descontentos, cada día más numerosos y angustiados.
Cada fenómeno decepcionante que ocurre en España se traduce en un incremento de las adhesiones a VOX. El mafioso indulto a los golpistas catalanes, las reformar al código penal rebajando delitos graves, el despilfarro, los impuestos abusivos, los privilegios que el gobierno otorga a catalanes y vascos, la frustración de otras comunidades marginadas por el PSOE y los pactos y cesiones a cambio de votos alimentan el poder de VOX, un partido al que sólo pueden frenar ya los cinturones sanitarios brutales, las mentiras que lo demonizan, las infiltraciones y otras artimañas sucias lanzadas desde el PSOE y el PP.
VOX ha sabido colocarse en la encrucijada por donde transitan todos los frustrados, desesperados, patriotas y personas decentes de España todos asqueados de la política mafiosa y bastarda imperante. Allí llena sus redes sin otro esfuerzo que el de ser constitucionalista, regeneracionista y patriota.
Aunque parezca increíble, los votos de trabajadores y profesionales, muchos de ellos hoy encuadrados en las clases medias, son la base que sustenta a los partidos europeos contestatarios de derecha, a esos que los socialistas y comunistas bautizan como "de extrema derecha". En Francia, el partido de Le Pen se ha apropiado de los votos socialdemócratas de los antiguos cinturones industriales de las grandes ciudades y en Italia la actual coalición que preside Meloni se ha hecho con millones de votos de la antigua izquierda carcomida y desvencijada. En Austria, Holanda, Alemania y otros países ocurren fenómenos similares con fugas muy nutridas de la izquierda a las derechas radicales.
El PSOE, que tiene pocos escrúpulos, aterrorizado ante el avance de VOX en sus feudos, impone como barrera un férreo y antidemocrático cinturón sanitario, renunciando al debate y a la confrontación ideológica con ese partido, una estrategia errónea que quizás tenga efectos inmediatos, pero que a la larga sólo podrá retrasar lo inevitable.
Ahora van contra Abascal, al que PSOE y PP quieren destituir estimulando la disidencia interna. Del resultado de esa batalla dependen mucho el futuro de la política española.
El ex presidente andaluz socialista José Rodríguez de la Borbolla declaró un día a la prensa: "Hay socialistas que se han ido a VOX y no me extraña". Otros muchos viejos socialistas se sienten hoy más cerca de las verdades y de la valentía de VOX que de la hipócrita traición de Sánchez, que parece haberse pasado a las filas del odio a España, llevándose consigo a la parte más mercenaria y corrompida de su partido, la que sólo busca en la política el reparto del botín.
Si la lógica sigue su curso en España, pronto quedará claro que lo que divide a los ciudadanos en España ya no es la ideología, sino el patriotismo y el deseo de regeneración. Por esa razón, millones de votos de la izquierda que todavía conservan algunos de los viejos valores arrasados por el "sanchismo" podrían pasarse a VOX, un partido que denuncia los grandes males y traiciones sin miedo y sin otro ánimo que cambiar la basura por limpieza y resplandor.
Francisco Rubiales
El espectro político español queda hoy reducido a cuatro grandes bloques: El PSOE, encarnando y dominando una izquierda cada día más radical y marxista, el nacionalismo, poderoso en Cataluña y Vascongadas, cada día más agresivo y antiespañol, el PP, débil, obtuso, acomplejado e incapaz de derrotar a la izquierda, y VOX, que a pesar de sus crisis y brutales ataques sufridos, sigue vigoroso y con la misma capacidad de crecimiento que tuvo cuando nació y encandiló a buena parte de la España que desea la regeneración y el fin de la corrupción y el abuso de poder que han dominado la escena política desde la muerte de Franco.
Cuanto más se incrementa la decepción, la indignación y la rabia de los españoles ante el comportamiento abusivo e inquietante de Pedro Sánchez y cuanto más indignación produce la impotencia y cobardía de la derecha, VOX aumenta más su crecimiento y fortaleza. La fuga hacia VOX apenas conserva el color y llega tanto desde la derecha como de la izquierda.
El fenómeno que más inquieta a las izquierdas es que los votos que aterrizan en VOX son cada día más votos que tradicionalmente pertenecían a los partidos de izquierda, sobre todo al PSOE. Los tiempos en los que VOX se nutría preferentemente de los votos que escapaban del PP y de Ciudadanos han pasado a la historia. Ahora VOX caza también en los caladeros de la izquierda, incluso en los de Unidas Podemos. VOX ha conseguido una posición ventajosa que le hace ser el refugio de todos los descontentos, cada día más numerosos y angustiados.
Cada fenómeno decepcionante que ocurre en España se traduce en un incremento de las adhesiones a VOX. El mafioso indulto a los golpistas catalanes, las reformar al código penal rebajando delitos graves, el despilfarro, los impuestos abusivos, los privilegios que el gobierno otorga a catalanes y vascos, la frustración de otras comunidades marginadas por el PSOE y los pactos y cesiones a cambio de votos alimentan el poder de VOX, un partido al que sólo pueden frenar ya los cinturones sanitarios brutales, las mentiras que lo demonizan, las infiltraciones y otras artimañas sucias lanzadas desde el PSOE y el PP.
VOX ha sabido colocarse en la encrucijada por donde transitan todos los frustrados, desesperados, patriotas y personas decentes de España todos asqueados de la política mafiosa y bastarda imperante. Allí llena sus redes sin otro esfuerzo que el de ser constitucionalista, regeneracionista y patriota.
Aunque parezca increíble, los votos de trabajadores y profesionales, muchos de ellos hoy encuadrados en las clases medias, son la base que sustenta a los partidos europeos contestatarios de derecha, a esos que los socialistas y comunistas bautizan como "de extrema derecha". En Francia, el partido de Le Pen se ha apropiado de los votos socialdemócratas de los antiguos cinturones industriales de las grandes ciudades y en Italia la actual coalición que preside Meloni se ha hecho con millones de votos de la antigua izquierda carcomida y desvencijada. En Austria, Holanda, Alemania y otros países ocurren fenómenos similares con fugas muy nutridas de la izquierda a las derechas radicales.
El PSOE, que tiene pocos escrúpulos, aterrorizado ante el avance de VOX en sus feudos, impone como barrera un férreo y antidemocrático cinturón sanitario, renunciando al debate y a la confrontación ideológica con ese partido, una estrategia errónea que quizás tenga efectos inmediatos, pero que a la larga sólo podrá retrasar lo inevitable.
Ahora van contra Abascal, al que PSOE y PP quieren destituir estimulando la disidencia interna. Del resultado de esa batalla dependen mucho el futuro de la política española.
El ex presidente andaluz socialista José Rodríguez de la Borbolla declaró un día a la prensa: "Hay socialistas que se han ido a VOX y no me extraña". Otros muchos viejos socialistas se sienten hoy más cerca de las verdades y de la valentía de VOX que de la hipócrita traición de Sánchez, que parece haberse pasado a las filas del odio a España, llevándose consigo a la parte más mercenaria y corrompida de su partido, la que sólo busca en la política el reparto del botín.
Si la lógica sigue su curso en España, pronto quedará claro que lo que divide a los ciudadanos en España ya no es la ideología, sino el patriotismo y el deseo de regeneración. Por esa razón, millones de votos de la izquierda que todavía conservan algunos de los viejos valores arrasados por el "sanchismo" podrían pasarse a VOX, un partido que denuncia los grandes males y traiciones sin miedo y sin otro ánimo que cambiar la basura por limpieza y resplandor.
Francisco Rubiales
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