Miles de inmigrantes hacinados en zonas portuarias, impidiendo la actividad normal de esas instalaciones y sufriendo privaciones y situaciones contrarias a la ley, que violan claramente los derechos humanos. Los inmigrantes, casi todos varones jóvenes procedentes de Marruecos, permanecen durante semanas en esos espacios, con la misma ropa, comiendo bocadillos, sin higiene suficiente y bajo la inepta y torpe custodia de unas autoridades dependientes del ministerio del Interior que dirige Grande Marlaska, incapaz de solucionar los dramas que maneja.
El último episodio de la crisis ha sido dramático y claro reflejo de la incompetencia del gobierno español: han depositado y abandonado a más de doscientos inmigrantes en el centro de Las Palmas, sin tutela, sin planificación, sin sitio para dormir y provocando la sorpresa e indignación de los vecinos.
La diputada de Coalición Canaria Ana María Oramas golpea en el Congreso donde más duele y pregunta si hace falta contar con un partido independentista en Canarias para que el gobierno de Sánchez les haga caso.
El presidente de CEOE en Tenerife, José Carlos Francisco, describe la situación como el resultado de «una patada» de Marruecos a Canarias por discrepancias no conocidas con España. El empresario afirma que cada vez que hay discrepancias entre ambos países las islas salen perjudicadas.
Ciertamente, la crisis migratoria es una "venganza" del mafioso y corrupto sultán de Marruecos, que le tiene tomada a España la medida y que sabe aprovechar la ineptitud y la debilidad de gobiernos como el de Sánchez para obtener dinero y ventajas.
Las pateras llegan en oleadas, con una intensidad once veces mayor que el año pasado por estas fechas. Salen de territorio marroquí y de las costas del antiguo Sahara Español cargadas de jóvenes, a los que la vigilancia costara de Marruecos no impide el embarque, incumpliendo así los acuerdos con España.
La crisis actual demuestra que Marruecos no es un país amigo de España, sino todo lo contrario, un mal vecino deseoso de causar daño, frente al cual los gobiernos de España fracasan, unos tras otro.
Si a esto se agregan otras circunstancias, como la torpeza estúpida del gobierno de Pedro Sánchez y su desprestigio internacional, el enorme rearme de Marruecos, que ya dispone de una aviación más moderna que la española, la renacida guerra entre el Frente Polisario y Marruecos, la creciente hostilidad de Argelia, la crisis económica marroquí, disparada por el coronavirus y el auge renovado del radicalismo islámico, el cóctel es terrorífico, no sólo para la corrupta corte del sultán, sino también para España porque nadie duda de que si se siente amenazado, el monarca marroquí desviará todo el odio y las tensiones de sus súbditos contra los españoles.
La crisis está siendo gestionada de forma desastrosa por el gobierno español. El aumento continuo en la llegada de migrantes a las islas amenaza la «estabilidad social y económica» del archipiélago y el alojamiento de los inmigrantes en los complejos turísticos, con imágenes que circulan por todo el mundo de esas instalaciones de lujo ocupadas por africanos desarrapados, no ayudan a la recuperación del turismo canario, prácticamente la única riqueza de las islas.
La crisis canaria demuestra lo que muchos observadores españoles ya habían constatado: la inmensa torpeza y estupidez del gobierno de Sánchez para solucionar problemas, demostrando también que lo único que saben es mandar desde los palacios y ministerios, arruinar la nación y disfrutar de privilegios, colocando constantemente a la población en contra y asfixiando la actividad económica del país.
Sánchez y su gobierno han fracasado en la gestión de la pandemia, acumulando más infección y muertes que la mayoría de los países del mundo, en la dirección de la economía, que está al borde del colapso, en el prestigio y peso internacional, en el control de sus socios de gobierno, en su relación con la mayoría de los españoles, que les odian como nunca antes han odiado a gobierno español alguno desde el de Fernando VII, en su relación con los empresarios y empresas, y en un largo etcétera de fracasos y errores desde un gobierno que hace agua por demasiadas grietas y que está arrastrando en su hundimiento a España, a su prosperidad y paz social.
Desde todos los ángulos se pide la dimisión del ministro del Interior, Grande Marlaska, que dice que no piensa dimitir, mientras que el gran culpable de todo el drama español, el inútil e inepto Pedro Sánchez, se esconde. Hasta Podemos, socio del gobierno de Sánchez, pide desde Canarias la dimisión del ministro, proyectando hacia el mundo una imagen de caos gubernamental que debería avergonzar y hundir al socialismo español, cada día más dividido y acosado por su clamorosa incompetencia.
Pero la parte peor del drama es que Canarias teme convertirse en una puerta abierta a la inmigración ilegal, como la isla italiana de Lampedusa, y empieza a sentirse profundamente herida por el gobierno de España, mientras que en su población crece la conciencia de que está siendo abandonada por Madrid, lo que alimenta peligrosamente el sentimiento independentista y de rechazo a la idea de España.
Francisco Rubiales
El último episodio de la crisis ha sido dramático y claro reflejo de la incompetencia del gobierno español: han depositado y abandonado a más de doscientos inmigrantes en el centro de Las Palmas, sin tutela, sin planificación, sin sitio para dormir y provocando la sorpresa e indignación de los vecinos.
La diputada de Coalición Canaria Ana María Oramas golpea en el Congreso donde más duele y pregunta si hace falta contar con un partido independentista en Canarias para que el gobierno de Sánchez les haga caso.
El presidente de CEOE en Tenerife, José Carlos Francisco, describe la situación como el resultado de «una patada» de Marruecos a Canarias por discrepancias no conocidas con España. El empresario afirma que cada vez que hay discrepancias entre ambos países las islas salen perjudicadas.
Ciertamente, la crisis migratoria es una "venganza" del mafioso y corrupto sultán de Marruecos, que le tiene tomada a España la medida y que sabe aprovechar la ineptitud y la debilidad de gobiernos como el de Sánchez para obtener dinero y ventajas.
Las pateras llegan en oleadas, con una intensidad once veces mayor que el año pasado por estas fechas. Salen de territorio marroquí y de las costas del antiguo Sahara Español cargadas de jóvenes, a los que la vigilancia costara de Marruecos no impide el embarque, incumpliendo así los acuerdos con España.
La crisis actual demuestra que Marruecos no es un país amigo de España, sino todo lo contrario, un mal vecino deseoso de causar daño, frente al cual los gobiernos de España fracasan, unos tras otro.
Si a esto se agregan otras circunstancias, como la torpeza estúpida del gobierno de Pedro Sánchez y su desprestigio internacional, el enorme rearme de Marruecos, que ya dispone de una aviación más moderna que la española, la renacida guerra entre el Frente Polisario y Marruecos, la creciente hostilidad de Argelia, la crisis económica marroquí, disparada por el coronavirus y el auge renovado del radicalismo islámico, el cóctel es terrorífico, no sólo para la corrupta corte del sultán, sino también para España porque nadie duda de que si se siente amenazado, el monarca marroquí desviará todo el odio y las tensiones de sus súbditos contra los españoles.
La crisis está siendo gestionada de forma desastrosa por el gobierno español. El aumento continuo en la llegada de migrantes a las islas amenaza la «estabilidad social y económica» del archipiélago y el alojamiento de los inmigrantes en los complejos turísticos, con imágenes que circulan por todo el mundo de esas instalaciones de lujo ocupadas por africanos desarrapados, no ayudan a la recuperación del turismo canario, prácticamente la única riqueza de las islas.
La crisis canaria demuestra lo que muchos observadores españoles ya habían constatado: la inmensa torpeza y estupidez del gobierno de Sánchez para solucionar problemas, demostrando también que lo único que saben es mandar desde los palacios y ministerios, arruinar la nación y disfrutar de privilegios, colocando constantemente a la población en contra y asfixiando la actividad económica del país.
Sánchez y su gobierno han fracasado en la gestión de la pandemia, acumulando más infección y muertes que la mayoría de los países del mundo, en la dirección de la economía, que está al borde del colapso, en el prestigio y peso internacional, en el control de sus socios de gobierno, en su relación con la mayoría de los españoles, que les odian como nunca antes han odiado a gobierno español alguno desde el de Fernando VII, en su relación con los empresarios y empresas, y en un largo etcétera de fracasos y errores desde un gobierno que hace agua por demasiadas grietas y que está arrastrando en su hundimiento a España, a su prosperidad y paz social.
Desde todos los ángulos se pide la dimisión del ministro del Interior, Grande Marlaska, que dice que no piensa dimitir, mientras que el gran culpable de todo el drama español, el inútil e inepto Pedro Sánchez, se esconde. Hasta Podemos, socio del gobierno de Sánchez, pide desde Canarias la dimisión del ministro, proyectando hacia el mundo una imagen de caos gubernamental que debería avergonzar y hundir al socialismo español, cada día más dividido y acosado por su clamorosa incompetencia.
Pero la parte peor del drama es que Canarias teme convertirse en una puerta abierta a la inmigración ilegal, como la isla italiana de Lampedusa, y empieza a sentirse profundamente herida por el gobierno de España, mientras que en su población crece la conciencia de que está siendo abandonada por Madrid, lo que alimenta peligrosamente el sentimiento independentista y de rechazo a la idea de España.
Francisco Rubiales
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